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capítulo 2.

Capítulo 2.

Narrador omnisciente.

Después de que el alfa se fuera el siguiente día, Zaria se encontraba un poco triste por no tener a su alfa, pero eso era sustituido porque tenía muchas cosas que hacer en la manada y no puede darse el lujo de fallarle a su alfa.

Luego de cambiarse baja para poder desayunar, los empleados de la casa ya le han preparado el desayuno y puesto en el comedor.

Zaria veía la gran mesa y lo vacía que está esta porque solo está ella, entonces ella toma la decisión de ir con su plato a la cocina.

Al entrar en esta los empleados se sorprenden pensando en que no le ha gustado.

—¿No fue de su agrado, luna? — pregunto el cocinero sin ponerse tenso porque la conocían y lo bondadosa que ella es.

Zaria negó con la cabeza.

—Vengo a desayunar con ustedes. — le dijo con una sonrisa sentándose en uno de los puestos que hay en la cocina.

Tanto el cocinero como los demás se sorprendieron, pero no le podían decir nada y solo se sentaron a comer en un sepulcral silencio, aunque todos se sentían en paz por la energía que emite su luna.

Zaria no le tomo importancia porque estaba feliz de no comer sola en ese desierto comedor. Al terminar ella les agradeció como siempre dándoles una sonrisa e ir de ahí para preparar sus cosas e ir a la manada a escuchar a los demás.

 Las horas pasaban el atardecer llega Zaria vuele a la mansión después de un día tan agotador deseando solo acostarse y poder dormir.

—¿cenará luna? — le pregunto una de las chicas que se encarga de la limpieza.

Zaria negó con la cabeza.

—No tengo hambre. — le dijo.

La chica asintió y Zaria se despidió de ella con una sonrisa.

Ella siempre sonríe emitiendo esa buena vibra a los demás.

Estando ya en su habitación ve lo vacía que se sentían sin su alfa para darle calor en las noches de frío.

Pero sabía que está fuera por su trabajo, como siempre siendo comprensible con él.

Al ya estar preparada para dormir un dolor en el pecho se le hace presente. Confundía se trata de levantar, aunque cae porque este se incrementa y ya no solo en el pecho, sino que en todo su cuerpo.

Zaria ahoga un grito, siente como si miles de dagas se incrustan en su piel aun en el suelo retorciéndose de dolor, las lágrimas no tardan en salir, pero no grita.

Pronto pasará.

Se repetían en su mente una y otra vez por el dolor, este no cesa, sino que se vuelve cada vez más fuerte, sin saber cómo ella se logra subir a la cama.

Las lágrimas no dejan sus ojos, el dolor no se iba y ella comienza a perder la conciencia, no sabía que era, pero no quería volver a sentir.

Desde de media hora Zaria cae desmayada por el dolor de la traición, ella sabía que eso era, aunque se niega a aceptarlo porque ella tiene que ser suficiente para él.

Ella es su luna, su mate, ella tiene que ser todo lo que él necesite.

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Al siguiente día Zaria se levantó más tarde de lo normal y no porque se haya quedado dormida, sino que su cuerpo le dolía horrores con cada movimiento, este le exigía que se detuviera.

Con un gran esfuerzo ella fingió una sonrisa a todo aquel que le viese, sus deberes como luna son más importantes que un simple dolor y ella no se detendría por nada.

—Luna, el kínder para los cachorros está quedando hermoso. — le dijo una de las madres que deja a su hijo ahí.

Zaria se encontraba en una banca del parque descansando tanto de su ajetreada mañana como de su cuerpo y ahí fue cuando una de las mujeres se acercó a ella.

Zaria no quería hablar con nadie en ese momento, pero no dudo en darle una sonrisa cálida a la mujer que se acercó con su dos cachorros, unos de seis a años y otro de apenas un año de vida.

—Me alegra que sea de tu agradado. — dijo Zaria desviando la vista de ella al parque.

La mujer no entendió el mensaje sutil de que Zaria quería estar sola, por qué se sentó a la par de ella viendo a su cachorro jugar con los demás que se encontraban.

—Es un bello día. — le dijo la mujer tratando de sacarle plática.

Zaria sabía que todos están acostumbrados a que ella sea la que quiera platicar con todos, pero hoy que no quería hacerlo, ella se acercó a tratar de entablar una conversión.

—Lo es. — le dijo con ese tono de voz calmada que contagia a los demás.

Y prueba de eso es él bebe que al principio estaba en quito, al estar en presencia de la luna de la manada se relajó hasta el punto de estar dormitando en el regazo de su madre.

La mujer estaba a punto de hablar, pero un hombre le llama la atención, así que se despide de su luna y se va con sus hijos para ir con el hombre que es su mate.

Zaria los ve irse y ve como el hombre le brillan los ojos al estar con su alma y lo feliz que es cuando carga a sus dos hijos.

El corazón de esta se encoge ante la vista y la nostalgia la invade, se supone que estar con tu alma al poco tiempo que la marca está hecha, las probabilidades de que las mujeres queden embarazas son altas, pero ellos ya tienen un año y no ha pasado.

Ella se pregunta si tendrá algo malo para no ser bendecidos con un hijo y luego recuerda la noche anterior el dolor insoportable, rápidamente borrar eso.

Soy todo lo que necesita.

Se dijo a sí misma convenciéndose de que fue nada lo de ayer y que hoy dormirá mejor.

Una lástima que noche tras noche luego de tres semanas eso no paso y siempre terminará inconsciente debido al inmenso dolor.

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