CAPÍTULO 81. LA CARTA

Al llegar a la oficina de Alexander, Luke sacó el juego de llaves que el personal de seguridad de ahí le entregó, se le hizo extraño que estuviera cerrada, pero no comentó nada, supuso que ellos las habían cerrado.

— ¡Hanna! — Luke ingresó a grandes pasos y se acercó a ella, al verla dormida sobre uno de los sillones. — ¿Estás bien? —indagó revisandola con su mirada.

La joven abrió los ojos con pesadez y batió varias veces sus espesas pestañas y sonrió al verlo frente a ella.

— ¿Estás bien? —volvió a preguntar.

—Sí, estoy perfectamente —mencionó.

— ¿Cómo es que estás aquí y encima de todo te quedas encerrada? —inquirió con extrañeza.

—Supongo que me quedé dormida y no me di cuenta cuando se fueron todos —explicó bostezando.

Luke presionó sus labios y se quedó pensativo.

—Será mejor que nos vayamos. —Se retiró su abrigo y se lo colocó sobre su espalda, además de abrazarla, al verla muy somnolienta.

En cuanto la chica subió a su camioneta, reclinó el asiento y volvió a quedarse dormida
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