CAPÍTULO 19

Caía una llovizna fina el día que llegaron a Marettimo. El ambiente era extrañamente frío, y Helena no lo sintió así sólo por el clima, sino que parecía que toda la isla estaba envuelta en ese ambiente de misterioso recogimiento que precede a los grandes inviernos.     Aunque las bajas temperaturas no eran muy comunes en una isla del mediterráneo, las lluvias de los últimos meses del año invitaban a quedarse en casa.

Helena salió a cubierta mientras el Abadon rodeaba la isla.

—¿A dónde vamos? —le preguntó a Marco, que se había detenido a su lado, silencioso.

—A nuestra casa.

—Pensé que estaba en la ciudad —murmuró Helena fijándose en la angosta geografía que se extendía ante sus ojos.

—No. La casa queda al otro extremo de la isla. Es una he

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