New York, Estados Unidos.Isabella se acercó a la cocina sosteniendo una charola con platos sucios y los colocó sobre la encimera, a un lado donde Alison, secaba los platos y los acomodaba.— ¿Faltan muchos? —cuestionó Ali.—No, por fortuna son los últimos, ¿quieres que te remplace? —preguntó.—No, yo lo termino —respondió con amabilidad—, mejor ayúdale a nuestra compañera.De inmediato Isabella se colocó en el lugar de quien lavaba los platos, y se puso un par de guantes para limpiarlos.—No me imagino a una sola persona haciendo esta labor —dijo Isabella.—Yo tampoco —Alison resopló. —Te puedo hacer una pregunta.—Sí, claro —contestó Alison.— ¿Cómo llegaste al comedor comunitario? —indagó con curiosidad—, desde que te vi en este lugar, me dio la impresión que te veías como una persona distinta a todos los que estamos aquí. —Se quedó pensativa—, es decir aunque usas ropa sencilla, y no llevas joyas, por tu forma de actuar, de caminar, de comer, te me figuras…, una mujer con clase,
Un mes después.—Madis… —Alexander pronunció con dificultad.—Aquí estoy —corrió hacia él y lo sujetó de su mano.—Me siento muy mal —refirió con dificultad.La mirada de la chica se cristalizó.—Voy a buscar a Olivia —indicó.Alexander negó con su cabeza y la miró a los ojos reflejándose en el color chocolate de sus grandes orbes.—No quiero separarme de ti —indicó.—No me gusta verte sufrir —expresó con dolor.— ¿Qué puedo hacer para hacerte sentir mejor? —Abrázame —suplicó—, abrazame muy fuerte —solicitó.Madison se acomodó a su lado y lo estrechó con fuerza, un par de lágrimas corrieron por sus mejillas. Giró su rostro hacia para ver hacia su pecho, al darse cuenta que dejó de abrazarla.Resopló al ver que su pecho subía y bajaba, en señal de que respiraba.—No estoy preparada para verte partir —mencionó depositando un beso en sus labios.— ¿Cómo sigue? —Olivia se aclaró al ver la forma en la que lo besaba.—No lo veo nada bien, ¿qué has sabido del doctor Seville? —cuestionó llen
—Ya sabemos de quien heredó esa forma de mirar a la gente, su hijo —Madison se interpuso entre ambos y abrazó a su suegro agradecida.—Hace un mes que me escribiste para pedirme ayuda, te dije que no te iba a fallar —dijo con orgullo.—Este hombre es un cavernícola —Rosa expresó con enfado—, no sé quien lo educó, yo creo que nunca en su vida lo hicieron —rodó los ojos.—La dama tiene razón, bastaba con que me hicieran una llamada para que viniera —resopló.— No teníamos ni su número —Madison reclamó.—Se lo dejé a la doctora Garth.—Consideré que solo era necesario proporcionarlo en caso de una emergencia —explicó aclarándose la voz.Madison rodó los ojos.— ¿El caso de mi esposo no es una emergencia? —inquirió con severidad.—Está controlado —contestó y caminó hacia la salida.Esperaron a que Olivia se saliera de la habitación.—Mi esposo volvió a estar hospitalizado, ¿eso no es para que usted se reportara? ¿O su colega le llamara? —volvió a reclamar.El doctor Seville se acercó a Al
New York, Estados Unidos.Tres días después.Los dedos de Madison acariciaban la espesa melena de Alexande, disfrutando de enredar algunos de sus mechones, entres sus dedos, viendo la forma relajada en la que respiraba de manera tranquila, esperando la llegada del doctor Smith. En ese momento la puerta se abrió.— ¿Se puede? —el pequeño Liam dijo asomando su cabecita, esbozando una amplia sonrisa.Enseguida Noah se asomó también y saludó con su manita a sus papás.—Venimos en secreto —susurró riendo feliz de ver a sus papás, luego de varios días de no hacerlo.La mirada de Alexander se iluminó al ver que ingresaron sus hijos, sus ojos se rozaron de aquella emoción.—Venimos a curarte, papá —Noah se acercó sosteniendo su maletín médico, mientras qué, Liam acercaba una silla, para que pudiera subirse—. Abre la boca grande —ordenó tomando una lamparita—. Tiene… toda la boca morada —indicó dándole la lámpara a su hermano.—Debe ser por los bichitos —Liam respondió y luego colocó su esteto
— ¿Qué… ocurre doctor? —Madison preguntó sintiendo como sus manos temblaban con fuerza.Alexander se aclaró la garganta.—Háblenos con la verdad, cualquier cosa que sea, la enfrentaremos juntos —aseguró con la respiración agitada.El médico tomó asiento e inhaló profundo.—Estoy enterado de que están preparados, que ya hasta tienes tu testamento listo —expresó—, tú papá me lo dijo.—Hay que estar preparados para todo, no los puedo dejar desprotegidos —refirió sintiendo los agitados latidos de su corazón.El hombre ladeó los labios y sonrió.—Tienes toda la razón, no importa en qué momento de nuestra vida sea, es importante no dejarles pendientes.—Pero díganos por favor, ¿cómo se encuentra mi esposo? —suplicó—, no nos haga más larga la espera. —Liberó un par de lágrimas.—Revisé todos tus estudios con detenimiento, los primeros que te hicimos, con los de la segunda vez que viniste y con estos terceros que te hizo…, la doctora Olivia —indicó—, en mi opinión hay factores que no se tomar
Toronto, Canadá.Dos días después.Al descender de la SUV, Madison tomó de las manos a su esposo y caminó guiandolo, luego de llevar los ojos vendados.—No te detengas —indicó con emotividad.—Haré lo que digas —respondió.—Prohibido hacer trampa —murmuró.Alexander se dejó llevar por Madison, sus sentidos se encontraban atentos, deseando adivinar en donde estaba.—Por lo menos de una cosa estoy seguro —dijo él.— ¿De qué cosa? —cuestionó Madison.—Estamos en un ascensor —afirmó—, solo tengo una duda.— ¿Cuál?— ¿Estamos solos?Madison no pudo evitar reírse.—Así es —contestó y suspiró profundo al sentir sus manos sobre su cintura.Alexander se acercó a sus labios y la besó con ternura.—Llegamos —anunció ella, y salieron del ascensor caminando a pasos lentos.Madison abrió la lujosa habitación estilo victoriano que reservó, para celebrar que la enfermedad de Alexander, no había vuelto y que tenían juntos una segunda oportunidad. Retiró el vendaje que cubría sus ojos.La mirada de Wal
Madison despertó, después de haber dormido durante un largo rato, su estómago emitió un largo quejido, clamando alimentarse, escuchó la sonora carcajada de Alexander.—Parece que te devoraste un gato viejo y está intentando escapar de tu estómago —dijo sin parar de burlarse.La joven sonrió.—Eres peor de lo que imagine. —Tomó la sábana y cubrió su cuerpo desnudo—, apenas hace un momento te fascinaba todo de mí, y ahora te burlas de mi estómago —gruñó.—Me gusta todo de ti, menos el gato viejo que te comiste —volvió a mofarse.La chica tocó su estómago, y tomó una de las fresas con chocolate que quedaban.—Hace un momento ordené que nos traigan la comida —explicó mientras tomaba una fresa él también.Luego de que tocaron a la puerta, recibió el carrito con la comida, y de inmediato destapó la charola con los cortes de carne con un espejo de zarzamoras al vino.Madison comió como si nunca en su vida, lo hubiera hecho.—Estuvo delicioso, me encantó la salsa de zarzamoras —mencionó.Alex
Toronto, Canadá.Al día siguiente.—Estoy muy molesto por la forma en la que llevaste el caso del señor Alexander Walton —vociferó el doctor Seville. — ¿Qué es lo que pretendías? —gruñó. — ¿Acaso deseabas matarlo? —golpeó con fuerza su escritorio con sus manos.Los labios de Olivia se entreabrieron al escuchar las duras palabras de su jefe.— ¡No!, claro que no, jamás haría algo en contra de Alexander —aclaró—, deseaba ayudarlo…, salvarle la vida, ese es el juramento que hice cuando me gradué, y día a día me esfuerzo por cumplirlo —enfatizó.— ¡Pues no se nota! —exclamó el doctor Seville—, si no hubiese llegado a tiempo, lo que le esperaba a Alexander, era la muerte —riñó—, todo por la sarta de negligencias que ocasionaste. —Presionó con fuerza sus dientes.Separó los labios en una gran O, al escucharlo decir esas palabras que retumbaron con fuerza en su interior y le extendió el expediente médico del señor Walton.— ¿En qué momento investigaste, si estaba durmiendo bien, o si estaba