Macey subió a su auto y manejó hacia el evento, se había negado a que John fuese por ella o mandara un chófer, prefería manejar ella misma. Encendió la radio y comenzó a escucharla mientras se dirigió al tráfico de la noche. Diez minutos después de haber salido de su casa, sonó su celular, la pantalla en el tablero le anunció que era: John Pierce. Una sonrisa apareció en sus labios, presionó con su pulgar en una diminuta parte del volante para poder contestar.
—Ya estoy en camino, señor Pierce. —Macey sonrió divertida, pero la sonrisa se le borró poco a poco al ver que un auto aun la seguía desde hace varios minutos.
—Me alegra escuchar eso, señorita Crawford. ¿Por dónde es que viene? —Macey torció su labio.
—Creo que en unos veinte minutos podré estar llegando
John y Macey entraron al elevador del mismo edificio dónde se estaba llevando a cabo el evento, él estaba nervioso, tenía esa sensación de que todo iba a salir como lo tenía planeado; Al llegar a la azotea, el helicóptero los estaba esperando, Beatrice terminó de cumplir con el último pedido de su jefe.— ¿Qué? —jadeó de sorpresa Macey, no podía evitar no sorprenderse, miró a John quien tomó su mano para llevarla hacia una de las puertas y subir. —Espera, espera, —apenas dijo algo nerviosa, nunca se había subido a uno de esos, ¿Y si le pasaba algo en las alturas? Eso le recordó que tenía que hablar con John acerca de su enfermedad. John se detuvo y la miró.— ¿Qué pasa? —él estaba notablemente emocionado.—Nunca…Nunca me he subido a uno. —John
John comenzó a caminar de la mano de Macey más allá del gran jardín que solo era iluminado por unas luces cerca de las orillas, ella estaba tan feliz que decirle la verdad en estos momentos de su enfermedad lo arruinaría, “¿Y sí el tratamiento funciona y puedo controlarlo? Ya no sería tan preocupante como lo es en estos momentos”, pensó Macey.—Veamos que hay más allá, —dijo John.Al cruzar la línea de árboles, se encontraron frente a una gran fuente de piedra, más allá de esta, una gran casa rustica, tenía grandes ventanales, unos escalones de piedra y en el porche, un gran columpio de madera, Macey arrugó su ceño al ver a John decido a acercarse, pero se negó a seguir.—No, no, no vayan a salir los dueños, es mejor regresar, John. —pidió Macey, pero John sigui&
Dos meses después.La alarma sonó por tercera vez desde la mesa de noche de su lado, Jaren abrió un ojo y estiró su mano para buscar el cuerpo de Mina, pero su lugar estaba frío, levantó su mirada en su búsqueda, notó que la luz del baño estaba encendida, luego la puerta se abri&oacut
Por la tarde, apareció Megan, tenía el rostro cargado de tensión. Dejó el maletín en uno de los sillones y se dejó caer al lado.— ¿Cómo nos fue? —Megan torció sus labios cuando Mina preguntó, esta estaba en su silla hundida en papeles y carpetas.—Por primera vez he perdido un caso. —Mina levantó la mirada lentamente y giró su rostro hacia a ella son asombro, dejó lo que estaba haciendo para ir con su hermana. Megan se limpió las lágrimas, luego negó en silencio. —Jack salió sin nada de los tribunales. No pude lograr que la mujer pagara lo que hizo, ¡Se salió con la suya! —luego soltó un gruñido entre dientes, su rostro enrojeció. —El abogado nos jugó chueco…—su voz se quebró. —Hubieras visto el rostro de Jack al escuchar el vered
Macey esperaba de nuevo en el consultorio los resultados de su tratamiento, los nervios la tenían con el estómago revuelto, no había probado ningún bocado de nada al salir, el segundo medicamento tenía efectos secundarios bastante fuertes, su organismo estaba extraño que necesitaba averiguar si era normal. La puerta se abrió apareciendo la doctora, su rostro no mostró una señal de lo que estaba pasando.—Buenos días, Macey. —ella se tensó.—Buenos días, doctora.—Necesitamos hablar de los resultados, —ahora la preocupación estaba en todo el rostro de la doctora. —He descubierto que…—tomó aire y lo soltó lentamente, un momento después miró a Macey. —…no ha funcionado el tratamiento.— ¿Qué? —la voz se Macey se cortó. —Pero he
John miró a Macey quien se estaba conteniendo, él acarició su mejilla y le sonrió.—Todo va a estar bien, mi amor. —dejó un beso en su frente y luego otro en la punta de su nariz, después de unos minutos más, la doctora les pidió que pasaran al consultorio. John estaba emocionado, lleno de felicidad por lo que la vida estaba dándole, estaba al lado de su futura esposa, amor de su vida y ahora, tendrían una familia. Sentía ese hormigueo por debajo de su piel, la sonrisa no podía quitarla de sus labios, luego esta se fue esfumando cuando notó algo en Macey a su lado, así como las miradas con la doctora. — ¿No debo de estar aquí? —preguntó confundido al silencio que se había hecho en el lugar, la doctora sonrió educadamente.—Les daré privacidad para que hablen. —Macey asintió y
Byron miró las pantallas frente a él, se llevó una mano a su barbilla y se quedó pensativo.— ¿Qué quiere que haga, señor Pierce? —él negó y le hizo una seña de que se retirara. El hombre desapareció dejándolo a solas.—Esto no me lo veía venir. —susurró, miró la imagen de su hijo y de Macey en la pantalla, había escuchado cada palabra de aquella discusión, ahora sabía que Macey estaba embarazada y estaba enferma, le recordó a Michelle, la madre de ella. — ¿Qué es lo que harás, Byron? —se preguntó a sí mismo.Mina y Megan escucharon cada palabra de la boca de Macey, no sabían cómo reaccionar, lo que le dijo la cardióloga de evitar el embarazo, las había arrancado jadeos de terror, pero el saber que su herma
Eleonor salió de la oficina de John con un mal humor que ni ella podía aguantarse, el chófer le abrió la puerta y se subió, lanzó su bolso a lado de ella, contó mentalmente para poder tranquilizarse. El hombre vestido elegante que estaba al volante, miró discretamente por el retrovisor, su jefa estaba de malas.— ¿Está bien, señora Pierce? —Eleonor lo miró por el retrovisor.—Sí, llévame al club. —el hombre asintió y encendió el auto, luego, entró en el tráfico de la ciudad. Eleonor pensó detenidamente en las palabras de su hijo, él ahora también estaba interesado, sabía que no retiraría el dedo del renglón. Al llegar al edificio, sus tacones sonaron rudos contra el mármol negro, la mujer de recepción se paralizó.—Buenas tardes, se&