Sebastián no tenía ni una jodida idea de cómo llegaron al departamento. ¡Sí, al departamento! No a la casa, no a su habitación en la mansión ¡No! Él había conducido a su departamento de soltero y lo que era mucho más apremiante era la manera en la que su boca se aferraba a la boca de Oliver.
El calor de la pasión corría como lava volcánica por sus venas, no podía continuar negando que la boca y el cuerpo de Oliver despertaban en él, una fiera pasión y por muy ilógico que fuera ni siquiera había podido sentir la mínima parte por una mujer.
Sebastián dejó de pensar cuando la mano de Oliver acarició su polla por encima del pantalón.
—Te necesito dentro de mí —le dijo con la voz cargada de excitación y para Sebastián fue un ramalazo de placer que se concentró en s
Oliver se movió con sutileza, el cuerpo le dolía, específicamente su agujero. Sebastián había cumplido su promesa y lo había cogido hasta hacerle ver las estrellas. Se sentía tan jodidamente dolorido, pero tan malditamente satisfecho que no pudo evitar reprimir el gemido que abandonó sus labios.—Santo infierno, Oliver, no te muevas —gruñó Sebastián a su oído y entonces Oliver fue consciente de que el hombre estaba enterrado aun dentro de su canal.—¡Vas a matarme! —gritó Oliver cuando el hombre movió la cadera y se enterró un poco más en él.—No te escuché quejarte anoche, gritar sí, pero quejarte…—Idiota —gruñó el muchacho al escuchar las palabras de Sebastián, sabía que se estaba burlando de él, sobre todo cuando escuchó la r
Sebastián miró fijamente a Oliver, deslizó su mirada por su rostro y luego hacia las manos de Victoria agarrando las de su chico.¡Joder!, pensó Sebastián. Estaba loco por pensar en Oliver como suyo. Pero era así: él no era un hombre de medias tintas. Por esa razón no había buscado otra mujer, tuvo encuentros esporádicos, no iba a negarlo al fin y al cabo no era un puto santo para abstenerse de tener sexo.Pero no sé dio tiempo de tener una relación con nadie, porque le gustaba ser exclusivo. Que la chica donde metiera la polla, fuera suya por el tiempo que les durara la calentura, por supuesto él siendo claro desde un principio ofreciendo sexo, exclusividad, pero no amor. Porque no se podía dar lo que no podía sentirse.Con Oliver había hablado y fue sincero en todo momento. Y creía que las cosas quedarían claras entre ellos
Sebastián no pudo negarse a lo que Oliver le estaba ofreciendo en ese momento. Su cerebro estaba ligeramente embotado por el licor consumido, pero su cuerpo estaba más que listo para desquitarse por las noches en vela que había sufrido pensando en lo que Oliver hacía con Victoria en la habitación.Oliver pegó su cuerpo al de Sebastián al sentir como aquella fuerte mano se deslizaba por su espalda hasta sus redondas nalgas y como las tomaba y apretaba con fuerza.Gemidos abandonaron los labios del muchacho al sentir la polla de Sebastián golpear su pelvis y al sentir como el placer se extendió por todo su cuerpo.Oliver deslizó su mano entre sus cuerpos y con decisión ahuecó la polla de Sebastián entre sus manos y lo escuchó gemir en medio del beso.Sebastián presionó con más fiereza sus labios sobre la boca de Oliver, mientras la ropa fue
Sebastián estuvo a punto de saltar de su silla cuando Oliver le respondió “Sí, señor”, y un segundo después miró a Caleb Belmont y no solamente eso. ¡No! ¡Si no además le había sonreído como si fuera un hombre libre!Sebastián pensó dos cosas: Oliver era muy valiente al retarlo de esa manera o deseaba ser castigado y vaya que él estaba más que dispuesto a darle unas cuantas palmadas hasta dejarle rojas las nalgas.—¿Te consigo un recipiente, Cooper? —preguntó Caleb—. Se te cae la baba —añadió simulando limpiarse la comisura de sus labios.Sebastián lo miró con ganas de querer asesinarlo, pero le complació que al menos el tipo supiera lo que había entre Oliver y él.—Imbécil —masculló Sebastián.—No más qu
—¡Maldita sea! ¿¡No sabes tocar la puerta!? —gritó Sebastián. Ahora tenía la seguridad de que la joven italiana no tenía nada con Oliver, pero eso no solucionaba su problema de celos. Porque él había escuchado claramente los descarados gemidos de la mujer, así que estaba seguro de que algo había pasado entre ellos.—Por supuesto que sé tocar, no tengo la culpa de que seas sordo. Además, si vas a tirarte a Oliver en tu oficina, ten la responsabilidad de cerrar la jodida puerta —rebatió Victoria sin inmutarse.Oliver por su parte estaba rojo como un tomate y lo peor de todo ¡Tenía los pantalones manchados de su reciente corrida! Se sintió avergonzado de su comportamiento. Sebastián ni siquiera lo había tocado sexualmente. Solamente… «Tuvo que golpearte el culo y te corriste como un adolescente», pens&
La mirada de Caleb Belmont se deslizó por el cuerpo perfecto de Victoria. «Tengo que reconocer que eres más ardiente que el sol. Mujer vulgar», pensó.Se puso de pie y caminó para ir a su encuentro y antes de que pudiera decirle una sola palabra, ella giró para verlo y la respiración se le atoró en el pecho. Era una puta diosa en todo el sentido de la palabra.—Cierra la boca o te entrarán moscas —se burló con una sonrisa sexy—. Parece como si nunca hubieses visto a una mujer —añadió.Caleb había visto a muchas mujeres en su vida y había estado con un sinfín de quienes no podía recordar absolutamente nada, pero tenía la impresión de que esta mujer delante de él; era la excepción a la regla. Estaba seguro de que Victoria era de las mujeres que dejan huella por donde pisan.—Te ves&hel
Sebastián miró a Oliver y lo miró como si fuera la primera vez que se vieran. Sentía la necesidad de hacer muchas cosas con él. Cosas que nunca antes pensó en hacer, nunca sintió la necesidad de sentirse más unido a otro ser humano, como le sucedía en ese momento con él—¿Qué sucede, por qué me miras así? —preguntó Oliver, sintiéndose de repente abrumado por la intensidad de la mirada de Sebastián.—¿Cómo te estoy viendo? —le preguntó.Sebastián llevó el dorso de su mano y acarició la mejilla de Oliver con… ¿Ternura?—Có-cómo si quisieras, co-comerme —tartamudeó el joven cerrando los ojos instintivamente.—Y es que quiero comerte, Oliver, completito —aseguró antes de tomar su boca en un fiero beso.
Sebastián había dicho que no todo era sexo y lo que tenían era mucho más que simple sexo, pero tener a Oliver sobre su cuerpo le hacía olvidar por un momento sus propias palabras.—¿Sebastián? —Oliver restregó su dura polla contra la pierna del hombre.El agua podía disimular lo que pretendía, pero sabía perfectamente que Sebastián podía adivinar lo que quería.—Eres una jodida tentación, quiero hacer las cosas bien, Oliver. Quiero disfrutar contigo mucho más que…—Sexo, lo sé. Pero no puedes pretender que deje de sentir este fuego voraz que me atormenta y que nace de mis entrañas. Entiendo muy bien lo que me has dicho y no sabes lo feliz que me haces, Sebastián, pero ahora mismo solo deseo que te entierres en mi interior y me demuestres con hechos lo que sientes por mí —le provoc&