"Novela trágica". ¿Realmente había dicho eso? Había definido su vida en un concepto al sentirse tan agobiada por tanto, miles de pensamientos y cientos de ideas distintas. Pero, ¿qué tan cierta era esa definición? Posiblemente no mucho, tal vez nada; cómo Rita había dicho, sería tan real como ella lo quisiese creer y ella no quería creerlo del todo. Pasarón los días, las semanas, los meses y ella por fin entró a la universidad. Estudiaba todos los días, devoraba libros en italiano, uno tras otro, practicaba el idioma con su reflejo en el espejo del tocador. — Ciao, mi chiamo Miranda Jean Gardner — , el salón repleto de mujeres aplaudió ante la presentación. El profesor hizo una seña para que guardaran silencio y ella pudiera continuar — , e questa è la mia seconda lurea Todos la vieron asombrados, había dicho justo lo que el profesor le había pedido con un italiano fluido y una pronunciación magnífica. — Grazie mille, signorina — , respondió el profesor con un aplauso, breve, pero
Cómo cada mañana el correo llegó a la puerta de los Gardner. Entre todo aquel papeleo, no solo se podían encontrar cartas dirigidas a Joseph o a la señora Gardner, sino también una dirigida a Miranda. Usualmente era Rose quien recogía y entregaba el correo, algo que resultaba bastante cómodo para toda la familia, ya que ella nunca cuestionaba la correspondencia ni espiaba entre las cortinas. Pero aquella mañana, por azares del destino, no fue Rose quien recogía las cartas, sino Victoria. Mientras ella entregaba el correo dirigido a su esposo Joseph, su mirada fue atrapada por un sobre color amarillo, en la parte posterior podía encontrarse la estampilla y la dirección y nombre del destinatario escritos con tinta azul; pero a Victoria tan solo le había interesado el nombre del destinatario: "Miranda Gardner". Camino a la habitación de su hija, Victoria no pudo evitar leer nuevamente y más detenidamente los datos que el sobre contenía. La letra era fluida y bastante sencilla, pero l
A veces, cuando no sabes cómo encontrar a alguien, simplemente dejas de buscarlo. Y eso fue justo lo que le sucedió al italiano.Michelle ya había hecho todo lo que creía necesario para encontrar a Miranda; había ido al club, múltiples veces, dado largas caminatas por las calles de Nueva York y observado con atención a cada persona a su alrededor, la había buscado en cada oportunidad que se le presentaba y, aún con ello, no la había encontrado. Ni siquiera con la ayuda que Thomas y James le habían ofrecido.¿Habría sido, todo ello, tan solo un sueño infantil, una esperanza sin fundamentos o un anhelo quebradizo? No lo sabía, pero daba igual.Michelle no se había cansado de buscar, sino de no encontrar.Por otro lado, Miranda no había buscado nunca al italiano, al menos no de la misma manera que él a ella; ella no había buscado encontrarlo, sino mantenerlo, ella no quería olvidarlo ni que fuera algo efímero, por desgracia, sus amigas se habían encargado de administrarle cierta dosis de
El tiempo pasaba y la curiosidad de Victoria no se veía disminuir, al contrario, crecía y crecía. Miranda tan solo había mencionado a Michelle y la correcta pronunciación de su nombre, no más, pero aquello había bastado.La señora Gardner ansiaba saber más, conocer a aquel supuesto italiano, juzgarlo con sus propios ojos. Quería escuchar más, saber más, no solo un nombre y cómo pronunciarlo ¿eso de qué servía? Ella quería información útil y relevante:¿Estudia? ¿Trabaja? ¿Ganacías anuales? ¿De qué parte de Italia viene? ¿Tiene hermanos? ¿Cuántos? ¿Casa propia? ¿Reside en Nueva York? ¿Cómo?..La edad no le importaba, siempre y cuando no fuera extremadamente viejo o, por el contrario, joven. Ella quería saber sí Michelle era bien parecido, ¿qué tal estaban sus modales, hm?Quería un buen partido para su hija, por supuesto, pero también tenía intereses propios; no quería un yerno holgazán ni irrespetuoso, debía ser alguien agradable y de buen carácter. Y, además de todo ello, debía amar
Los días transcurrían, así como las noches de estudio y las tardes de lectura, pero sin importar que tan ocupados se encontraran, siempre encontraban la manera y el tiempo para pensarse. Miranda observaba la fachada de la universidad de enfrente con el fin de ver los ojos de él. Por otra parte, Michelle recordaba aquel sueño suyo que, ahora, veía tan lejano.Después de algunos minutos, ambos recordaban que, después de buscarse desesperadamente habían decidido dejar de hacerlo; así que sacaban, cómo podían, al otro de su mente.* * *El primer semestre de Miranda y el quinto de Michelle estaba a punto de concluir, tan solo hacían falta dos semanas y, entonces, ambos tendrían un largo mes de descanso. En aquel mes, ambos se dedicarían a ellos mismos, tal vez buscarían un amor que no resultara irreal, complicado y confuso, sino que los llenara y los hiciese sentir plenos cómo nunca en sus vidas.Michelle acompañaba a Thomas y James a almorzar con las chicas de la universidad de fachada c
La relación entre Miranda y Matthew no tardó en llegar a oídos de Victoria, quién al enterarse sintió una extraña sensación de vacío en todo su cuerpo y un incomparable pesar en el pecho, cómo quien escucha una mala noticia, el corazón se le encogió al tiempo que sus esperanzas de tener un yerno italiano se desmoronaban. ¿Cómo era que Miranda había preferido a ese otro neoyorkino? No hacía ningún sentido. — No estoy de acuerdo — expresó a Joseph, al momento de apagar las luces para dormir. — ¿Con qué? —, su esposo no apagó las luces ni se arropó, quería escuchar a su esposa. — Con la relación de Miranda — suspiró — no me gusta esa relación, ¿qué hace él? ¿Ver piedritas? No, Joseph, él no le dará la vida que ella merece. — Oh, Victoria; qué Matt sea geólogo no significa que no pueda darle una espléndida vida a nuestra hija. Joseph no era mucho de llamar a su esposa por su nombre, rara vez lo hacía, ya que casi siempre se dirigía a ella de manera cariñosa, con apodos como "querida
El viernes por fin llegó; James y Thomas fueron al club y Michelle no los acompañó, tal y cómo había decidido el miércoles. De alguna manera eso los entristecía, ir al club no era lo mismo sin su (a veces), ocurrente amigo, pero no discutirían su negativa. Desde el momento en que entraron al club, hubo una chica que llamó la atención de Thomas y él... bueno, no fue tan discreto como de costumbre; James se dio cuenta del interés de su amigo, pero no dijo nada. Aún no era momento. Thomas no lograba apartar la mirada de la chica, ella era rubia y rizada, su rostro era redondo y su mirada exrovertidamente tierna; sus ojos verdes... Tom no pudo evitar caer. Ambos amigos se adentraron en el club, aunque no demasiado, la mesa de la rubia les era visible desde la suya. Tal vez era una coincidencia o tal vez un plan ideado por James. Tom no tomó una sola bebida o cóctel con alcohol, a diferencia de James; pero a pesar de ello, ambos lograban comunicarse coherentemente, pues el más alto no b
Matthew B. White, era un joven geólogo que no tenía grandes ambiciones, tan solo quería una vida tranquila, quería casarse y tener 2 hijos: una niña y un niño. Soñaba con encontrar a la mujer perfecta, una visión un tanto irreal teniendo en cuenta que se encontraba en Estados Unidos y que su estereotipo de "mujer perfecta", era algo más... inglés. Aun con ello, logró encontrar a una mujer que robó su corazón y, en menos de un instante, cambió su vida por completo, todos esos fantásticos estándares se desmoronaron al verla: Miranda Gardner, una chica ocurrente, graciosa y con, casi, 2 carreras universitarias. Alguien apasionante a quién conocer y, mucho más, amar.Gracias a su educación, sus estándares y varias ideas, White solía ser percibido cómo el ser más egocéntrico sobre el planeta, para algunos incluso era un ser desagradable; pero, en realidad, no era del todo así.Algo que no muchos sabían era que, detrás del ego de Matthew, se escondían incontables miedos e inseguridades; de