Ubicación: Columbia, Carolina del Sur, Estados Unidos. Carlisle... Seguía mirando a esa humana... inerte y dormida en esa cama de hospital. Emme... La mujer que era el centro y el significado de mi vida. Y que ahora no tenía forma de saber, cuando la misma despertaría nuevamente o cuando podría ver esa mirada marrón e intensa en una expresión de deseo por mí. Respiré hondo mientras las mías iban de sus bellos cabellos, ondulados y largos, hasta el resto del cuerpo. Que un día fue mi fuente de placer y... amor. Amor que aún sentía profundamente, y arraigado por ella. Llevé mis dedos hasta su bello rostro, que aún respiraba sólo por una pequeña máscara de oxígeno. Me detuve en el aire, a centímetros de distancia. Para que mi poder no absorbiera toda su energía. Ojalá pudiera tocarla de nuevo, pero eso la debilitaría. Especialmente desde ese día en el que pude recuperar mis recuerdos del pasado y pude ver quién era realmente. Y porque todo ese sentimiento intenso tenía
–Fue una aventura con mi madre en la adolescencia, y rindió eso que soy ahora. –Sonrió levemente con aquella mirada, que noté que eran lentes. Por Lucifer, aquella chica sabía bien mentir y extender. La observé con un semblante orgulloso. –Y como vine a visitarlo, vino a presentarme a su compañera. –Bueno, vámonos. cualquier cosa, Kyle, si necesitas también me llamas! –¡Bien! –Sonrió de la manera seria de él y nos golpeamos uno en cada hombro amigablemente. Y eso en el pasado sería imposible para mí, ya que él sería un rival potencial. Él siguió por el pasillo y fui por el otro hasta el ascensor. –Eres una demonia en mentiras. –Comenté la mirando mientras las puertas metálicas se cerraban frente a nosotros. Me miró fijamente y me sonrió. –Aprendí de mi padre Carlisle. –Y giró hacia adelante, como si tuviera los hombros más ligeros. –Cínica. –¿Cínica yo? Mira quién habla. –Respondió con aquella rebeldía que me gustaba, pues eso me recordaba de Mavis. ¡Seguro que las dos no se ll
–Carlisle. –Habló y después miró a su padre. –Padre, perdón por no acordarme de usted, pero... mejor olvídese de mí y de mi madre. ¡Ya que somos vampiros! - Pronunció dejando con una cara de dolor. –¿Ese es el hombre que te arrojó a algún nido? –Me miró con rabia y furia. –No, Carlisle, me adoptó y me ha protegido. Quien lo hizo fue... –Se demoró. –... Rex! –Moví los brazos y nos desvanecimos en el humo, y vi a los demás correr hacia el medio. Mientras aparecía en el parapeto del edificio y los observaba. Sarah hizo una cara de dolor y la abracé desapareciendo de allí. Llegamos al balcón de mi apartamento, que ya había arreglado las puertas de vidrio. Sarah me abrazaba fuerte, cuando oí a la misma comenzar a llorar. Deslicé mis brazos y retribuiba acariciando sus cabellos largos y oscuros. Estuvimos allí por minutos eternos, hasta que la misma se calmara. Ella se distanció y secó las lágrimas con la manga del abrigo. Inhalando y me miró de mala manera. –Disculpa. –Me pedist
Rex... Observé bien, aquel íncubo arrodillado y debilitado. Sonreí largamente con aquello, sentí algo inundarme de inmediato. Como una felicidad extrema, en la que todo estaba saliendo según mis planes. Suspiré ruidosamente al ver a Millo a mis pies, me senté en aquella silla negra y acolchada. Mirando al resto de su grupo, que estaba totalmente encadenado con bandas simbólicas que los debilitaban. Oí un susurro de lo mismo que me hizo decir:–¿Qué? No oí bien. –Dije un om burlón, y Eliz se puso de mi lado.–Vete a la mierda y come mi mierda. –Me miraste con furia, que me encantó. –Tú... y tú también, Kart. ¡Es más despreciable que ese mierda, por unirse a lo mismo!–No veo ningún problema, me dio los distritos de Denver y Samall. –Kart aquel hombre de tonalidad negra y seria, vio como todos que conmigo saldría en beneficio. –Tú, Millo, con tus etiquetas de honor... ¡Está en el lugar que siempre mereció! –Habló burlón, que me hizo realmente tener una simpatía por él. –Bueno qu
Ubicación: Columbia, Carolina del Sur, Estados Unidos. Carlisle... 2 meses después... –¿Señor? –Me llamó aquel hombre con bigote grueso, y arrugas en su rostro con cabellos grises. Surgió de mis pensamientos, mientras aún estaba asombrado observando aquella bella joya frente a mí. –¿Eh? –Parpadeé un par de veces y le presté atención. –¿Qué encontró? –Me preguntó, y miré de nuevo ese hermoso anillo. Donde había una piedra lila que atenuaba con azul, y en el circulo dibujos de las flores que Emme más amaba. Centáurea azul y por dentro nuestras iniciales. Me quedé sin expresión con tanta belleza. –Está perfecto. –Sonríe para lo mismo, que pareció completo con mi aprobación. –Si quieres verlo mejor. –Sí. –No, no hace falta. ¡Si puedo meterlo en una cajita! –Lo pedí tranquilamente. –¡Ni siquiera tienes que pedir... Te hicimos un regalo, para ti y la futura novia! –Pronunció y me fijé mientras él tomaba la cajita de terciopelo, y decorada con las flores en colores vividos. –Tiene q
Acerqué las puntas de mis dedos, en mi boca aún sintiendo su sabor. E hice una mueca de dolor por aquello, miré el anillo en su dedo y ahí fue donde pude sonreír por un momento. Que parecía tan eterno, así como la puesta de sol de una tarde con brisa amena.–Volveré... mi amor. –Suspiré al dar pasos atrás y retirarme de su habitación. Me vi en aquel pasillo. Solo y sin nadie. Bajé la vista al dar unos pasos hasta el final, silencioso y sumido en humo. Oyendo solamente voces levemente. Me detuve cerca de un edificio lejos del hospital al sur. y me dirigí a la punta del balcón en la terraza, puse mis manos en el bolsillo de los pantalones negros. Y observé toda aquella inmensidad de luces entre construcciones de edificios y el tránsito que se paraba allí abajo. Quedé inmerso en aquella situación. Cuando sentí una presencia familiar hacia mí, giré mi rostro. Y lo vi allí. Rex meneando la cabeza.–Mira si no es el jefe... Quiero decir, ex jefe! –Afirmó con una sonrisa satisf
Emme... –¿Mamá? –La voz infantil me llamó, abrí mis párpados y vislumbré a lo lejos a ese pequeño niño corriendo hacia mí. Su mirada azul cielo me miró de abajo hacia arriba, faltando algunos dientes en su sonrisa. –¡Mamá, papá está llamando a la señora! –¿Para qué, Vincent? –Ese nombre resuena en mi mente, como si algo estuviera mal. Suspiré llevando mi mano a mi rostro, y sintiendo una leve debilidad en mi ser. Me dejé guiar en ese sueño profundo, que tenía en matices que se alargaban cada día y noche que presenciaba. –¿Mamá? ¿Estás bien? –Me preguntaste y te miré fijamente con una sonrisa. –Sí, querido. –Respondí entregándome aquel espejismo, que siempre quise en toda mi vida. –Vamos a ver a tu padre. –Cierto. –Me dio su pequeña mano y seguimos pisando ese césped verde. Con ese olor a aire puro mientras una brisa golpeaba mis cabellos rizados y los erizaba junto con mi vestido de encaje y con flores que llegaban hasta las rodillas. Nos dirigimos a un campo donde había
Ubicación: Carolina del Norte, Estados Unidos.Mavie... Salí del balcón del apartamento de Carl, devastada y sintiéndome como el peor demonio del infierno. Me detuve entre el humo y el olor a azufre que salía de mí, cerca de otro edificio lejos de donde vine. Probablemente fuera de Columbia o Carolina del Sur. Llevé mis manos temblorosas hasta aquel pedazo del borde de la terraza, y sentí la brisa nocturna golpear mis mechones de chocolate con mechas rubias. Erizándolas hacia el lado derecho mientras mi cara corría lágrimas negras, chorreando a través de ese bloque de cemento. Respiré hondo con un sonido embargado y fungiendo. Aún no aceptando que lo había perdido. Mi compañero y hermano de años. Miré ese anillo que tenía una piedra escarlata en un tono de sangre y con esas garras de hierro arriba y a la derecha. Y me acordé de cada momento que pasamos juntos, de los cuales iban quedando en el pasado y no podía volver atrás. Y cómo me gustaría eso. Clavé mis garras de súc