Capítulo 3

Dos semanas para algunos podría ser infinito, pero en mi caso pasó como un parpadeo. Antes de saberlo faltaban veinticuatro horas para la boda, todos los arreglos estaban preparados, pero yo no.

Llevaba dos semanas fingiendo ser Gianella y cada día se volvía muy difícil. Mi madre nos observaba más de lo normal, con sospechas seguramente. Padre por otro lado, no podía importarle menos. Solo tenía los ojos puestos en el gran trato que iba a cerrar con la boda, que una vez finalizada lo convertirían en uno de los miembros más importantes de su comunidad.

Claro que aún seguiría muy debajo de los Tonelli, pero volverse el suegro de Lucciano lo pondría en un pedestal que había deseado por años. No importaba si el costo era su hija.

La persona que me preocupaba era mi hermana, hacía una semana comenzó con las náuseas matutinas. Por suerte logramos esconder cualquier evidencia de las empleadas y mis padres, pero eso no bastaba para hacer sentir mejor a la pobre. Como no podía llevarla al médico, porque seguramente mis padres serían notificados al minuto de llegar, debimos buscar remedios caseros en internet y borrar cualquier evidencia de la búsqueda. El Ginger Ale ayudaba, al igual que las galletas saladas. Por suerte pude poner la excusa de los nervios para explicar porqué aumentó la compra de Ginger Ale.

Tenía que encerrarme en el baño y hacer sonidos de arcadas durante unos minutos, después salir y fingir dolor estomacal para que las empleadas y mi madre creyeran mi historia.

Estaba en mi habitación terminando de guardar los zapatos que me habían llegado cuando la puerta se abrió y Gianella entró dando saltitos.

La miré sonriendo y ella aseguró la puerta antes de acercarse.

-¿Qué? –pregunté.

-Matteo me dijo que todo está listo. Mañana luego de la fiesta nos iremos.

La abracé feliz por la noticia.

-Eso es genial hermana. ¿Saben a dónde irán?

-Debemos alejarnos lo más posible de aquí y de cualquier contacto con la mafia italiana. Padre tiene muchos aliados y los Tonelli aún más, así que nos decidimos por Islandia.

-Islandia –repetí no muy convencida.

-Nadie nos encontrará allí. Es un país de pueblos pequeños donde lo peor que ocurre son peleas por ovejas. La mayoría del país es campo, nadie pensará en buscarnos en un pueblo que está a la mitad de la nada.

Asentí de acuerdo. Jamás imaginarían que estaría en una cabaña, a la mitad de Islandia rodeada de pasto y animales. Me reí pensando en esa escena.

-¿Consiguió los pasaportes e identificaciones? –pregunté.

-Sí, incluso consiguió certificados de nacimiento. ¿Sabes lo difícil que es eso?

-Lo sé, es obvio que quiere asegurarse de protegerte lo mejor posible.

Ella asintió.

-Lo amo mucho y creo que seremos felices allí.

-Yo también lo creo –le contesté emocionada. –Te voy a extrañar mucho.

-Yo también, eres mi otra mitad –comenzamos a llorar como tontas y reímos al ver como moqueábamos. –Ojalá en algún momento podamos volver a vernos.

Asentí a eso. Después de mañana mi hermana se iría y no sabía si volvería a verla. Cualquier contacto con ella podría ponerla en peligro y ni en sueños arriesgaría su vida, la del bebé e incluso la de Matteo. Esperaba que tal vez en unos años, con mucha suerte, pueda comunicarme con ella y saber de su vida.

-Bueno, dejemos de llorar que tienes que prepararte para mañana –dijo Gianella. -¿Hiciste la maleta?

Negué

-Pues vamos a ello.

Las mujeres de nuestra familia, una vez que la noticia de la boda fue anunciada, comenzaron a enviar muchísimos regalos algo subidos de tono. Conjuntos de ropa interior en seda y encaje, negligé de varios colores, perfumes, cremas, camisones cortos y largos de seda fría que, si buen cubrían el cuerpo, eran bastante sensuales. Realmente no pensaba llevar más que los camisones, pero mamá dejó muy claro que no podía despreciar los obsequios, así que todo tenía que ir junto a mi ropa.

Nella me ayudó a armar las tres maletas que serían enviadas esta noche a casa de Lucciano. Nadie me había dicho que debía usar una vez casada, por lo que tiré de todo un poco para, al menos, no avergonzar a mi esposo los primeros días hasta poder comprar las prendas adecuadas.

Las mujeres jóvenes y casadas que conocía eran bastante llamativas, todas llevaban blusas escotadas y pantalones ajustados que mostraran su figura y vestidos de diseñado,  mientras que las más viejas preferían la discreción con vestidos o trajes combinados.

-Eso es todo –dije cansada después de doblar y guardar casi todo mi guardarropa, bueno el de Gianella que era muy parecido al mío

Un golpe sonó en la puerta.

-¿Gianella puedo pasar? –preguntó mi madre.

-Adelante madre –contesté suavemente como lo hacía mi hermana.

Madre entró en la habitación y frunció el ceño al ver a mi hermana.

-Necesito hablar con tu hermana a solas, Gianna –dijo mirándola.

Mi hermana se levantó y me miró de reojo antes de salir del dormitorio cerrando la puerta. Madre esperó unos segundos antes de sentarse frente a mí.

-Mañana te casas y quiero que estés preparada –comenzó. –Lucciano es un hombre joven, con necesidades…

Abrí mis ojos entendiendo a donde quería llegar. Levanté la mano deteniéndola por la vergüenza que me provocaba escuchar a mi madre hablando de sexo.

-Madre estoy muy informada acerca de eso. No es necesario tener “la charla” –expliqué enfatizando con mis dedos.

Ella frunció el ceño hasta que entendió a qué me refería. Negó sonriendo.

-No me refiero a eso tonta.

-Entonces no entiendo.

Ella giró los ojos.

-Por supuesto que no entiendes, por eso estoy aquí –suspiró. –Los hombres en nuestro entorno están acostumbrados a tener amantes, no quiero que te sorprendas si Lucciano prefiere estar con su amante que contigo. Obviamente no se casan por amor y Lucciano no está contento con la boda. Supe que tiene una amante fija desde hace meses.

Abrí mi boca ante la noticia que acababa de darme.

-¿Fija? –pregunté.

Eso significaba que tenía sentimientos por esa mujer y era preocupante.

-Sí, necesitaba decírtelo antes de la boda para que no te llevaras la sorpresa.

-¿Es alguien conocida?

-No, solo una stripper de su club.

Apreté los labios molesta.

-Es probable que él no la deje una vez casado –continuó ella. – Y debes dejarlo ¿me escuchas? No sé cómo será Lucciano, ya que no es muy expresivo y prefiere mantener su vida privada, pero sé que no toma bien las ofensas. Ha matado a hombres que le han faltado el respeto como si nada. No quiero imaginar lo que podría hacerte a ti si en algún momento lo molestas.

Tomó mis manos en las suyas y las apretó.

-Prométeme que tendrás cuidado con él.

Asentí.

-Tendré cuidado, lo prometo.

Ella respiró hondo, se levantó y me abrazó besando mi cabello.

-Sé que no he sido la mejor madre, pero quiero que sepas que las amo con mi vida, a ambas. Son la única luz que me permite vivir en este tormento.

-Mamá… -susurré.

-¿Si Gianna? –preguntó.

Abrí mis ojos sorprendida y la miré.

-¿Cómo…

-¿Crees que no reconocería a mi propia hija? No sé que las llevó a hacer este intercambio, ni quiero saberlo. Pero confío en las decisiones de mis niñas, y si lo hicieron de esta manera por algo fue.

-Nosotras…-comencé a explicarme pero ella negó con la cabeza.

-No quiero saberlo, es más seguro así.

Era cierto, si padre sospechaba algo podría llegar a torturarla para sacarle información. Utilizaba cualquier excusa para golpeara y una vez que Nella se fuera, donde padre tuviera la mínima sospecha de que mamá estaba enterada, la torturaría sin inmutarse.

-Te dejaré descansar. Mañana será una locura -Besó mi mejilla y se marchó.

Me quedé mirando la puerta mucho tiempo después de que se fue pensando en todo lo que me había dicho. Sorprendida por su muestra de afecto y preocupada por la información sobre Lucciano. Sabía que muchos hombres tenían amantes, mi padre incluido, pero jamás una mujer fija. Por lo general pasaban un par de meses hasta que se aburrían. Esperaba que con mi futuro esposo no fuera diferente.

Si bien no me casaba por amor, quería tener, al menos, respeto en mi matrimonio. Tal vez no al inicio porque tener relaciones con Lucciano inmediatamente no estaba en mis planes. Quería conocerlo primero, aunque corría el riesgo de que no me gustara lo que encontraría y aún así, en caso de que él lo quisiera,  no podría evitarlo. Pero en mi interior esperaba que sucediera como lo imaginaba, conocernos y tal vez en un futuro llegar a agradarnos.

Estaría destinada a permanecer casada hasta la muerte, en nuestro entorno el divorcio estaba muy mal visto, así que esta boda sería la única que tendría y esperaba que mi futuro matrimonio fuera moderadamente bueno. Si no había amor, no me preocuparía. Llegará el momento en donde Lucciano necesite herederos y podría verter mi cariño en esas criaturas.

Por ahora me conformaré con tener tiempo.

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