New York, Estados Unidos.Tres días después.Los dedos de Madison acariciaban la espesa melena de Alexande, disfrutando de enredar algunos de sus mechones, entres sus dedos, viendo la forma relajada en la que respiraba de manera tranquila, esperando la llegada del doctor Smith. En ese momento la puerta se abrió.— ¿Se puede? —el pequeño Liam dijo asomando su cabecita, esbozando una amplia sonrisa.Enseguida Noah se asomó también y saludó con su manita a sus papás.—Venimos en secreto —susurró riendo feliz de ver a sus papás, luego de varios días de no hacerlo.La mirada de Alexander se iluminó al ver que ingresaron sus hijos, sus ojos se rozaron de aquella emoción.—Venimos a curarte, papá —Noah se acercó sosteniendo su maletín médico, mientras qué, Liam acercaba una silla, para que pudiera subirse—. Abre la boca grande —ordenó tomando una lamparita—. Tiene… toda la boca morada —indicó dándole la lámpara a su hermano.—Debe ser por los bichitos —Liam respondió y luego colocó su esteto
— ¿Qué… ocurre doctor? —Madison preguntó sintiendo como sus manos temblaban con fuerza.Alexander se aclaró la garganta.—Háblenos con la verdad, cualquier cosa que sea, la enfrentaremos juntos —aseguró con la respiración agitada.El médico tomó asiento e inhaló profundo.—Estoy enterado de que están preparados, que ya hasta tienes tu testamento listo —expresó—, tú papá me lo dijo.—Hay que estar preparados para todo, no los puedo dejar desprotegidos —refirió sintiendo los agitados latidos de su corazón.El hombre ladeó los labios y sonrió.—Tienes toda la razón, no importa en qué momento de nuestra vida sea, es importante no dejarles pendientes.—Pero díganos por favor, ¿cómo se encuentra mi esposo? —suplicó—, no nos haga más larga la espera. —Liberó un par de lágrimas.—Revisé todos tus estudios con detenimiento, los primeros que te hicimos, con los de la segunda vez que viniste y con estos terceros que te hizo…, la doctora Olivia —indicó—, en mi opinión hay factores que no se tomar
Toronto, Canadá.Dos días después.Al descender de la SUV, Madison tomó de las manos a su esposo y caminó guiandolo, luego de llevar los ojos vendados.—No te detengas —indicó con emotividad.—Haré lo que digas —respondió.—Prohibido hacer trampa —murmuró.Alexander se dejó llevar por Madison, sus sentidos se encontraban atentos, deseando adivinar en donde estaba.—Por lo menos de una cosa estoy seguro —dijo él.— ¿De qué cosa? —cuestionó Madison.—Estamos en un ascensor —afirmó—, solo tengo una duda.— ¿Cuál?— ¿Estamos solos?Madison no pudo evitar reírse.—Así es —contestó y suspiró profundo al sentir sus manos sobre su cintura.Alexander se acercó a sus labios y la besó con ternura.—Llegamos —anunció ella, y salieron del ascensor caminando a pasos lentos.Madison abrió la lujosa habitación estilo victoriano que reservó, para celebrar que la enfermedad de Alexander, no había vuelto y que tenían juntos una segunda oportunidad. Retiró el vendaje que cubría sus ojos.La mirada de Wal
Madison despertó, después de haber dormido durante un largo rato, su estómago emitió un largo quejido, clamando alimentarse, escuchó la sonora carcajada de Alexander.—Parece que te devoraste un gato viejo y está intentando escapar de tu estómago —dijo sin parar de burlarse.La joven sonrió.—Eres peor de lo que imagine. —Tomó la sábana y cubrió su cuerpo desnudo—, apenas hace un momento te fascinaba todo de mí, y ahora te burlas de mi estómago —gruñó.—Me gusta todo de ti, menos el gato viejo que te comiste —volvió a mofarse.La chica tocó su estómago, y tomó una de las fresas con chocolate que quedaban.—Hace un momento ordené que nos traigan la comida —explicó mientras tomaba una fresa él también.Luego de que tocaron a la puerta, recibió el carrito con la comida, y de inmediato destapó la charola con los cortes de carne con un espejo de zarzamoras al vino.Madison comió como si nunca en su vida, lo hubiera hecho.—Estuvo delicioso, me encantó la salsa de zarzamoras —mencionó.Alex
Toronto, Canadá.Al día siguiente.—Estoy muy molesto por la forma en la que llevaste el caso del señor Alexander Walton —vociferó el doctor Seville. — ¿Qué es lo que pretendías? —gruñó. — ¿Acaso deseabas matarlo? —golpeó con fuerza su escritorio con sus manos.Los labios de Olivia se entreabrieron al escuchar las duras palabras de su jefe.— ¡No!, claro que no, jamás haría algo en contra de Alexander —aclaró—, deseaba ayudarlo…, salvarle la vida, ese es el juramento que hice cuando me gradué, y día a día me esfuerzo por cumplirlo —enfatizó.— ¡Pues no se nota! —exclamó el doctor Seville—, si no hubiese llegado a tiempo, lo que le esperaba a Alexander, era la muerte —riñó—, todo por la sarta de negligencias que ocasionaste. —Presionó con fuerza sus dientes.Separó los labios en una gran O, al escucharlo decir esas palabras que retumbaron con fuerza en su interior y le extendió el expediente médico del señor Walton.— ¿En qué momento investigaste, si estaba durmiendo bien, o si estaba
New York.Una semana después.Alison caminó con mucho cuidado, al salir de la ducha, se acercó a su tocador y tomó un chocolate de la cajita que le dejó Mike, en cuanto lo hizo, no pudo dejar de pensar en él y dibujó una enorme sonrisa que le llegó, hasta su mirada.Retiró la bata y a través de un espejo se quedó observando el gran, gran moretón en su dorso, producto del fuerte impacto que recibió en el accidente. Tomó un par de analgésicos que le indicaron y bebió un poco de agua.Sacó un pijama limpio de su cajonera y se lo colocó, para volver a recostarse y guardar reposo tal y como se lo habían indicado en el hospital. Tomó su móvil, y buscó el número de Mike, deseando con todo su ser llamarlo, pero no sabía, si hacerlo o no, se sentía insegura, además que cargaba un fuerte remordimiento en su consciencia, ante la forma tan tóxica con la que se relacionó con James, deseando saber en todo momento en dónde estaba, con quien, como si fuese su dueña.Resopló con desánimo y colocó su m
Olivia elevó su mentón e inhaló profundo, intentando apaciguar el dolor que sentía al verlos juntos. Se reprimió mentalmento por haber ingresado, sin esperar a que llegara la asistente, pero no estaba segura de que la fuera a recibir.—Necesito que hablemos —expresó presionando sus puños.Alexander entrelazó los dedos a los de su esposa y se quedó pensativo.—Tienes cinco minutos —indicó con frialdad, cuando se lo proponía solía dejar salir a aquel hombre duro, sin sentimientos que aparentó ser por mucho tiempo.—Es muy poco tiempo —manifestó sintiendo que le faltaba la voz.—Pues aprovéchalo —dijo con dureza.— ¿Podemos hacerlo a solas?Alexander bufó.—Mi esposa y yo no tenemos secretos —afirmó con seguridad.—Para mí sería mejor a solas —solicitó, y su barbilla tembló.Alexander miró su reloj, entonces miró a Madison quien le dio un ligero apretón en su mano.—No tengo problema porque hablen a solas, confío plenamente en mi esposo. —Dio un beso en los labios, tomó su Ipad y su bols
Mike se sentó a su lado y colocó el vaso sobre la mesa de noche.— ¿Acaso dudas de mis intenciones? —cuestionó ladeando los labios sonriendo.Alison fijó su mirada en sus ojos color chocolate.—No, es solo que nadie se había tomado antes tantas atribuciones para conmigo —confesó.—No veo porqué no —refirió.En ese momento una de las empleadas ingresó sosteniendo una charola con dos platos de pastel y un par de capuccinos.—Espero que no le moleste que acabé de colocarle el betún de chocolate y algunos frutos rojos para decorar.La chica sonrió.—No, para nada —mencionó. — ¿Lo probaron? —cuestionó.—No, señorita, jamás haríamos algo así.Mike tomó una cucharita y lo degustó.—Pues deberían hacerlo, está buenísimo —confesó.— ¿En serio? —Alison abrió los ojos de par en par al ver su reacción.Tomó una cuchara y le dio a probar, mirándola con ternura.El cuerpo de la chica tembló al abrir la boca para probar, entonces supo que era verdad.—Sírvanse y prepárense una buena bebida —indicó a