Oliver se preparó mentalmente para lo que venía. Afortunadamente, no estaría encerrado con Sebastián Cooper entre cuatro paredes. Hoy tenían la cita con Caleb Belmont, el hombre más escurridizo que no había tenido el placer de conocer.
—¿Estás listo, cariño? —preguntó Victoria saliendo del cuarto de baño.
—Tan listo que, deseo volver a la cama y tirarme a dormir hasta que el puñetero año haya pasado.
—¡De ninguna manera! No hice circo, maroma y teatro para que te quedes escondido en esta habitación. ¿Le darás a Sebastián el poder de verte convertido en un ratón?
Oliver amaba muchísimo a Victoria, pero en mañanas como esa; estaba tentado a lanzarla por la ventana.
—Oh, no, no me mires así, Oliver. Fuiste tú quien insistió en volver a San Francisco y
Oliver se quedó estático ante la reacción de Sebastián, él ni siquiera había procesado la pregunta que Caleb había hecho, y….—¿Qué pasa Cooper? —preguntó Caleb limpiándose la boca y el pequeño hilo de sangre de su labio roto.—Eso es exactamente lo que quiero saber, Belmont, ¿Qué mierda es lo que te pasa? —rebatió el hombre mientras luchaba por serenarse.Sebastián no había razonado, pero la sangre le hirvió en las venas al escuchar la clara insinuación de Caleb en la voz y lo siguiente que supo es que había cruzado el rostro del hombre de un buen derechazo.—Solo le hice una pregunta a Oliver, tan simple, tan sencilla ¿Cuál es tu problema, Cooper? —volvió a preguntar acercándose a él peligrosamente.Caleb no era un hombre sencillo d
«No»«No»Sebastián aún podía escuchar la respuesta de Oliver, el muchacho se había alejado de él y esperaba una respuesta de su parte. Pero él se había quedado más que sorprendido y con el orgullo herido ante su respuesta, que el silencio llevó a Oliver a abandonar la oficina, dejándolo con una dolorosa erección.Sebastián se vio en la penosa y humillante situación de salir al baño y darse placer pensando en la boca caliente de Oliver sobre su polla y solo se sintió mucho peor luego de correrse.Oliver, por su parte, se negó a volver a la oficina de Sebastián durante el resto del día, había incluso ignorado las preguntas de Lucero y corrió al baño un par de veces para saciarse así mismo. El caso es que su cordura estaba rayando la locura. ¿Realmente le había pedido
Caleb giró el rostro para ver a la mujer que se había atrevido a quitarle a Oliver de las manos. Aunque él no pensaba hacerle nada malo, no quería dejar pasar la oportunidad de ganar puntos con el chico.—¿Quién eres tú? —preguntó Caleb dando un paso hacia Victoria.—Soy la novia de Oliver y tú, ¿quién diablos eres? —le preguntó frunciendo el ceño al escuchar el gemido que escapó de los labios de Oliver—. ¿Qué diablos le hiciste maldito imbécil? —arremetió Victoria contra el hombre.—No le hice nada, más bien estoy ayudando a tu novio a salir de esta —respondió el hombre indignado. Caleb Belmont, no necesitaba drogar a ninguna mujer u hombre para tenerlos en su cama.—Pues no te creo.—Pues ese es tu maldito problema, no el mío —replic&oac
Oliver intentó mover su cuerpo, pero una mano sobre su cintura y una pierna sobre su pierna le impidieron moverse.El pánico se apoderó de él en el preciso momento en el que abrió los ojos y pudo ver que no estaba en su habitación en la mansión Cooper y que ese cuerpo sobre el suyo no podía ser de Victoria. Pero si no era su mejor amiga… entonces, ¿de quién era?... el miedo se coló en su corazón y su cuerpo tembló violentamente.Imágenes de lo ocurrido en el antro llegaron a su mente. Caleb invitándolo a unos tragos y luego la discusión que había sostenido con un tipo desconocido que trató de llevárselo. ¡El hombre que lo había drogado! Oliver se movió con mayor ímpetu, quería liberarse de aquel toque, quería girar el rostro y ver quién era ese hombre que se había propasado con
Sebastián miró a Oliver moverse por su oficina, el chico tenía una ligera sonrisa en los labios y él solo pensaba en ponerlo de rodillas delante de él nuevamente. Sé mesó el cabello con frustración e hizo un esfuerzo titánico para apartar la mirada del chico y se concentró en buscar nuevas ensambladoras para llegar a un acuerdo, lo que le hizo pensar en Caleb Belmont.—Sé puede saber… ¿Qué es lo que hacías con Caleb? —le preguntó de repente y Oliver se quedó estático en su lugar.—¿Qué?—La noche del antro, estabas con él —repitió tratando de que su voz no sonara celosa, pero fallando estrepitosamente porque fue lo más cercano a un gruñido.—No, quiero decir: llegué solo al antro y nos encontramos —declaró Oliver sin atreverse a mirarl
Oliver pasó la mirada de uno a otro hombre, los dos parecían toros de lidia dispuestos a enfrentarse a muerte en el estacionamiento de la compañía. Los dos parecían olvidar que no estaban solos en el lugar.—Mierda Oliver, creo que se te ha juntado el ganado —dijo Victoria en tono bajo y cómplice.La mujer luchó por sofocar una risita, pero no pudo.—¿Qué mierda hace Sebastián aquí, no se había marchado ya? —le preguntó Oliver a su mejor amiga.Victoria lo miró en silencio y pensó en la mejor respuesta para darle. ¿Oliver pensaba que ella era adivina?—No soy una maldita bruja y no tengo una jodida bola de cristal para saber el cómo o el por qué Sebastián está aquí cariño. Pero segura estoy de que por mí no es —respondió haciendo que Oliver le dier
Sebastián no tenía ni una jodida idea de cómo llegaron al departamento. ¡Sí, al departamento! No a la casa, no a su habitación en la mansión ¡No! Él había conducido a su departamento de soltero y lo que era mucho más apremiante era la manera en la que su boca se aferraba a la boca de Oliver.El calor de la pasión corría como lava volcánica por sus venas, no podía continuar negando que la boca y el cuerpo de Oliver despertaban en él, una fiera pasión y por muy ilógico que fuera ni siquiera había podido sentir la mínima parte por una mujer.Sebastián dejó de pensar cuando la mano de Oliver acarició su polla por encima del pantalón.—Te necesito dentro de mí —le dijo con la voz cargada de excitación y para Sebastián fue un ramalazo de placer que se concentró en s
Oliver se movió con sutileza, el cuerpo le dolía, específicamente su agujero. Sebastián había cumplido su promesa y lo había cogido hasta hacerle ver las estrellas. Se sentía tan jodidamente dolorido, pero tan malditamente satisfecho que no pudo evitar reprimir el gemido que abandonó sus labios.—Santo infierno, Oliver, no te muevas —gruñó Sebastián a su oído y entonces Oliver fue consciente de que el hombre estaba enterrado aun dentro de su canal.—¡Vas a matarme! —gritó Oliver cuando el hombre movió la cadera y se enterró un poco más en él.—No te escuché quejarte anoche, gritar sí, pero quejarte…—Idiota —gruñó el muchacho al escuchar las palabras de Sebastián, sabía que se estaba burlando de él, sobre todo cuando escuchó la r