Capítulo dos

—¿Estas bien?—cuestionó el chico recogiendo un libro que al parecer se le había caído.

—si estoy bien.—respondió ella mirando el suelo—disculpa por el choque, estaba distraída—se disculpó y caminó a paso apresurado hacia el salón.

Ella huía, estaba huyendo de aquel lugar como huía cada vez que no podía, Iker solamente la observo irse mientras sonrió—¡Que torpe!—exclamo aun con la sonrisa burlona en su rostro.

Así como huyó de aquel lugar fue detenida por aquella joven que siempre le había molestado.

—¿A dónde vas tan rápido?—cuestiono la joven con las manos en su cintura y sonrisa burlona—¡Estas huyendo de nuevo!—Exclamo con una voz cargada de ironía

Idally se limitó a bajar la cabeza, ignorarla y seguir el camino apresurada, pero no fue su mejor decisión, la joven indignada la tomo del brazo haciendo presión mientras encajaba sus uñas largas en la zona que apretaba, la presión era tanta que en pocos minutos el brazo de Idally comenzó a sangrar.

¡Suéltame, me lastimas!—Exclamó al sentir el dolor y mirar la sangre que bajaba por sus brazos recorriendo sus manos.

Pero aquella chica se negó a hacerle caso, mientras más Idally se quejaba más fuerza ponía en su agarre y más la dañaba, Idally nunca se había defendido, jamás le había importado lo que con ella sucediera, siempre había deseado ser invisible, prefería ser ignorada para no tener problemas pero nada era como deseaba y por eso estaba en esta situación.

Tomo fuerza de donde pudo y en un movimiento empujo a la chica tan fuerte haciéndola tambalear pero esta al traer tacones no pudo evitar caerse, Idally tampoco pudo evitar salir corriendo tal como era su costumbre.

Huía como si de salvar su vida se tratase, si, era cobarde, solo quería una vida tranquila y pacífica, una vida normal quizás, pero la de ella quizás jamás había sido escrita de ese modo.

[...]

Las demás horas fueron tortura, intentando no volver a toparse con aquella chica, hizo de todo pero el destino enserio la odiaba, tanto que para su mala suerte se había encontrado con ella en uno de los pasillos y lo peor era que no estaba sola.

—Agárrala—medio grito con voz chillona, esa ruidosa voz que Idally tanto despreciaba, esa voz que la torturaba.

Las chicas que venían con ella obedecieron, una de ellas mientras la jalo de uno de sus brazos susurro—Lo siento, yo no quería—expreso como si le doliera lo que a continuación sucedería, la tomaron y arrastraron hasta uno de los salones desocupados.

El salón era oscuro, ella intentaba soltarse pero no podía, quería huir pero ellas no se lo permitían, le pusieron un trapo en su boca para que no gritara, la amarraron como si de un animal se tratara.

Le tiraron cubetas encima llenas de agua, pero eso no les basto también le cortaron parte de su lindo cabello, lo peor para ella fue el tener que soportar las quemaduras de cigarro por sus piernas y muñecas, el ardor que le ocasionaron.

Narra Idally:

El dolor que sentía no se comparaba con nada, el ardor de mi piel al sentir el cigarro sobre esta, no había sentido tanto dolor, quería gritar, quería huir, si huir, escaparme, tal como había hecho siempre, pero no había salida, no había alguien que me ayudara, sentía ganas de llorar, ganas de morirme, de que todo terminara y así pudiera estar bien de nuevo.

Deseaba que terminara todo y aun así solo acaba de iniciar, el dolor no se iba, seguía ahí, marcas tendría de eso no había duda alguna, estaría marcada de por vida pero eso a ellas no parecía importarles.

Una de ellas miraba con miedo lo que las otras me hacían, parecía darle tristeza, querer ayudar, querer detenerlas pero aun así termino callando todo lo que quería decir.

Al finalizar su tortura terminaron abandonaron el aula, me dejaron totalmente sola en la oscuridad.

¿Qué les había hecho? ¡Nada!

Nunca había hecho daño a alguien, nunca había odiado, pero por primera vez sentía algo nuevo, un nuevo sentimiento creciendo dentro de mí, era el sentimiento del rencor.

Creía estar sola, pero no era asi, la puerta se abrió dejando ver a esa chica que me miraba con compasión desde hace rato, una de esas de las dos que me habían sujetado, entro en silencio y se acercó a mí y pidió perdón mientras me desataba.

—debes ir a casa—susurro en voz baja mientras se levantaba y se marchaba por la misma puerta en que entró.

No era mala, no era como ellas, pero aun así yo no podía perdonar, algo en mi se estaba acabando y algo nuevo estaba naciendo.

Como pude llegue a casa, por suerte mi madre no estaba, pude entrar sin problemas, ahora mi problema sería ocultar las marcas, las huellas que quedarían de por vida. Al menos mañana sería un nuevo día, mañana cumpliría 17 años y sería mi transformación, por primera vez me pasaría algo bueno en la vida.

No estaba bien, no estaba mal, no era nada en especial, solo era mi primera transformación, solo era una de tantas veces que lo haría.

La hora se aproximaba y el hecho de no tener apoyo en el momento más importante para mí comenzaba a darme igual.

Suerte con tu transformación cariño—expreso mi madre dulcemente mientras dejaba un beso en mi cachete—lamentó no poder estar a tu lado pequeña.

La envolví en un abrazo y susurré—No es como si fuera el más importante, habrá más ocasiones para que me apoyes—respondí al separarme de ella.

No importaba si estaba o no, si era difícil o fácil, yo tenía que salir por mí misma adelante.

Salí de la casa y camine en dirección al bosque, era inmenso, probablemente jamás me había parado a admirar su belleza, quizás ni siquiera había entrado a él en ningún momento, la hora comenzó a acercarse y el dolor en mis huesos dio inicio.

¿Qué si dolía?

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