94. LA VISITA INESPERADA

Helen no pudo contenerse más. Estaba agotada, no solo de sus desplantes, sino de ser relegada una y otra vez al papel de "la segunda". Esa reacción que había estado conteniendo finalmente explotó.

—¡No quiero irme de Roma! —gritó, con una rabia contenida durante demasiado tiempo. Sentía que su propia existencia estaba siendo empujada fuera de escena por alguien que ni siquiera estaba presente.

Jarret giró hacia ella de golpe. Los nervios a flor de piel y la sensación de que todo lo que había construido hasta ahora estaba tambaleándose lo empujaron más allá de su límite.

—¡Estela, no me desgracies más la vida de lo que ya lo hiciste! —vociferó con tal fuerza que su ira retumbó en el aire como una tormenta recién desatada—. ¡Vete para la casa de tus padres hoy mismo!

El grito fue como una bofetada que
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