No podía evitar recordar lo que su tío solía decirle: Los Garibaldi son unos locos en su juventud, pero cuando encuentran a la mujer de su vida, se vuelven fieles como pocos. ¿Podría ser ella esa mujer? ¿En verdad era la que había logrado capturar el corazón de Gerónimo?
—¡Despierta, Cristal! —se reprendió en silencio, sacudiendo cualquier pensamiento romántico que intentara nublar su juicio. Su expresión se endureció de inmediato; no iba a caer tan fácilmente en las redes de un encantador de palabras. —¡No, no quiero hacer eso! —negó rotundamente, mirándolo con los ojos entrecerrados, dejando escapar un suspiro de frustración—. ¡Y mucho menos ahora que acabo de enterarme de todo! ¡Eres un casanova, Gerónimo! Esto no se soluciona así nomás. &mdaÉl se quedó en silencio por un instante, como si los pedazos de sus propios argumentos se derrumbaran delante de él. —¿De verdad desconfías así de mí, Cielo? —preguntó finalmente, con desesperación y genuina tristeza—. ¿No te he demostrado que me gustas más que nadie en el mundo? Cristal lo miró. No dijo nada, pero sintió que le costaba mantener la dureza en sus ojos. Gerónimo intentó acercarse otro paso, buscando acortar la distancia que los separaba. —¡Te presenté a mi familia como mi esposa, Cristal Garibaldi! —Continuó, con la voz rota, decidido a luchar por ella hasta el último aliento—. ¿Es que acaso no te gusto lo suficiente como hombre? Ella, en cambio, lo observó con los puños apretados. Cerró los ojos un instante, respirando pr
Cristal bajó la mirada, dudando aún, pero podía sentir como poco a poco sus palabras encontraban eco en su interior.—Vamos, tesoro, eres mi mujer, la mujer del soltero más codiciado de Roma, y tú me atrapaste sin proponértelo. Vamos, linda, deja de llorar ya —Sintió como Cristal se aferraba a él con fuerza. — Te amo, Cielo, te amo. Haré todo lo que quieras y más si dejas de llorar ahora, cariño, vamos.La abrazó con fuerza, como si temiera que pudiera escaparse en cualquier momento, y le besó la frente antes de seguir limpiando con delicadeza sus lágrimas. Su voz se mantuvo baja, casi un susurro, hablándole con ternura y desesperación. —Por favor, amor, ya no llores más. Haré lo que sea para verte feliz, vida mía —repitió Gerónimo mientras atrapaba su rostro entre sus manos
Cristal trata de protestar, pero Gerónimo ya ha comenzado a besarla y lamerla con mucho cuidado en su centro. Se recuesta en el espejo y gime; el ardor se pierde y solo queda el placer que le está proporcionando.—Amor… Amor… Espera un momento —. Haciendo un gran esfuerzo, intenta detenerlo para decirle quién es, quiere hacerlo.—¿Dime, Cielo mío? —pregunta él sin dejar de besarla.—¿Puedes hacer otra promesa para mí? —pregunta ella, algo que sorprende a Gerónimo pero no se detiene. Quiere hacerla olvidar todo lo demás.—¡Oh Dios, oh…! ¡Detente un momento, tengo que hablarte!—Habla, mi Cielo, yo te escucho—. Y mete su lengua en su interior, enloqueciéndola.—¡Ahhh…! ¡Gerónimo promete que me vas a perdonar por eso que te voy a deci
Alonso sigue defendiendo a su espía, recuerda la vez, cuando venían de Sicilia y los encontraron arrodillados, listos para ser ejecutados. Intervinieron y acabaron con esos perros antes de que cometieran otra injusticia. —Desde ese entonces, sus padres y su hijo que es mi espía viven con nosotros, trabajan en la granja de los abuelos. ¿Cómo puedes dudar de su lealtad?—pregunta con seriedad. — Él no nos traicionaría, y menos por Maximiliano.La mirada de Fabrizio se endureció aún más, su mente trabajando a gran velocidad. Las palabras de Alonso y Dante comenzaron a dar forma a una sospecha que, aunque solo una teoría, ya pesaba como una verdad ineludible. La ira crecía en su interior, pero logró contenerse lo suficiente para no perder el control.—Está bien, Alonso, no te pongas así —repitió con calma estudiada mien
Todos sus hermanos lo miraban con incredulidad, como si las palabras de Fabrizio fueran sacadas de una historia imposible de creer. Sin embargo, el jefe de la familia continuaba su relato con un tono grave, marcado por la mezcla de emociones que aún lograban afectarlo al recordar.—Según los guardias que cuidan de mi hija Fiorella, ellos la llamaban y gritaban mientras corrían hacia ella —continuó Fabrizio, conteniendo la emoción en su voz, aunque era evidente que su ira y preocupación aún estaban frescas—. Pero ya la conocen… Siempre lleva puestos sus audífonos, esos malditos audífonos, ¡y no escucha nada! Estoy cansado de advertirle que no lo haga, pero se niega a obedecer.Hizo una pausa, cerrando los ojos un momento como si reviviera todo en su mente. Estuvo a punto de perder a su preciosa hija si no llega a ser por la intervención del hijo de uno de sus enemigos.
En ese momento Gerónimo continuaba hablando con Darío, frunció el ceño al reflexionar sobre las palabras de su amigo. Reconocía que tenía razón, pero sus autos eran especiales, con todo lo que podían necesitar si los atacaban. Eran fuertes y poderosos, pero todas las mujeres en Roma lo conocían.—Tienes razón. Llamaré a Filipo para que me consiga uno nuevo y de otro color, algo discreto. Aunque no me encanta la idea… —murmuró con cierta vacilación, pero luego recordó la mirada dolida de Cristal y su reciente discusión. Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro mientras tomaba aire—. Por ella, lo haré.Darío asintió al otro lado de la línea, satisfecho de que su consejo fuera tomado en serio.—Cuídate, Gerónimo. Si no necesitas estar en la calle, quédate en casa al menos esta sema
Gerónimo percibió la duda en su voz, la misma que él mismo había alimentado con su historial y algunas de sus actitudes recientes. Cristal no podía evitar recordar la imagen de las innumerables mujeres que habían rodeado a su "Casanova" esposo en el pasado. Lo había visto con sus propios ojos. Era algo constante, imposible de olvidar. Él suspiró, notando cómo los celos de Cristal estaban llevando esa conversación a un punto que no podía permitirse. La adoraba, pero sabía que si no hacía algo pronto, la desconfianza crecería como una brecha insalvable entre ellos. Reconoció que, dado lo que había sucedido, su actitud sí parecía sospechosa. Por eso, decidió actuar rápido, con un plan claro. —Cielo, no te pongas paranoica, por favor. Mira, calma —dijo, levantando suavemente las manos como si in
Cristal, consciente de que se había traicionado a sí misma, trató de arreglarlo rápidamente.—Nada, nada. Quiero decir que… que me conocen por Cristal, pero aquí solo tú y tu familia me llaman por ese nombre. Los demás me conocen como Agapy —soltó precipitadamente, sin darse cuenta de que sus palabras solo encendían más las alarmas.Por dentro, se reprochaba amargamente. ¿Por qué no aprovechaste para contarle la verdad, Cristal? ¡Díselo ahora y deja de mentir! Él puede ayudarte, defenderte de Jarrett.Gerónimo la observó en completo silencio, como si intentara descifrarla. Todo en su instinto le decía que ella le estaba ocultando algo. Pero decidió no presionarla. Sabía que Cristal estaba descontrolada, enredada en su miedo. Forzarla en ese instante solo correría el riesgo de empujarla nuevamente al