Caleb giró el rostro para ver a la mujer que se había atrevido a quitarle a Oliver de las manos. Aunque él no pensaba hacerle nada malo, no quería dejar pasar la oportunidad de ganar puntos con el chico.
—¿Quién eres tú? —preguntó Caleb dando un paso hacia Victoria.
—Soy la novia de Oliver y tú, ¿quién diablos eres? —le preguntó frunciendo el ceño al escuchar el gemido que escapó de los labios de Oliver—. ¿Qué diablos le hiciste maldito imbécil? —arremetió Victoria contra el hombre.
—No le hice nada, más bien estoy ayudando a tu novio a salir de esta —respondió el hombre indignado. Caleb Belmont, no necesitaba drogar a ninguna mujer u hombre para tenerlos en su cama.
—Pues no te creo.
—Pues ese es tu maldito problema, no el mío —replic&oac
Oliver intentó mover su cuerpo, pero una mano sobre su cintura y una pierna sobre su pierna le impidieron moverse.El pánico se apoderó de él en el preciso momento en el que abrió los ojos y pudo ver que no estaba en su habitación en la mansión Cooper y que ese cuerpo sobre el suyo no podía ser de Victoria. Pero si no era su mejor amiga… entonces, ¿de quién era?... el miedo se coló en su corazón y su cuerpo tembló violentamente.Imágenes de lo ocurrido en el antro llegaron a su mente. Caleb invitándolo a unos tragos y luego la discusión que había sostenido con un tipo desconocido que trató de llevárselo. ¡El hombre que lo había drogado! Oliver se movió con mayor ímpetu, quería liberarse de aquel toque, quería girar el rostro y ver quién era ese hombre que se había propasado con
Sebastián miró a Oliver moverse por su oficina, el chico tenía una ligera sonrisa en los labios y él solo pensaba en ponerlo de rodillas delante de él nuevamente. Sé mesó el cabello con frustración e hizo un esfuerzo titánico para apartar la mirada del chico y se concentró en buscar nuevas ensambladoras para llegar a un acuerdo, lo que le hizo pensar en Caleb Belmont.—Sé puede saber… ¿Qué es lo que hacías con Caleb? —le preguntó de repente y Oliver se quedó estático en su lugar.—¿Qué?—La noche del antro, estabas con él —repitió tratando de que su voz no sonara celosa, pero fallando estrepitosamente porque fue lo más cercano a un gruñido.—No, quiero decir: llegué solo al antro y nos encontramos —declaró Oliver sin atreverse a mirarl
Oliver pasó la mirada de uno a otro hombre, los dos parecían toros de lidia dispuestos a enfrentarse a muerte en el estacionamiento de la compañía. Los dos parecían olvidar que no estaban solos en el lugar.—Mierda Oliver, creo que se te ha juntado el ganado —dijo Victoria en tono bajo y cómplice.La mujer luchó por sofocar una risita, pero no pudo.—¿Qué mierda hace Sebastián aquí, no se había marchado ya? —le preguntó Oliver a su mejor amiga.Victoria lo miró en silencio y pensó en la mejor respuesta para darle. ¿Oliver pensaba que ella era adivina?—No soy una maldita bruja y no tengo una jodida bola de cristal para saber el cómo o el por qué Sebastián está aquí cariño. Pero segura estoy de que por mí no es —respondió haciendo que Oliver le dier
Sebastián no tenía ni una jodida idea de cómo llegaron al departamento. ¡Sí, al departamento! No a la casa, no a su habitación en la mansión ¡No! Él había conducido a su departamento de soltero y lo que era mucho más apremiante era la manera en la que su boca se aferraba a la boca de Oliver.El calor de la pasión corría como lava volcánica por sus venas, no podía continuar negando que la boca y el cuerpo de Oliver despertaban en él, una fiera pasión y por muy ilógico que fuera ni siquiera había podido sentir la mínima parte por una mujer.Sebastián dejó de pensar cuando la mano de Oliver acarició su polla por encima del pantalón.—Te necesito dentro de mí —le dijo con la voz cargada de excitación y para Sebastián fue un ramalazo de placer que se concentró en s
Oliver se movió con sutileza, el cuerpo le dolía, específicamente su agujero. Sebastián había cumplido su promesa y lo había cogido hasta hacerle ver las estrellas. Se sentía tan jodidamente dolorido, pero tan malditamente satisfecho que no pudo evitar reprimir el gemido que abandonó sus labios.—Santo infierno, Oliver, no te muevas —gruñó Sebastián a su oído y entonces Oliver fue consciente de que el hombre estaba enterrado aun dentro de su canal.—¡Vas a matarme! —gritó Oliver cuando el hombre movió la cadera y se enterró un poco más en él.—No te escuché quejarte anoche, gritar sí, pero quejarte…—Idiota —gruñó el muchacho al escuchar las palabras de Sebastián, sabía que se estaba burlando de él, sobre todo cuando escuchó la r
Sebastián miró fijamente a Oliver, deslizó su mirada por su rostro y luego hacia las manos de Victoria agarrando las de su chico.¡Joder!, pensó Sebastián. Estaba loco por pensar en Oliver como suyo. Pero era así: él no era un hombre de medias tintas. Por esa razón no había buscado otra mujer, tuvo encuentros esporádicos, no iba a negarlo al fin y al cabo no era un puto santo para abstenerse de tener sexo.Pero no sé dio tiempo de tener una relación con nadie, porque le gustaba ser exclusivo. Que la chica donde metiera la polla, fuera suya por el tiempo que les durara la calentura, por supuesto él siendo claro desde un principio ofreciendo sexo, exclusividad, pero no amor. Porque no se podía dar lo que no podía sentirse.Con Oliver había hablado y fue sincero en todo momento. Y creía que las cosas quedarían claras entre ellos
Sebastián no pudo negarse a lo que Oliver le estaba ofreciendo en ese momento. Su cerebro estaba ligeramente embotado por el licor consumido, pero su cuerpo estaba más que listo para desquitarse por las noches en vela que había sufrido pensando en lo que Oliver hacía con Victoria en la habitación.Oliver pegó su cuerpo al de Sebastián al sentir como aquella fuerte mano se deslizaba por su espalda hasta sus redondas nalgas y como las tomaba y apretaba con fuerza.Gemidos abandonaron los labios del muchacho al sentir la polla de Sebastián golpear su pelvis y al sentir como el placer se extendió por todo su cuerpo.Oliver deslizó su mano entre sus cuerpos y con decisión ahuecó la polla de Sebastián entre sus manos y lo escuchó gemir en medio del beso.Sebastián presionó con más fiereza sus labios sobre la boca de Oliver, mientras la ropa fue
Sebastián estuvo a punto de saltar de su silla cuando Oliver le respondió “Sí, señor”, y un segundo después miró a Caleb Belmont y no solamente eso. ¡No! ¡Si no además le había sonreído como si fuera un hombre libre!Sebastián pensó dos cosas: Oliver era muy valiente al retarlo de esa manera o deseaba ser castigado y vaya que él estaba más que dispuesto a darle unas cuantas palmadas hasta dejarle rojas las nalgas.—¿Te consigo un recipiente, Cooper? —preguntó Caleb—. Se te cae la baba —añadió simulando limpiarse la comisura de sus labios.Sebastián lo miró con ganas de querer asesinarlo, pero le complació que al menos el tipo supiera lo que había entre Oliver y él.—Imbécil —masculló Sebastián.—No más qu