Abigaíl, Agustín y Benjamín, habían pasado una buena noche, ellos estuvieron hasta las dos de la mañana hablando y comiendo.Cerca de las tres se despidieron y se fueron a descansar, Abigaíl, esa noche, se quedaría en casa de Agustín, esa sería la tercera vez que lo hacía desde que habían iniciado su relación, pues normalmente se quedaban en el apartamento de Abigaíl por aquello de la privacidad.Una vez que estuvieron en la habitación, Abigaíl fue al baño y tomo una ducha, después salió y se vistió con una camisa de Agustín, luego se metió en la cama y lo espero a que saliera del baño, la noche era fría, perfecta para estar entre los brazos de su amado.…Abigaíl.Había sido una excelente noche, pero yo me sentía incompleta, era la primera navidad que pasaba lejos de mi familia, los extrañaba.Agustín estuvo al pendiente de mí, él sabía como me sentía, así que no me dejo sola en ningún momento, cosa que le agradezco mucho.— Como te sientes— me pregunto mientras me abrazaba.— Los ex
Abigaíl abrió aquella hermosa caja mientras sonreí, por su mente pasaron muchas posibilidades, quizás eran unos zapatos o un bolso.Su sonrisa se borró al ver que solo eran algunos papeles, se sintió desilusionada, pero se olvidó de eso al reconocer la letra de su padre en esos papeles.…Abigaíl.El deber de un padre es proteger a sus hijos, pero también enseñarles a enfrentar toda clase de adversidades, el peor error de un padre es vendarle los ojos a su hijo y no dejarles ver que existen toda clase de personas, como aquellas que se pueden aprovechar de ti, de tu inocencia y de tu amor.No sabía como sentirme, mientras leía aquel papel, era obvio que estaba decepcionada de mis padres, pero ¿y Agustín?, que decía sentir ante su engaño, dolor, odio, tristeza, decepción o quizás un poco de todo.Era yo un negocio para él, ese que le daba grandes ganancias, era mi vida, un chiste para él y para mis padres, por qué nunca habían confiado en mí, en mi capacidad de tomar decisiones.Seis me
Eduardo se detuvo enfrente de las grandes rejas de metal, que rodeaba la casa real, Abigaíl estaba ida, por lo que él, le hablo para decirle que ya habían llegado.— Margaret— dijo— Hemos llegado.Abigaíl diario su mirada hacia la gran casa, sus ojos estaban cargados de una profunda tristeza.— Podrías esperarme, prometo no tardar— le pidió ella.— Por supuesto ve tranquila— le contesto él.Abigaíl, bajo del coche, sin ánimo, era la primera vez que caminaba hacia la casa, ya que normalmente entraba y salía en coche. Una vez que estuvo enfrente de la entrada principal, dos guardias se acercaron.— Disculpe, señorita, pero no puede estar aquí— le dijo uno de ellos.— Mi nombre esa Abigaíl Spencer, princesa heredera de la corona británica, solicito hablar de inmediato con el rey Guillermo primero y la reina Genoveva — dijo con voz de mando.Los dos guardias se miraron entre sí, luego volvieron su mirada a Abigaíl, su aspecto no era como el de la princesa, acaso estaba loca, pensaron los
Abigaíl sacó de su interior todo eso que se había guardado por años, ella sabía que si se lo seguía guardando lo más seguro que colapsaría.Mientras seguía metiendo ropa en su maleta, con la firme decisión de irse, su abuelo se acercó a ella.— ¿Qué haces? — pregunto Gilberto.— Me iré y espero y esta vez, no interfieran en mi vida— le respondió ella sin dejar de empacar.Guillermo, al escucharla, se acercó a ella, junto con Genoveva.— Hija, por favor, tú no te puedes ir así, debemos hablar, permítenos explicarte todo— dijo Genoveva entre llanto.— Te puedo asegurar, madre, que con todo lo que leí, fue más que suficiente, así que lo que pueda salir de sus bocas sería irrelevante— dijo.Abigaíl terminó de empacar, ante la mirada llena de tristeza de su familia, una vez termino ingreso al closet nuevamente y cambió su pijama, por una deportiva.Mientras Agustín conduce a toda prisa rumbo a la casa real, no había podido salir de la clínica después de la llamada de Benjamín, ya que en el
Era evidente el dolor y la decepción que Abigaíl sentía, cada una de sus palabras podía expresarlo.— Aún no sé lo que paso en realidad, pero si lo que necesitas es alejarte, así sea por un tiempo, hazlo y no lo pienses más— le dijo Eduardo.— Es lo que quiero— la mirada de Abigaíl estaba llena de tristeza.Eso le dolió a Eduardo, él la consideraba una gran amiga y estaba dispuesto a apoyarla sin importar qué, el cariño que sentía por ella, era sincero.— Margaret, llevo conduciendo casi diez minutos y aún no me has dicho a donde quieres ir— pregunto Eduardo.— Lo siento, podrías llevarme a mi apartamento— dijo ella.Eduardo condujo hacia el apartamento, sin notar que eran seguidos, una camioneta blindaba en donde uno de los hombres de confianza del conde de Derby, había presenciado todo lo ocurrido desde que Abigaíl había llegado a la casa real.Al principio también pensaban que se trataba de una mujer loca, pero al ver como el rey y la reina habían salido a verla, supo de quién se t
De la gran casa salió una hermosa mujer de unos cuarenta años, a su lado se paró un pequeño de unos siete años que sonreía lleno de alegría al ver a Abigaíl.— Bienvenida— dijo la mujer son una cálida sonrisa.Abigaíl se acercó a ella y se dejó abrazar, ese abrazo que tanto necesitaba, Abigaíl se soltó en llanto, se había estado conteniendo, pero ahora sentía que podía terminar de casar todo ese dolor que sentía.— Llora todo lo que quieras cariño, saca todo eso dolor— le dijo la mujer acariciándole la cabeza con cariño— Tu tía siempre estará pasa ti.— Gracias tía— le dijo ella en un susurro.Josefina, llevo a Abigaíl adentro de la casa, Eduardo las siguió con la maleta, mientras el pequeño Gilberto lo miraba con curiosidad.— Por favor, tráenos un poco de té— ordeno josefina a una empleada que estaba para cerca de unos de los pilares de la gran sala.— Como ordene, señora— dijo la mujer antes de irse.Josefina se sentó en un gran sofá, que estaba al pie de un ventanal que daba vista
El hombre asintió y con su mano, le hizo seña para que ingresara a la oficina. Abigaíl ingresado ante la mirada de muchos, entre ellos estaba Myriam, quien le pareció extraño el comportamiento de su jefe.— Que nadie nos moleste— le dijo el hombre a su secretaria.— Como diga, señor—contesto la chica antes de continuar con su trabajo.Abigaíl entró y se quedó de pie, esperando a que él ingresara, el hombre entro y se quitó el abrigo y lo colgó en un perchero que estaba al pie de la entrada.— Por favor tomé asiento— le dijo el hombre.— Gracias— contesto ella.Abigaíl lo siguió con la mirada hasta que este se sentó en su escritorio, ella podía notar el nerviosismo en él.— Señor Taylor— empezó Abigaíl— Sé que usted sabe de mi identidad.El hombre que había tratado de mostrarse tranquilo, palideció al escucharla, el rey le había pedido que la tratara como cualquier otra empleada, así evitarían que ella descubriera la verdad.— Princesa, yo— el hombre no sabía qué decir.— No tiene por
Agustín estuvo acompañado por sus padres y su amigo, aurora su madre se fue a la cocina y preparo algo de cenar para los cuatro. Era año nuevo, así que sería bueno celebrar con algo rico.— Gracias por estar aquí— les dijo Agustín.— Siempre estaremos para ti hijo— le dijo aurora sentándose en la mesa.— Sí, amigo, no tienes por qué pasar por esto solo, sabes que puedes apoyarte en nosotros— le dijo Benjamín.— De verdad, muchas gracias— dijo él.Los cuatro cenaron mientras sostenían una armoniosa conversación, evitando tocar el tema de Abigaíl. Después de terminar se fueron a la sala, en donde Benjamín abrió una botella de vino, para acompañar el ambiente.…Agustín.Habían sido días muy sombríos para mí, me había encerrado en mi dolor, esa era una manera de castigarme por lo que había hecho. La extrañaba tanto, que no sabía que hacer, nunca había pasado por algo así, por eso no sabía lo doloroso que era.Le doy gracias a mis padres y ami amigo por no dejarme solo en esto, por siempr