Capítulo 58

Octavia

Orión estaba de un humor de perros. Aunque intentaba aparentar tranquilidad, su mirada reflejaba la tormenta que bullía en su interior. La tensión palpable en el aire se traducía en cada gesto, en cada palabra medida que cruzábamos. El acuerdo alcanzado después de nuestra conversación en su oficina había establecido límites claros sobre con quiénes debíamos compartir nuestras sospechas.

Mientras mantuviéramos esto en secreto entre pocos, menores serían las posibilidades de que el traidor descubriera que estábamos al tanto de su existencia. La necesidad de preservar la discreción se volvía un eco constante en mi mente, un mantra repetido para ahogar los riesgos que enfrentábamos.

Le había confiado a Orión mis sospechas sobre el acceso al búnker hace 15 años. La idea de que alguien dentro de la manada había facilitado la entrada resonaba como un acertijo difícil de resolver. La descripción de los bunkers, ocultos entre las sombras del bosque, pintaba un panorama de seguridad met
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