Capítulo 34

Orión

Después de llevar a Octavia a la habitación, me vi consumido por una emoción que creí que nunca iba a sentir. Era una mezcla de éxtasis, amor profundo y una sensación de realización que colmaba cada fibra de mi ser. La realidad de que ella era ahora mi esposa, mi compañera, mi Luna, se asentaba en mi corazón con una intensidad abrumadora.

El deseo hambriento de mi animal interior cobró vida, un impulso primitivo y poderoso que no podía ni quería contener. Con movimientos rápidos y decididos, comencé a desgarrar la ropa que Aiden nos había dado mágicamente. La tela se rasgó bajo mis manos con una facilidad sorprendente, revelando la piel suave y cálida de Octavia. A pesar de la naturaleza mágica de la vestimenta, en ese momento, mi única preocupación era estar lo más cerca posible de ella, sentir su piel contra la mía.

La ropa desaparecía, y con cada prenda que se desprendía, se intensificaba la conexión entre nosotros. El aire se llenaba de una electricidad tangible, cargada de
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