Rex... Observé bien, aquel íncubo arrodillado y debilitado. Sonreí largamente con aquello, sentí algo inundarme de inmediato. Como una felicidad extrema, en la que todo estaba saliendo según mis planes. Suspiré ruidosamente al ver a Millo a mis pies, me senté en aquella silla negra y acolchada. Mirando al resto de su grupo, que estaba totalmente encadenado con bandas simbólicas que los debilitaban. Oí un susurro de lo mismo que me hizo decir:–¿Qué? No oí bien. –Dije un om burlón, y Eliz se puso de mi lado.–Vete a la mierda y come mi mierda. –Me miraste con furia, que me encantó. –Tú... y tú también, Kart. ¡Es más despreciable que ese mierda, por unirse a lo mismo!–No veo ningún problema, me dio los distritos de Denver y Samall. –Kart aquel hombre de tonalidad negra y seria, vio como todos que conmigo saldría en beneficio. –Tú, Millo, con tus etiquetas de honor... ¡Está en el lugar que siempre mereció! –Habló burlón, que me hizo realmente tener una simpatía por él. –Bueno qu
Ubicación: Columbia, Carolina del Sur, Estados Unidos. Carlisle... 2 meses después... –¿Señor? –Me llamó aquel hombre con bigote grueso, y arrugas en su rostro con cabellos grises. Surgió de mis pensamientos, mientras aún estaba asombrado observando aquella bella joya frente a mí. –¿Eh? –Parpadeé un par de veces y le presté atención. –¿Qué encontró? –Me preguntó, y miré de nuevo ese hermoso anillo. Donde había una piedra lila que atenuaba con azul, y en el circulo dibujos de las flores que Emme más amaba. Centáurea azul y por dentro nuestras iniciales. Me quedé sin expresión con tanta belleza. –Está perfecto. –Sonríe para lo mismo, que pareció completo con mi aprobación. –Si quieres verlo mejor. –Sí. –No, no hace falta. ¡Si puedo meterlo en una cajita! –Lo pedí tranquilamente. –¡Ni siquiera tienes que pedir... Te hicimos un regalo, para ti y la futura novia! –Pronunció y me fijé mientras él tomaba la cajita de terciopelo, y decorada con las flores en colores vividos. –Tiene q
Acerqué las puntas de mis dedos, en mi boca aún sintiendo su sabor. E hice una mueca de dolor por aquello, miré el anillo en su dedo y ahí fue donde pude sonreír por un momento. Que parecía tan eterno, así como la puesta de sol de una tarde con brisa amena.–Volveré... mi amor. –Suspiré al dar pasos atrás y retirarme de su habitación. Me vi en aquel pasillo. Solo y sin nadie. Bajé la vista al dar unos pasos hasta el final, silencioso y sumido en humo. Oyendo solamente voces levemente. Me detuve cerca de un edificio lejos del hospital al sur. y me dirigí a la punta del balcón en la terraza, puse mis manos en el bolsillo de los pantalones negros. Y observé toda aquella inmensidad de luces entre construcciones de edificios y el tránsito que se paraba allí abajo. Quedé inmerso en aquella situación. Cuando sentí una presencia familiar hacia mí, giré mi rostro. Y lo vi allí. Rex meneando la cabeza.–Mira si no es el jefe... Quiero decir, ex jefe! –Afirmó con una sonrisa satisf
Emme... –¿Mamá? –La voz infantil me llamó, abrí mis párpados y vislumbré a lo lejos a ese pequeño niño corriendo hacia mí. Su mirada azul cielo me miró de abajo hacia arriba, faltando algunos dientes en su sonrisa. –¡Mamá, papá está llamando a la señora! –¿Para qué, Vincent? –Ese nombre resuena en mi mente, como si algo estuviera mal. Suspiré llevando mi mano a mi rostro, y sintiendo una leve debilidad en mi ser. Me dejé guiar en ese sueño profundo, que tenía en matices que se alargaban cada día y noche que presenciaba. –¿Mamá? ¿Estás bien? –Me preguntaste y te miré fijamente con una sonrisa. –Sí, querido. –Respondí entregándome aquel espejismo, que siempre quise en toda mi vida. –Vamos a ver a tu padre. –Cierto. –Me dio su pequeña mano y seguimos pisando ese césped verde. Con ese olor a aire puro mientras una brisa golpeaba mis cabellos rizados y los erizaba junto con mi vestido de encaje y con flores que llegaban hasta las rodillas. Nos dirigimos a un campo donde había
Ubicación: Carolina del Norte, Estados Unidos.Mavie... Salí del balcón del apartamento de Carl, devastada y sintiéndome como el peor demonio del infierno. Me detuve entre el humo y el olor a azufre que salía de mí, cerca de otro edificio lejos de donde vine. Probablemente fuera de Columbia o Carolina del Sur. Llevé mis manos temblorosas hasta aquel pedazo del borde de la terraza, y sentí la brisa nocturna golpear mis mechones de chocolate con mechas rubias. Erizándolas hacia el lado derecho mientras mi cara corría lágrimas negras, chorreando a través de ese bloque de cemento. Respiré hondo con un sonido embargado y fungiendo. Aún no aceptando que lo había perdido. Mi compañero y hermano de años. Miré ese anillo que tenía una piedra escarlata en un tono de sangre y con esas garras de hierro arriba y a la derecha. Y me acordé de cada momento que pasamos juntos, de los cuales iban quedando en el pasado y no podía volver atrás. Y cómo me gustaría eso. Clavé mis garras de súc
Ubicación: Columbia, Carolina del Sur, Estados Unidos. Carlisle... Continuación del capítulo 25. El mismo día... Abrí mis ojos humanos, y sentí aquella brisa tomar mi cuerpo mientras observaba aquellas flores que se mezclaban entre azul y púrpura se erizaron a causa del viento. Respiré hondo aquel aire puro. Aún confundido con lo que estaba presenciando. Mis vistas se atentaron aquel cielo azul, sin nubes y límpido. Que pasaba un aura de paz y calma. Llevé mis manos hasta mi pecho y analicé aquellas ropas, camisa social blanca y entreabierta. Pantalones negros con tirantes del mismo tono, pero mis pies estaban descalzos. Me remití los dedos mientras me levantaba, y apoyaba mis antebrazos en el suelo de hierba verde. Me fijé más a mi alrededor, quedándome sentado. El lugar entero tenía Centaurea azules, que se extendían hasta los bosques al fondo. Los colores tan vívidos que llenaban mis ojos, hipnotizándome. No podía dejar de observarlas. Respiré hondo con ese aire
–Quita tus manos sucias de ella! –Vociferé al intentar levantarme, y cae nuevamente el sillón que estaba.–¡Vaya! –¿Pusiste las manos arriba en ironía. –¿No puedes tocarla? Perdón.–¿Qué le hiciste a Sarah? –Lo cuestioné con mi cabeza meneándose, queriendo quitar aquella sensación de mareo que estaba sintiendo.–Solo la hice dormir un poco, y fue bastante rápido. Te vi deambulando y decidí saludar y presentarme! –Rió largamente. –Qué escena más vergonzosa, un vampiro llevando una cabeza íncubo en la espalda y con el mismo debilitado. Ah Carlisle... ¡Eras mucho más que eso!–¡Vete a la mierda! –Retrocedí con rabia al mirarlo. Respiré hondo mientras mis dedos clavaban en el brazo del sillón, de tonalidad marrón oscuro. Y entonces entendí bien aquel lugar, era la casa de Emmeline. Y fue cuando mi mirada se paró en ese portarretratos, con una foto nuestra que me desmoronó por completo allí. Lo miré por minutos eternos. Rex se levantó y fue hacia él, lo agarró y lo analizó con una mueca.–
–Señor Waffles... –Clamé en una voz embargada, observando su corpiño caer sin vida en el suelo lo que me estremeció completamente. –Creo que ya hice mi servicio, y completo. –Rió él enfureciéndome, dio unos pasos y se agachó delante de mí. Intenté transformarme de nuevo, pero no podía. –¡Ahora vamos a lo mejor! –Pronunció al tomar mi cara, y pasar la hoja de la mejilla hasta el labio superior que me hizo gruñir de dolor. –¡Perfecto! –Sonrió maravillosamente al soltarme y guardar la daga, sentí mi carne aún ardiendo y el dolor emergiendo en olas por segundos. –Y las cosas mejorarán, vamos a dejar explicito a nuestro clan lo que su cabeza anda tramando! O mejor ex cabeza de hierro, ya que ahora soy el nuevo jefe! Lo miré con mi piel humeante, con sangre negra goteando. Lo vi desaparecer en el humo, y me quedé allí unos minutos cuando mis ojos empezaban a desvanecerse. Junté fuerzas y miré alrededor, con aquel sol adentrando la ventana. Y paré en el gato, me moví y me arrastré h