El diabólico ser también tenía forma humanoide, pero esta era alta y de cuerpo portentoso, con el cabello rapado, el rostro deformado y pérfido y las manos con garras filosas.
En el pasado ese ser había sido un humano. Un hombre que fue víctima de un demonio y de un hechicero maligno, perdiendo su alma y su voluntad para transformarse en un engendro que se devoraba a otros de su raza.
Yelena dejó de respirar ante el asombro de toparse de nuevo cara a cara con una de esas bestias, pero temblaba tanto por el miedo que no pudo evitar que su cuchillo cayera al suelo y emitiera un ruido que hizo reaccionar al animal y desató en él un rugido feroz.
La onda expansiva de su sonido la empujó hacia atrás, llevándola de nuevo al borde de la escalera.
—¡CORRE, NOVATA! —escuchó el grito atronador del cazador y vio como él aparecía de entre las sombras, por un lateral, abalanzándose sobre la bestia con su espada en alto.
Yelena de nuevo fue presa de sus miedos, no pudo moverse ni actuar, como sucedió en el pasado. Solo vio pasmada como el animal ahora dirigía su atención hacia el cazador para lanzarle zarpazos. Así evitaba que la espada se acercara a su cuello o a su corazón.
La historia de nuevo se repetía: ella inmóvil, mirando el devastador ataque de una bestia.
Aunque, a diferencia de ahora, diez años atrás su padre no tenía una espada ni destreza para luchar contra ese demoniaco ser, pero igual utilizó sus últimas fuerzas para llamar su atención y obligarlo a ocuparse solo de él mientras le gritaba a ella: «¡CORRE, HIJA!».
Las lágrimas empañaron su mirada y el dolor por el recuerdo de su padre siendo despedazado frente a sus ojos le atravesó el pecho.
Sin embargo, no pudo pensar más en eso. Oyó el rugido de una segunda bestia y, gracias a la luz de la linterna, pudo ver que este segundo animal salía del fondo del salón y corría hacia la pelea.
A diferencia de la otra, esta poseía cabellos largos hasta los hombros.
Por instinto, giró y escapó escaleras abajo mientras escuchaba los golpes de la espada, paredes y objetos destruyéndose, fuertes rugidos de bestias y los gritos del cazador.
La fuerza y el nivel letal que estos engendros poseían eran incalculables, solo superado por los dragones del inframundo, pero a estos últimos los ejércitos habían logrado extinguirlos cien años atrás, antes de firmar el Acuerdo de Paz.
A las bestias las movía el odio y el dolor que constantemente experimentaban en sus cuerpos y las hacía caer en la locura. Solo hallaban alivio devastando, matando y devorando a sus víctimas.
A diferencia de los demás seres infernales, esos fueron creados a partir de humanos que habían bebido de la sangre de los demonios y perdían su alma recibiendo, por medio de un hechicero, un espíritu diabólico que los transformara en monstruos.
El demonio que les había dado su sangre se convertía en su dueño.
Pero las bestias, al igual que muchos otros seres infernales, estaban casi extintas del planeta. Los ejércitos las habían cazado sin descanso y los demonios no necesitaron de su fuerza bruta para obtener almas.
Tenían métodos más modernos para alcanzar esa meta, así que aceptaron incluir en el Acuerdo de Paz no convertir a otros humanos y abandonaron al resto.
Era muy raro ver a alguna bestia aún con vida y las pocas que quedaban se habían vuelto tan violentas y salvajes que resultaban un peligro, incluso, para los demonios.
Por eso Yelena corría como si escapara del mismísimo Lucifer, porque sabía que no tenía opciones de salvarse de ellas, a menos que fuera con ayuda.
Diez años atrás se había liberado de su ferocidad porque un cazador experimentado apareció en el establo luego de que esta se devorara a su padre y luchó contra el animal rescatándola de una muerte segura.
Ahora estaba el cazador novato, quien podía distraerlas mientras huía…
El arrepentimiento bloqueó sus pasos cuando llegó a la planta baja, aunque no pudo evitar tropezar con un mueble emitiendo un fuerte ruido.
El recuerdo de los restos de su padre congeló su sangre más que el frío de la noche. No podía permitir que muriera un inocente. Se juró a sí misma no volver a dejarse dominar por los miedos mientras la gente fallecía a su alrededor.
—Tengo que… ayudarlo… —expresó con una voz temblorosa y apagada.
Se sobresaltó al escuchar un fuerte golpe y el grito desgarrador del cazador antes de que un cristal se hiciera pedazos. Luego, ya no captó ninguna otra señal de que él viviera.
Al girarse y alumbrar hacia la planta superior vio como aparecía la bestia del pelo rapado cubierta de sangre y zarpazos.
Parecía confundida y furiosa, buscaba algo por los alrededores, pero no la miraba a ella a pesar de que tenía la linterna encendida y con la luz en su dirección.
Yelena retrocedió hacia la puerta sin quitar su atención del animal, por eso no se percató que cerca había un trozo de madera que pateó haciéndolo rodar medio metro.
El sonido alertó a la bestia, quien enseguida posó sus ojos de un azul incandescente en ella.
En esa oportunidad, no pudo evitar gritar, la mirada enceguecida de odio del engendro la aterró.
De un solo brinco la bestia llegó al suelo ubicándose frente a la joven. Ella tuvo intención de girarse y correr, pero de pronto apareció la segunda bestia, la de cabellos largos hasta los hombros, que también saltó y quedó a su espalda.
Ahora la chica se hallaba entre dos engendros y sin ninguna posibilidad de escapatoria.
Las miró horrorizada, sabiendo que ese sería su fin. Si no podía escapar de una, de dos sería imposible.
Sin embargo, para su sorpresa, la última en saltar emitió un rugido feroz pero en dirección a la otra bestia.
Yelena no podía salir de su asombro, ninguna de las fieras la atacaba, solo se acechaban entre sí, como si ella no existiera.
Observaba a una y luego a la otra con el terror y la sorpresa tallados en su semblante, más aún, al percatarse que la segunda que había saltado no tenía los típicos ojos azules incandescentes de esos animales, sino que eran de color plata metalizado y sus movimientos parecían serenos y calculados.
Su frente estaba surcada por una enorme cicatriz que nacía de entre sus cabellos y moría sobre la ceja derecha.
Con lentitud fue retrocediendo para pegarse a la pared mientras ellas seguían retándose entre sí. A su espalda había una puerta que podía llevarla a algún lugar seguro, donde tal vez hallaría una ventana por donde le fuera posible escapar, pero la bestia de los ojos azules pareció oír sus pasos y regresó su furiosa atención hacia ella, dispuesta a saltarle encima.
No obstante, la de ojos plata se lanzó en dirección a su rival antes de que pudiera atacarla. La joven miró impactada como ambos animales se enzarzaron en una lucha letal, rodando por el suelo.
Por un instante no supo qué hacer y se quedó allí, viendo embobada la violenta confrontación. Los golpes, zarpazos y mordiscos que se daban entre sí eran descomunales.
Cuando ambas tropezaron contra una columna en medio de su forcejeo esta cayó, trayéndose consigo parte del primer piso.
El resto de la construcción tembló, amenazando con derrumbarse por completo. Si no salía cuanto antes, no moriría devorada por una bestia, sino aplastada.
En vez de llevar a cabo su plan de traspasar la puerta del lateral, corrió directamente hacia la entrada principal, pero, al faltarle poco para llegar al umbral, la tomaron con rudeza de una pierna y la tumbaron al suelo antes de arrastrarla. Se golpeó la frente quedando mareada.
El miedo que sintió al ser llevada a la fuerza hacia el interior de la edificación la obligó a olvidar sus dolencias y arañar el suelo para escapar de su captora. La imagen de su padre muriendo por culpa de esos repugnantes seres la embargó y desató sus lágrimas y sus gritos de auxilio.
Casi enseguida fue liberada porque la bestia que la había apresado tuvo que continuar su lucha con la otra, mientras ella gateaba por el piso hacia la puerta.
Cuando le faltaba un par de pasos para salir, sus rodillas flaquearon. Fue ahí cuando sintió correr un hilo de sangre caliente por su cara, que luego goteo al suelo.
En ese instante dejó de escuchar sonidos. Las bestias se habían silenciado. Tal vez, una había podido matar a la otra, pero no le fue posible confirmarlo.
Todo a su alrededor comenzó a oscurecerse quedando ella bañada en sangre, como lo estuvo aquella noche en la granja. La conciencia se le iba mientras unas pisadas pesadas se aproximaban.
Una respiración suave y profunda resonó cerca de su oreja. Estuvo a punto de caer al piso, debilitada por su herida, pero unos brazos firmes la acunaron y la elevaron para acurrucarla contra un pecho cálido.
Lo último que vio antes de perder el conocimiento, fue el brillo de unos ojos magnéticos color plata que parecieron el preludio de su perdición.
Al abrir los ojos, observó un techo de concreto y una lámpara redonda que no le era familiar.Apretó el ceño y dio una rápida ojeada a la extraña habitación que encontraba acogedora gracias a la calefacción.—¿Dónde…?Sus dudas murieron al recordar lo sucedido. Se sobresaltó, sentándose de golpe en la cama y sufriendo de una intensa puntada en la cabeza por el movimiento brusco.—¡Demonios! —se quejó y se frotó la sien tocando la gaza que le habían colocado en la parte alta de la frente, del lado izquierdo.—No deberías invocarlos.Saltó asustada al escuchar que alguien hablaba y bajó de la cama pretendiendo ponerse en posición de ataque, pero de nuevo, el violento movimiento la afecto. Sus rodillas temblaron y la cabeza comenzó a girarle como si estuviera sobre un carrusel.Se obligó a sentarse y cerrar los ojos mientras pasaba el mareo.—Aunque la herida no fue seria, perdiste algo de sangre y llevas más de doce horas durmiendo. —Yelena abrió los ojos para mirar con sorpresa al homb
Yelena calló al darse cuenta que no tenía forma de hacerle entender lo que ella experimentaba al estar cerca de bestias o demonios, sin narrarle los episodios trágicos que había vivido con ellos.A ese sujeto no lo conocía de nada y si estaba relacionado con los seres que asesinaron a su padre, no confiaría en él.El hombre la observó con curiosidad.—¿A qué te refieres con que no me presientes?—Mejor olvídalo —dijo nerviosa e intentó abrir la puerta, pero esta no cedió—. Déjame ir, ya tienes lo que querías.Comenzó a forcejear, sacudiendo el pomo para romper la cerradura.Él la tomó por los hombros y aplicó un poco de fuerza para girarla y estamparla contra la madera, golpeando con un puño junto a su cabeza y mostrándole los dientes.Por esa proximidad, ella notó que sus colmillos eran más grandes de lo normal.Yelena se asustó y dejó caer al suelo las botas y la parka. El rostro duro del hombre, marcado por facciones varoniles y cicatrices, se hallaba a poca distancia del de ella.
Yelena se asomó a la ventana descubriendo que se hallaba en un quinto piso y en un distrito que desconocía, poblado solo por edificios residenciales y algunos pocos comercios.No nevaba, pero las calles estaban cubiertas por una gruesa capa de nieve y escasos transeúntes pasaban con rapidez apretujados en sus abrigos.Si el tipo con el que estaba no fuese una bestia infernal, o parte de ella, abriría la ventana y gritaría a todo pulmón que la habían secuestrado.Alguien podría oírla y haría algo por ayudarla, pero si se atrevía, antes de que terminara de decir alguna frase de auxilio, el sujeto la silenciaría y la haría trocitos.Respiró hondo y se giró para mirar con enfado la puerta del baño. Él seguía encerrado, tal vez, aliviando la enorme erección que tenía.—Jódete, imbécil —masculló y alzó el dedo corazón de una de sus manos hacia él antes de dirigirse a la entrada de la habitación e intentar abrirla de nuevo.Nada. De alguna manera aquel miserable con sus poderes mentales habí
—¿Inventaste todo eso con el apoyo del gobierno? ¡¿Y para asesinar a cazadores?!—No para asesinarlos, para atraerlos —expuso con agotamiento y se recostó en la silla con semblante exhausto.—Esa bestia iba a matar a quien se acercara. ¡Intentó matarme!—Yo no lo iba a permitir, como evidentemente lo hice. Sabía cómo dominarla.—¿Pero… por qué lo hiciste? —preguntó contrariada.—Ya te lo dije, para atraer a los cazadores. Necesito información sobre uno de ellos, pero justo me quedo con la que no pertenece al gremio y no sabe nada de nada —destacó con amargura y desvió su atención hacia un costado de la habitación sumergiéndose un instante en sus pensamientos, antes de traspasarla con una mirada irritada—. Si no hubieses estado allí, molestando con tus ruidos, habría atrapado al otro cazador.Yelena se irguió, molesta por su insolencia.—Tampoco hubieses obtenido nada de ese otro tipo —dijo con arrogancia.—¿Por qué? ¿Sabes quién era?—No. Lo encontré afuera y no me dijo su nombre, sol
Drake se acercó a la ventana y la abrió para revisar el exterior. Una ráfaga de viento helado entró con algo de la escarcha de nieve que se hallaba en el alfeizar.—¡¿Qué piensas hacer?! —preguntó Yelena alarmada y mientras terminaba de ponerse las botas y corría hacia su parka para no congelarse.Sabía que él podía saltar hacia el exterior con ayuda de sus capacidades sobrenaturales, pero ella no tenía más opción que enfrentar a los demonios que se acercaban.—Apúrate y ven —ordenó Drake y subió al alfeizar de la ventana quedando agachado y con la mitad del cuerpo afuera.—¡¿Qué?! Estás demente. Yo no iré…Cerró la boca al experimentar un estremecimiento poderoso que le dejó toda la piel erizada. Se giró hacia la puerta de entrada, sabiendo que tres demonios ya estaban cerca de la habitación y pronto derrumbarían la puerta.—Si no vienes ahora, te matarán —advirtió con enfado.—No les he hecho nada —expuso nerviosa y encarándolo. Sus ojos brillaban por el miedo, era consiente que los
—¿Puedes llevarme?Drake respiró hondo y se irguió apretando la mandíbula para controlar el enfado.—¿Cuánto tiempo te dieron? —inquirió, sabiendo que se trataba de una exigencia hecha por algún demonio que pretendía divertirse a costa de ella.El monte Urales era una de las zonas de contención donde los demonios habían sido recluidos. En sus montañas más alejadas solo había seres infernales.Yelena dudó un instante, pero había querido trabajar como cazadora independiente para reunir dinero y pagar a un brujo por una herramienta de teletransportación que le permitiera llegar pronto al monte Urales, donde tenía que cumplir la absurda misión que le había dejado la demonio de la lujuria que tenía secuestrada a su hermana.Hacerlo por la vía normal le llevaría muchos días de viaje, con varias paradas que significarían más dinero del que le costaría una herramienta mágica, ya que ningún transporte la llevaría directo al «Paso del diablo».Aquel lugar era una peligrosa ladera ubicada en Kho
La conversación de ambos fue interrumpida por un golpeteo en la puerta. Yelena se tensó y, aunque no sintió la presencia de demonios, igual corrió para ocultarse tras Drake.—Entra —anunció él, ignorando la preocupación de ella mientras terminaba de tomarse el whisky y dejaba el vaso en la mesa.Un sujeto de unos setenta años, delgado, pálido y vestido con elegancia, abrió la puerta y pasó a la sala.Se detuvo muy recto cerca de la entrada, manteniendo un rostro inexpresivo, pero con una mirada amenazante puesta en la extraña mujer que acompañaba a su jefe.—Señor Dewhorn, bienvenido. ¿Comerá en casa?Yelena lo observó con extrañeza, imaginando que sería un mayordomo. El sujeto poseía un marcado acento inglés.—Ya almorcé, Frederick. Para la cena la señorita estará conmigo —mencionó, tratando de señalar a la joven que seguía escondida tras su espalda—, y prepara una habitación para ella.—Así será, señor —respondió el mayordomo antes de hacer una venia, dar media vuelta y marcharse.A
—Si te lo hubieses llevado a él ahora podrías estar con el cazador que buscas y no aquí perdiendo el tiempo conmigo —expresó con desagrado para recuperar la cordura.No quería volverse blanda con él y la ira siempre la había ayudado a pensar con la cabeza fría.—Las cosas no son tan fáciles —aclaró Drake mostrándose también enfadado. El cambiante temperamento de esa joven le hacía hervir la sangre—. Y no te traje aquí con intención de perder el tiempo contigo.Yelena quedó lívida ante sus palabras, aunque se sorprendió al verlo a él más afectado.Drake apoyó los codos en las rodillas y se frotó el rostro con ambas manos mientras gruñía, parecía molesto por lo que había expresado.—Escucha —comenzó, algo incómodo—, intentemos relajarnos hoy. Mañana tendremos que asistir a un evento donde nos toparemos con el cazador, habrá mucha gente y eso me pone nervioso. Ya resolví todo el tema de las reservaciones y nuestra estadía. Además, le escribí a una persona de mi confianza por el tema del