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Capítulo cuarenta y uno. Nuestro primer bebé

—¡Date prisa, Sebastián, o Tory es muy capaz de castrarte si te retrasas y perdóname, pero sin ese paquete en medio de tus piernas las cosas cambian! —gritó Oliver desde la habitación, mientras Sebastián se daba una ducha.

—Pues lo siento por Tory, pero soy un hombre jodidamente ocupado. ¿Qué es lo que se traen entre manos ahora que han llamado de última hora? —preguntó Sebastián saliendo del cuarto de baño.

—Pues no tengo ni puta idea, lo cierto es que me llamó y dijo que era importante y que no podíamos faltar. Se escuchaba muy feliz. Así que puedo pensar que no se trata de algo malo —dijo Oliver.

El muchacho se mordió los labios al girarse y ver el cuerpo desnudo de su macho alfa. El muy cretino solo traía una toalla alrededor de su cuello. Dejando a la vista toda su anatomía para tentarlo, Oliver sabía que era así.

—No me mires como si fuera un maldito trozo de carne, Oliver —pidió Sebastián, sin embargo, Oliver sabía que este era un juego sucio de su parte.

¿Quién en su sano juic
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