Cuando la mañana llegó y Paolo despertó se giró esperando ver a Vanessa, la cual no estaba ahí. Se sentó abruptamente, no había sentido que ella se hubiese levantado, además, aún era bastante temprano.
—¿Vanessa? — la llamó buscando debajo de la cama. Él ya había notado lo mucho que Vanessa terminaba en ese lugar.
Al no verla en ningún lado de la habitación, Paolo decidió salir encontrándose con sus abuelos en la cocina. Después de la mirada confusa de ellos y de preguntar por Vanessa su abuelo respondió: —Vanessa, ella salió esta mañana bastante temprano, dijo que iría contigo, pero como no quisiste despertar ella simplemente se fue— Elevó los hombros sin darle importancia a lo que decía.
—¡¿Se fue sin mí?! Espera ¡¿Se fue en mi
Vanessa se dirigió a los baños, se limpió con un poco de agua y se colocó la camisa de Paolo que le quedaba casi como vestido. «Este tipo tiene los hombros muy anchos» susurró examinando su nuevo vestido, ató una de las corbatas a su cintura y dio por terminado su «retoque» Mientras regresaba a la oficina se topó nuevamente con la bruja, esta vez no la dejaría ir sin molestarla antes.—¡Hola, suegra bruja! — saludó Vanessa con una radiante sonrisa.—Por qué tan de buen humor ¿Te agradó la compañía de hoy? — preguntó con una sonrisa maliciosa. Bianca no podía esperar el momento en el que ambas comenzaran a discutir o mucho mejor, que llegara el momento en el que Paolo y Vanessa discutieran.
—Como sea, quiero saber qué es lo que hay allí dentro— susurró Paolo comenzando a sacar lo que la caja contenía, la sonrisa que tenía al comienzo fue lentamente desvaneciéndose al sacar numerosas fotografías de Vanessa —esto es altamente perturbador— observó a la menor con un semblante asombrado.—Ya me está dando miedo ¿Hay algo más que no tenga que ver conmigo?— preguntó ella ocultando su rostro con sus manos. Ella deseaba ocultar le sonrojo en sus mejillas y la emoción que emanaba ¿Marcelo tenía fotografías de ella? No recordaba el momento exacto en el que las había tomado. Sin embargo, esto no restaba la euforia que Vanessa sentía en su interior.—Hay dos diarios con tu rostro en ellos— soltó una risita espantada —Vane, parece que el único «normal» de mi familia soy
La ahora pelinegra se había encaminado de regreso al aparador, había hecho las reservaciones pertinentes en el piso superior en el que se había asegurado de encontrar a Jonathan.—Me extraña que hayan pedido una habitación separada, al verlos, podría jurar que son esposos— sonrió nerviosa la recepcionista, mientras Paolo se acercaba al aparador.—De hecho, mis padres enloquecerían si llegan a saber que hemos compartido habitación— sonrió Vanessa sin percatarse de la presencia de su mayor —¡Se lo agradezco! La verdad que es un gran hombre— afirmó la pelinegra despidiéndose y dándose la vuelta, en ese momento casi hace que Paolo cayera al suelo, gracias al estrellón, segundos después lo había arrastrado a la habitación que le correspondería a él.—Así que ¿Hacemos una linda pare
Vanessa estaba cerca del jardín, la naturaleza le recordaba su casa y lo mucho que extrañaba a sus animalitos, Paolo el ganso habría de estar triste por la ausencia de Vanessa, pero pensar en su pequeño ganso la hacía pensar en su hermana y en el tonto de Paolo.—¿Por qué tiene que ser tan molesto? — bufó la pelinegra sacudiendo sus pies de manera bastante infantil y exhausta.—¿Quién es tan molesto? — preguntaron al lado de Vanessa.—Tú— respondió posando su mirada sobre él —¡Lo siento! Supuse que eras Paolo— se disculpó con Jonathan, soltando una bocanada de aire. —¿Ustedes no serán parientes de casualidad? Los veo muy parecidos— sonri&oac
Sus miradas estaban tan conectadas y parecía que todo lo que los rodeaba, pasaba a un segundo plano desapareciendo después. Su distancia se estaba acortando, la mirada de Paolo viajaba de los ojos a los labios de la más joven. Vanessa sentía sus mejillas arder y rápidamente depositó un beso en los labios de su compañero, al deparar en lo que había hecho, corrió con presteza a su habitación. Paolo quedó como una estatua por unos segundos dándole el tiempo a Vanessa de cerrar con seguro su habitación y esconderse debajo de las sábanas a causa del sonrojo que la instintiva acción le dejó como resultado.—¡Vanessa! — exclamó Paolo hecho un tomate andante. —Pero ¡¿Qué?! — exclamó mucho después llevando lentamente una de sus manos a los labios.El corazón del joven heredero amenazaba con sali
────── ✾ ────── •En otro lugar, una señora con un horrible temperamento se paseaba en el sótano. En sus manos llevaba una bandeja con comida que, como era costumbre, dejaba sobre la mesa y se sentaba hasta asegurarse de que su joven víctima comiera.—¿No piensas dirigirme la palabra o agradecer por los beneficios que tienes aquí? — Cuestionó la señora mientras observaba con detenimiento aquella silueta humana que se movía en una de las esquinas.—Privarme de la libertad, volver la empresa de mi padre en un medio para lavar su inmundo dinero, arrastrar a mi hermano a ello ¿Debería agradecerle por eso? ¡No es más que un ser vil y despreciable! — gritó Marcelo con gran c&o
—No soy uno. Más, puedo decirte que tengo mis contactos— respondió con serenidad mientras con su índice bajaba la elevada ceja de Vanessa.—¡¿Contactos?!— preguntó la chica algo sorprendida, su gesto repentinamente se mudó a uno lleno de preocupación —¿No serás uno de esos que trabaja en cosas ilegales? ¿O sí? — cuestionó mientras dejaba pasar un grueso trago de saliva por su garganta.—No— respondió después de estallar en carcajadas. —No hago nada ilegal, puedes estar tranquila— despeinó un poco a la menor e ingresaron a casa del pelinegro.La casa era bastante grande y tenía jardines muy bonitos, los cuales cautivaron la atención de Vanessa. El dulce aroma de las flores inundaba el lugar. Kennedy caminaba a su par con pasos lentos y observaba con una pequeña sonrisa a la infant
—Sí, sí nos vimos… Soy Vanessa Rinaldi, un gusto conocerte de manera oficial— sonrió fingiendo alegría.—Me disculpo por no haberlo hablado contigo antes, pero lo nuestro no tenía futuro— Intervino Paolo posando su mirada sobre Vanessa. Su mirada se sentía extremadamente fría, como si la persona que ella tenía al frente no fuese en lo absoluto, el Paolo que ella conoció.—No tiene de qué disculparse, después de todo solo soy su asistente— aclaró con tranquilidad mientras le regalaba a la pareja una enorme sonrisa. —¡Felicidades por la noticia! Espero que tengan un matrimonio duradero y bendecido— a pesar de las palabras que salían de su boca, su corazón temblaba al tener que decirlas. —No tienes que hacerte la fuerte, querida Vanessa— dijo la señora con una sonrisa de lado. —Todo esto h