OctaviaOrión estaba de un humor de perros. Aunque intentaba aparentar tranquilidad, su mirada reflejaba la tormenta que bullía en su interior. La tensión palpable en el aire se traducía en cada gesto, en cada palabra medida que cruzábamos. El acuerdo alcanzado después de nuestra conversación en su oficina había establecido límites claros sobre con quiénes debíamos compartir nuestras sospechas.Mientras mantuviéramos esto en secreto entre pocos, menores serían las posibilidades de que el traidor descubriera que estábamos al tanto de su existencia. La necesidad de preservar la discreción se volvía un eco constante en mi mente, un mantra repetido para ahogar los riesgos que enfrentábamos.Le había confiado a Orión mis sospechas sobre el acceso al búnker hace 15 años. La idea de que alguien dentro de la manada había facilitado la entrada resonaba como un acertijo difícil de resolver. La descripción de los bunkers, ocultos entre las sombras del bosque, pintaba un panorama de seguridad met
OctaviaLa revelación me golpeó como un martillazo en mi pecho. Un nudo se formó en mi estómago, y la noción de que Gala había sufrido tanto por estar cerca de Orión, porque ellos creían que ella era su compañera, era devastadora. La culpa y la impotencia se entrelazaban en mi ser, formando una amalgama de emociones difíciles de contener.—Investigamos después de que el cuerpo apareció. Al parecer, denunciaron la desaparición de Gala y Adriana una semana después del baile. Los padres declararon estar en conocimiento de un viaje a una cabaña en la montaña luego del evento. No regresaron cuando tenían que hacerlo, así que el padre de Adriana las fue a buscar y encontró la cabaña desocupada. Gala apareció en nuestro territorio tres días después del baile, por lo tanto, creemos que nunca salieron de allí. No solas.Me estremecí ante la nueva información. La desesperación y la rabia se entrelazaban en mi interior. Necesitaba procesar todo esto. Necesitaba un plan, una forma de enfrentar la
OriónAntes de entrar a las mazmorras, estaba en pánico. El miedo se apoderaba de mí, temía que Octavia me odiara por la oscura faceta que estaba a punto de mostrarle. Las palabras que podría decir, las acciones que podría llevar a cabo, todo podía ser suficiente para asustarla y hacerla alejarse. Una tensión nerviosa se apoderaba de mis músculos, y mi mente estaba plagada de preocupaciones.Sin embargo, la sorpresa gratificante me abrazó cuando vi a Octavia en acción. El disfrute en sus ojos, la manera en que manejaba la situación con una mezcla de dominio y provocación, me dejó perplejo. Algo en mí se encendió al verla torturar al hombre colgado. Era una mezcla de admiración por su valentía y una extraña atracción hacia su crueldad calculada.El olor a sangre impregnaba el aire, y podía sentir la tensión eléctrica en la habitación mientras avanzábamos. Cada paso resonaba en mi interior, una marcha hacia lo desconocido, hacia la parte más oscura de nuestras almas.Al salir de la celd
OriónLuego de la impactante revelación en la mazmorra, llevé a Octavia a nuestra habitación. El silencio pesaba en el aire, solo roto por el eco de la información compartida por el prisionero. Octavia estaba completamente en shock, y la gravedad de la situación se reflejaba en sus ojos.La leyenda resonaba en mi mente como un eco persistente. Imaginar a Octavia como la heredera de la Luna despertaba una mezcla de emociones en mí. Reconocía su fuerza, tanto en su forma humana como loba. El aura de su poder no era la de una loba común, y eso me inquietaba.Pero lo que realmente encendía la furia en mi interior era la idea de otro lobo poniendo sus manos sobre ella, de algún hombre aprovechándose de la situación."No lo permitiremos", gruñó Ciro, la voz resonando en mi cabeza."Claro que no, ella es nuestra", le devolví el gruñido en un pacto silencioso.Mis manos temblaban ligeramente por la rabia contenida, y sentía la tensión en cada fibra de mi ser. Octavia, aún aturdida por la reve
OriónLlegué a la habitación y entré hecho una furia. Tardé en darme cuenta de que Octavia no estaba. Miré como loco a mi alrededor; velas prendidas, música que sonaba suavemente de fondo, creando un ambiente íntimo y acogedor.Octavia salió del baño, estaba usando ropa interior de encaje blanca. Su cabello suelto le llegaba hasta las caderas y un poco más. Nos quedamos viendo hasta que ella se movió.—¿Estás bien? —me preguntó preocupada mientras corría hacia mí y me abrazaba. —¿Qué ocurre, amor?—Estoy bien. Ahora estoy bien.La mantuve entre mis brazos. La apreté contra mi cuerpo, acaricié la piel de su espalda mientras enterraba la cabeza en su cuello para olerla y tranquilizarme. Su aroma dulce y reconfortante me envolvía, despejando lentamente la nube de furia que había traído conmigo.—Te amo, Octavia —le susurré.—Orión, yo... —su tono sonaba muy parecido a un "pero". Diosa, no aguantaría más malas noticias hoy. Me separé y la miré a los ojos.—¿Qué ocurre, amor? —pregunté, te
Octavia¡Diosa Luna! No encuentro palabras para describir lo que acaba de ocurrir. Habíamos intimado antes con Orión, pero ¿esto?Cuando sentí sus dientes desgarrar mi piel, creí que me prendería fuego. Cada mordida era un eco de deseo que reverberaba a través de mi ser. El roce áspero de sus colmillos desencadenó un escalofrío que me recorrió desde la nuca hasta los dedos de los pies. La combinación de dolor y placer creó un torbellino de emociones, como si estuviera al borde del abismo y a punto de caer.Mi orgasmo me pegó tan fuerte, me mantuvo suspendida en el cielo y me dejó caer con tanta potencia que no tenía fuerzas para moverme. Fue como un estallido de estrellas en mi interior, un éxtasis que eclipsó cualquier experiencia anterior. Cada músculo de mi cuerpo temblaba, y me sentía viva de una manera que nunca antes había experimentado.Aún tenía mis dientes en su piel, y no quería separarme. El sabor de su sangre, metálico y embriagador, resonaba en mi paladar como un elixir p
OctaviaMis rodillas fallaron cuando intentaba dar un paso. Orión me levantó en brazos y salió disparado hacia el hospital. Llegamos tan rápido que el movimiento me devolvió las náuseas que tenía. Me bajé de sus brazos y vomité en el primer cubo de basura que vi.El aroma a desinfectante del hospital inundó mis sentidos, mezclándose con la ansiedad palpable en el aire. La fría superficie del cubo bajo mis manos, la textura rugosa del papel higiénico que usé para limpiarme la boca, todo contribuyó a intensificar la realidad del momento.La urgencia de la situación se manifestaba en mi piel erizada y en la forma en que mis músculos se tensaban con cada pensamiento sobre las posibles implicaciones. La rápida respiración de Orión a mi lado resonaba en mis oídos, reflejando su propia ansiedad.—¡Doctor! —gritó Orión desesperado.Una enfermera se acercó a nosotros; había observado toda la situación y estaba nerviosa.—Alfa, pásela por aquí, por favor. El doctor está en camino.Me llevaron a
OriónOctavia había quedado dormida sobre mi cuerpo. Me encantaba la confianza que tenía en mi para dejarse llevar y descansar sin miedos. Acaricié su cabello y besé su cabeza hasta que también comencé a dormitar.Se comenzó a mover inquieta sobre mi hasta que saltó abruptamente. Su respiración irregular y agitada como si no hubiera respirador en mucho tiempo. Con la mirada completamente perdida se levantó y corrió al baño.—Amor, ¿qué ocurre? — pregunté, deslizándome fuera de la cama y vistiéndome rápidamente con un pantalón mientras corría tras ella hacia el baño. Me planté en la puerta, observándola moverse frenéticamente, cada movimiento marcado por una urgencia palpable. —Octavia me estás asustado.De vuelta en la habitación, Octavia agarró apresuradamente algo de ropa, vistiéndose con rapidez. La situación me tomó por sorpresa, apenas con tiempo para agarrar una camisa. La preocupación marcaba mi expresión mientras la seguía a toda prisa.Pasamos por el comedor, y Sam, que había