El río Neva, en San Petersburgo, aún estaba congelado casi en su totalidad. Al que consideraban la línea de vida de la ciudad, en algunas pocas zonas mostraba el recorrido del agua y en otras, su hielo quebradizo anunciaba la pronta llegada de días más cálidos.Anna paseaba por su ribera empedrada en un tramo no muy lleno de visitantes. Abrahel había exigido que el encuentro se realizara en un sitio público, porque desconfiaba de Lilith, sin embargo, la demonio llevaba una hora de retraso y eso comenzaba a inquietar a la joven. Anna no era amiga de las largas esperas.—¿Se habrá acobardado? —preguntó Yelena a Lilith mientras ambas se paseaban por la orilla contraria con ayuda de un hechizo de invisibilidad de la demonio.Se hallaban a unos trescientos metros de distancia de Anna.—No. Abrahel podrá ser muchas cosas, pero no es una cobarde —dijo recelosa y evaluó los alrededores con atención.Abrahel era una demonio traidora que cambiaba constantemente de bando según sus caprichos le i
Drake tomó los restos que quedaban de lo que fue su escritorio de trabajo y los lanzó haciéndolos añicos contra una pared.Igual hizo con un mueble que había resistido el ataque de los demonios, pero que no se salvó de la furia de él, siendo expulsado por una ventana hasta hacerse trizas en el jardín.Borya y Alexey lo miraban desde la puerta del despacho, esperando a que la bestia infernal descargara toda su furia.Cuando terminó de echar abajo lo poco que había quedado en pie en esa habitación, se detuvo para mirar la destrucción sin sentir un poco de calma. Respiraba con dificultad, bufando como un animal herido, con los ojos más plateados que de costumbre y el cuerpo totalmente desfigurado por la ira que lo consumía.—¿Ahora sí podemos hablar?La intervención de Borya hizo que él se girara furioso hacia ellos. Alexey retrocedió un paso y tomó la empuñadura de su espada. Ya había peleado en una ocasión con esa bestia infernal, pero no estando tan colérica.—Se llevó las gemas y se
Natasha inspiró con tanta fuerza que sobresaltó a Alexey y a Drake, quienes miraban de cerca su trance.El primero, maravillado. No se cansaba de ver a su brujita brillar como un diamante cuando ponía en práctica sus dotes angelicales, haciéndola tan bella y perfecta como una verdadera aparición celestial.Drake en cambio, tenía una mezcla de furia, desesperación y miedo que le costaba dominar. Sus manos temblaban ansiosas, anhelando arrancar cuellos y triturar huesos hasta hallar a su amada.—Kholat Syakhl —dijo la bruja y abrió los ojos de manera repentina.—¿Kholat Syakhl? —repitió Alexey, confundido.—La montaña de la muerte —expresó Drake con irritación—. La llevó a Urales, ¡a la guarida de Belial! —aseguró, recordando el sitio maldito donde ellos habían robado las gemas del destino y donde Yelena se enteró de su complicada y perturbadora realidad.En ese lugar Belfergor había tenido prisionera a Hamiah, haciéndole los más atroces maltratos.Enseguida se puso de pie para preparar
Abaddon salió cojeando de la celda, torciendo con violencia su brazo derecho para ubicar de nuevo el hueso del hombro en su lugar. Se relamió la sangre que manaba de su boca, al tiempo que se abotonaba el abrigo.—¿Es difícil para los de tu especie mantener los bajos instintos controlados?El demonio alzó la cabeza para mirar al odioso ángel parado frente a él, con pose arrogante y serena.Ezael estaba impoluto, blanco, limpio y hermoso. Su imagen perfecta descuadraba por completo dentro de aquella pocilga sucia y manchada por la sangre de todos los que allí habían sido torturados hasta que dieron su último respiro.Abaddon, en cambio, había perdido su perturbadora y diabólica belleza. Tenía la ropa deshecha, el rostro y el cuerpo marcado por profundas garras y mordiscos, varios huesos rotos, tierra se adhería a su piel sudorosa y decenas de heridas sangrantes en toda su piel.Sin embargo, no se preocupaba por su apariencia. Las lesiones le sanarían en minutos, y un buen baño y ropa n
Yelena estaba colgada de un artilugio diseñado con tubos de hierro y cadenas que mantenía apresadas sus manos.Sobre su cabeza se hallaba una abertura en la montaña, como un cráter, que miraba al cielo, y desde donde podía verse al sol cubrirse poco a poco con la luna.A sus pies, un enorme pentagrama invertido había sido tallado en el suelo. En cada punta se hallaba una antorcha encendida, que generaba un fuego alto y abrazador, y sobre la línea del círculo estaban diseminadas las nueve gemas del destino, todas ellas brillando como diamantes una vez fueron puestas en su lugar.La chica se encontraba como desmayada. Al llegar a esa zona de la guarida de Belial le dieron de beber, a la fuerza, varios brebajes que le restaron fuerzas y la dejaron confundida, mezclando en su cabeza la realidad con imágenes falsas.Veía entre los hechiceros que iban y venían a su alrededor, cantando oraciones rituales y lanzando polvos al centro del pentagrama y hacia ella, las figuras de Drake, de su her
Borya se esforzó por recobrar el aliento. Su mirada enrojecida era capaz de apreciar los espectros y las almas en pena que se paseaban por el interior de aquella mansión, de la que solo quedaban ruinas.Su cuerpo ensangrentado y herido sanaba con rapidez, pero aun así, las energías las tenía casi extintas.La batalla con Abaddon no había resultado nada fácil. Aunque logró una segunda y más poderosa transformación, el demonio superior poseía una fuerza igualada a la suya.Al lograr sentarse, miró con asombro las paredes derrumbadas y el fuego que consumía al hogar.Abaddon yacía en medio de esa destrucción, boca abajo, semioculto entre escombros y cubierto de sangre. Una de sus alas había sido desprendida de su cuerpo y la otra estaba tan rota, que podía deshacerse con algún movimiento brusco.Al descubrir que su enemigo había sido neutralizado se puso de pie y fue hacia el sótano en busca de Lilith.No podía continuar con aquella pelea, debía recuperarse antes de seguir. Además, los r
Anna y Natasha caminaban apresuradas por el serpenteante túnel, intentando guiarse con el mapa que Iván les había facilitado. Aquella laberíntica cueva parecía traicionera y no deseaban perder el tiempo extraviándose.Para suerte de ambas, solo se toparon con humanos, todos ayudantes de hechiceros, a quienes Natasha con facilidad neutralizaba utilizando un hechizo potente que los hacía dormir por horas, sin que nada lograra despertarlos.—En algún lado deberíamos encontrar peligro real —dijo la brujita, nerviosa por la calma que parecía haber en esa guarida.—Todo el peligro está afuera, aquí el único que queda es Belfergor.Las dos se detuvieron al escuchar gritos de auxilio.—Belfergor y toda su corte de hechiceros —aclaró Natasha.—No solo secuestró a Yelena —expuso Anna evaluando los gritos—. Esas son voces de otros humanos, debe haber prisioneros.—Los conjuros malignos de los hechiceros necesitan de mucha sangre humana para mantenerse. Quizás esas voces sean de las personas que
Alexey comenzó a mezclar sus capacidades de brujo con su agilidad con la espada. La cantidad de heridos a los que debía atender se equiparaba con la cantidad de enemigos a los que debía vencer.Sin contar, con el despiadado ataque que sufrían desde los cielos de parte de los dragones.—¡Creo que es hora de que aparezcan! —bramó a la nada, lanzando una súplica a los ángeles, quienes aún seguían sin dar señales de vida.—¡Muchacho, avalancha! —le gritó Serguei, lanzándose sobre él y teletransportándolo a varios metros de distancia para evitar que la ola de nieve se lo tragara.Alexey había estado tan concentrado en asesinar a demonios y a bestias que no había visto ni escuchado la cercanía del peligro.—¡Debemos sacarlos de allí! —exigió en referencia a los humanos y a los demonios aliados que no habían corrido la misma suerte que él y fueron arrastrados por el oleaje de nieve.—¡Lo haremos cuando terminemos con estas fieras! —bramó Serguei antes de soportar el ataque de una bestia que