De vuelta en el departamento de Michelle y James, Thomas contaba todo lo sucedido la noche del viernes en el club a la par que ordenaba un poco el desastre de sus amigos. — ¿Alguna vez se les ocurrió, no sé... — se interrumpió acomodando algunos platos en la alacena que, hasta ese momento, estaba vacía —... usar el maravilloso espacio que se esconde tras la puertita de madera? Sus amigos negaron con la cabeza sin darle mucha importancia, no les incomodaba su desastre y tampoco les molestaba que Tom ordenara un poco al tiempo que los regañaba. Ya era algo así como una costumbre, casi "tradición familiar". — ¡Increíble! —, la expresión habitual —. Me sorprende mucho de ti, Michael, siendo europeo... James rio. — ¡Ey! — la indignación del italiano era casi genuina —, ser europeo no es sinónimo de locura por el orden. — Ya me dí cuenta... Después de algunos regaños más y algunas dudas cómo: "¿por qué comparten habitación sí tienen dos?" y recibir respuestas tan extrañas cómo: "porqu
Humedad, eso sentía y nada más, no había revoloteo o electrizante sensación, ni ninguna clase de placer; era solo humedad, ni siquiera terminaba de agradarle, pero no se apartaría.Sus labios respondían al toque de los otros como un reflejo, no se podía decir que se fundían porque no lo hacían en absoluto. Eran tan solo besos, besos entregados y cargados con el más grande y pasional sentimiento, de un lado, pero que del otro, no recibían nada más que una respuesta vacía. Uno de los dos involucrados no sentía nada de lo que profesaba y, por eso, no era capaz de transmitirlo.¿Cómo se transmite algo que no se siente?Y ese alguien que no sentía más que humedad era ella; ella no sentía nada más que un contacto algo húmedo que suponía ser romántico y despertar las sensaciones más maravillosas y adictivas, pero nada de eso sucedía.Él por otro lado, no solo sentía aquella humedad, aquel contacto sino que también todo lo que aquel momento significaba, sentía a su corazón acelerarse con cada
A veces enamorarse de la vida y sus placeres es la mejor forma de sanar al corazón herido; pasear por los parques, apreciar los pequeños y hermosos detalles que el mundo ofrece, percibir el aroma de las flores, sentir la brisa en el rostro, tomar una taza de café, incluso ver una pintura... todo aquello no solo sana al corazón, también cura el alma. Justo cómo Oscar Wilde alguna vez expresó: "Nada excepto los sentidos, puede curar el alma, como tampoco nada, excepto el alma, puede curar los sentidos".Eso fue justo lo que Michelle decidió hacer; y por supuesto que no se dio por vencido en el amor, más bien decidió que no era el momento. Optó por esperar, tal vez algo llegaría con el tiempo.El amor llega sin necesidad de ser invitado o solicitado, simplemente llega cuando debe hacerlo, sea tarde o temprano, pero siempre hace una maravillosa entrada; Thomas le había dicho aquello en alguna de sus tantas charlas y, según parecía, tenía razón, ¿o serían solo las optimistas palabras de un
La relación de Miranda y Matthew avanzaba espléndidamente o, al menos, así era cómo se veía para los espectadores y un tanto para los protagonistas. Él ya no dudaba más de los sentimientos de ella, estaba satisfecho sabiendo que ella lo amaba o mejor dicho, creyendo que lo hacía; y ella… ella buscaba la manera de amar a Matt, de realmente hacerlo, se esforzaba por sentir algo cuando sus labios se encontraban, luchaba por sonreír con cariño genuino. Quería amarlo locamente y sentir todo lo bonito que un enamorado siente, al verlo, al verlo a él y no al italiano.No quería seguir buscando los ojos grises de Michelle en los cafés de Matthew, no se suponía que él fuera un reemplazo.Y aun con ello, con todos esos debates de Miranda, la relación seguía avanzando sin muchos problemas.Victoria observaba todo con cierto descontento, no conocía a Matt y tampoco lograba apoyar o aceptar que Miranda estuviera saliendo con un joven neoyorquino y no con un italiano. Tal vez le hubiera resultado má
El destino y la suerte son amigos que no siempre disfrutan de andar juntos, son algo caprichosos con lo que conceden y, ciertamente, no siempre están de acuerdo, pero cuando lo están todo siempre resulta en las más bellas coincidencias y, por supuesto, grandes historias de amor.Miranda se encontraba más emocionada que de costumbre, sentía un enorme nerviosismo y encanto, justo como quién quedo de verse con alguien a quien ama por vez primera. Jess y ella se dirigían a la universidad de enfrente, por supuesto que no entrarían, permanecerían en la acera para que Gardner pudiera apreciar aquella fachada con mayor cercanía.* * *Al mismo tiempo, Michelle y Thomas guardaban sus cosas para después poder reunirse con James en la entrada de la universidad; él había salido a comprar comida incluso sabiendo que en la cafetería había de sobra.De cualquier forma, se reunirían con el castaño y quién sabe, tal vez hasta almorzarían en aquellos jardines delanteros, muchos ya lo hacían y parecía a
Thomas y Megan disfrutaban de la compañía del otro; él ansiaba entregarle las joyas que había comprado a la chica, pero su ser estaba demasiado agobiado o confundido, no estaba seguro.La rubia se percató de aquello, le resultó extraño; Tom no solía permanecer tan callado, ni tampoco acostumbraba no compartir sus pensamientos. Megan comenzaba a creer que había dicho o hecho algo malo, aunque ese tipo de ideas no eran muy afines con ella, pero por alguna razón no podía evitar pensarlas.— ¿Todo bien, Tom? —, preguntó tímidamente, él se sintió extraño, ella nunca hablaba así y qué lo hiciera en aquel momento lo entristecía sobremanera, pensaba que tal vez había herido a la rubia o la había hecho sentir mal. No quería eso.— Meg, querida — dijo con una sonrisa mientras ponía la mano de la chica entre las suyas —, está todo bien, no temas preguntar.— No lo hago, nunca lo he hecho, pero es que hoy estás tan callado...— Ah, es eso, ya veo — Tom asintió repetidas veces —, ayer pasó algo qu
Una semana y media había pasado ya desde aquel breve encuentro entre Miranda y Michelle y, por desgracia, en todo ese tiempo ella no había podido ni detenerse a ver la fachada de la universidad en la que su amado estudiaba; aunque de cuando en cuando, pasaba por ahí al dirigirse a la escuela, solo con la esperanza de volverse a ver.Las evaluaciones, los proyectos y toda aquella presión que todo suponía para los estudiantes la absorbía. Su hora de almuerzo se vio reducida a 20 minutos por la necesidad de estudiar, la biblioteca se había convertido casi en su hogar, ahí pasaba horas repasando temas, corrigiendo ensayos y haciendo tareas. Lo mismo sucedía con Michelle; en aquel momento, ninguno tenía tiempo para pensar en el otro, no más allá de un fugaz recuerdo seguido de innumerables pendientes académicos. Era triste, pero eran dos estudiantes enamorados...Megan había hablado de un almuerzo en aquella bella cafetería que tanto adoraban, dijo que Thomas y un amigo irían y que ella q
Sí bien las palabras de su madre le dolían y le habían afectado terriblemente, Miranda no permitiría a aquel dolor quedarse más tiempo de lo necesario. Pero antes de eso, incluso por las noches pensaba detenidamente en cuál de las tres categorías que su madre había mencionado, era la suya; sentía la seguridad de no ser una cobarde, pero las otras dos opciones la dejaban pensando.Después de entender que sus pensamientos no se ordenarían sin un poco de ayuda, decidió hablarlo con Megan, tal vez sabría o entendería algo que ella no.— Creo que tu mamá tiene razón —, definitivamente esa no era la respuesta que Miranda esperaba, sus cejas levantadas y su expresión de inconformidad lo demostraban —; no me malentiendas, no creo que seas una cobarde ni mucho menos, pero sí creo que tu mamá tiene un punto, eso de jugar con el amor no es algo muy bueno, no, eso es terrible...— Lo sé, no soy cobarde y también sé todo lo demás, ahórrate el sermón —, dijo, Megan frunció el ceño con desaprobación