Las operaciones del señor Alejandro fueron dolorosas, y no solo para él, porque ver a una persona alegre sufrir tanto sin poder mitigarle las punzadas de su rodilla, quebrantaba corazones. En ese momento apreciaba más los sedantes que la compañía de sus familiares, y su respeto por la muerte lo mantenía tranquilo, lo reconfortaba saber que si esta llegaba, habría dejado pruebas de llevar una vida digna; su envidiable forma de siempre parecer feliz y sus hijos. Si no llegaba tendría tiempo para dejar otros legados. Pero siendo testigo de su indomable Gabriel Alejandro, su madurez y vulnerabilidad ante las injusticias, seguro estaba que con haber hecho posible su existencia había dejado algo bueno, que podía quedarse encapsulado en su entorno o reventar y dispersarse hasta lo lejos, hasta después de los límites de la naturaleza del hombre.
Gabriel Alejandro entre su puzle de buscar puntos crucia
-Oye hombre, tranquilo. Tendrás lo que quieres. Luna dale el celular, él habla en serio.Trató de cubrirla pero el hombre sabía lo que hacía, no permitió que la bloqueara y repitió que le dieran el celular, pero Luna Andreina se lo puso en el pecho y negó con la cabeza. El caminante no podía esperar y expresó con palabras rápidas en tono alto.-¡No hagas que me ponga loco! ¿Entonces? Necesito que me des el teléfono y el dinero ahora mismo.Cuando el ladrón trató de acercarse, Gabriel Alejandro arrancó el celular de la mano nerviosa de Luna Andreina y se lo entregó al individuo pidiéndole que se calmara en tono de piedad. Él sujeto se echó el móvil al bolsillo, y sus frustraciones, el estrés, un resentimiento profundo, una rabia mal contenida y una moral desinhibida por la droga que había consumido,
El Zombi caminaba: diez pasos a la derecha y los mismos al contrario, a la luz del sol porque creía que la energía de esa estrella impulsaba su destreza mental. Sudaba, pero estaba feliz, a la expectativa, porque la letra de la servilleta la había reconocido un profesor que un día encontró una carta con la incomparable caligrafía que tenía escrito un relato que decía:Una nueva soga.Mi vida era una fosa donde el lodo me llegaba a la cintura. Si hubiera valorado por un momento que por lo menos tenía la libertad de moverme hacia la nada. En una rutinaria excursión hacia ningún lugar, desplazándome con dificultad decidí estirar mis brazos y encontré una soga, tiré de ella por tres horas y descubrí una roca que me ayudó a salir del lodo que ahora solo mis tobillos tocaba. Desde allí el
-¿Cómo puedes catalogar a alguien así como una mala persona? –Se preguntaba en voz baja. No podía hacerle esa pregunta a algún colega, porque no lo entenderían así leyeran cien veces el libro. -Secuestra, intimida, extorsiona, pero el resultado es… único. –Reflexionaba. -¿Por qué hacerlo fuera del margen de la ley? ¿Por qué no hacerlo dentro? –Se preguntaba, porque no tenía idea de que Justo Lara ya lo había intentado usando el amor y la compasión. –Tal vez ese sea el costo. –Suponía, y muy bien, porque María Victoria era muy inteligente. Esa noche durmió pensando en Justo Lara, deseando conocerlo, deseando preguntarle muchas cosas, porque ella ama el misterio, y él era el misterio en persona. Se obligó a ocultar su admiración hacia Justo Lara, porque su tarea era atraparlo para juzgarlo, n
El setenta y cinco por ciento de los que estuvieron dentro de la estación, entraron en un estado delicado más por las enfermedades psicosomáticas que por el veneno, que este, como le dijo el moderador a Samanta Veliz, se erradicaba riendo, porque ese proceso natural siempre ha eliminado las toxinas del cuerpo. Aunque tres periodistas informaron la posible muerte de veinte personas, nadie falleció. Por meses padecieron dolor en las articulaciones y calambres musculares los que no habían atacado la toxina a tiempo como lo hizo Samanta Veliz y otras veintidós personas que fueron informadas del antídoto por haber cumplido con ser felices.El hecho fue una noticia internacional. Algunos entrevistados civiles declaraban que había que ponerle fin a Justo Lara, otros decían que lo de Justo Lara se estaba saliendo de control, pero muchos otros celebraban lo ocurrido y hasta daban las gracias, porque no debería
Ella se lamentó un momento por sus deseos de saber más sobre él, y seguir esas conversaciones profundas y correspondidas, donde detrás de cada respuesta o comentario había un análisis que como él había dicho era «igual al momento posterior a mover una pieza en el ajedrez». Le había hecho ignorar la soledad que los dos sentían, pero con él fuera, había vuelto a hacer estragos.-Volverá. -Le dijo Juan José, y María Victoria se cuestionó si en esa casa todos podían diagnosticar sentimientos o pensamientos con la mirada.-¿A dónde fue?-A Buena Vista, a correr quebrada abajo saltando de piedra en piedra, o por la montaña por caminos improvisados. Él dice que no hay otra forma de sentirse más libre. Y luego irá a seguir con nuestro oficio, está planeando algo grande, donde ni a mí me
Pasados tres meses y dieciocho días de la muerte de Luna Andreina se mantenía serio, sin decir una palabra, con el plan listo de su venganza para el asesino de su novia, pero con la caja del corazón incómoda y obstinada, sin fuerzas para ejecutarlo. A veces gritaba tan fuerte que las paredes hubieran querido tapar sus oídos, cuando despertaba luego de haber soñado con ella. Encendía la televisión y veía las noticias de asesinatos, guerras, masacres, problemas económicos y políticos que siempre terminaban en muerte, y le agradaba «Humanos de mierda, mientras más mueran mejor» decía, y profesaba el día en que los humanos se matarían unos a otros por placer, ni si quiera como los zombis que según lo hacen para comerse a otros, o como los gladiadores que según lo hacían por deporte. Su vida le repugnaba, por eso a veces hablaba con las paredes, o con
Justo Lara quiso saber por qué había sentido morir y él le contó que un catorce de Julio, dos años después del asesinato de Verónica Triana, estaba en un parque turístico con su esposa Natalia y su hija Valery de siete años. Relató que hicieron carreras, rodaron por la grama y montaron a caballo. Había poca gente por ser miércoles y estaba empezando a oscurecer:-“Papi, Papi, un conejo Papi es un conejo, allá míralo”. Dijo mi hija. Lo recuerdo perfectamente porque fueron las últimas palabras que escuché de ella.Abiel siguió contando, que la niña corrió colina abajo emocionada sin que ellos pudieran reaccionar rápido porque estaban acostados «Le gritamos al mismo tiempo que no corriera» narraba. Pero cuando su hija llegó a los arbustos, un hombre salió de la maleza, la cargó y corri&oacu
Justo Lara miró a María Victoria y Juan José concentrados en sus reflexiones después de su profunda conversación, y bajó, sereno, a dar indicaciones precisas a sus moderadores.María Victoria lo esperó durante una hora en el balcón, sin poder sacarse esas palabras de la mente.-Dijiste que estarías fuera por una semana.- le recordó la detective a su delincuente cuando se sentó a su lado.-Ese era el tiempo supuesto, pero no calculé la falta que le haría a estos ojos tu sonrisa de niña seria. –Allí se quedaron hablando.Por órdenes de Justo Lara, Juan José había bajado para que Valeria América y Edward Mejía le contaran el nuevo ejercicio a realizar, para que se encargara con William Chacín de llevarlo al Plano de perfección. Perdomo había salido refunfuñando de la casa despu&ea