23.- Leila.

— ¿Desde cuándo lo sabes? – me recuesto en su pecho mientras me enjabona en la enorme tina.

— ¡No lo sé! – me da un beso en la coronilla —. Después que me hirieran, creo – suspira pasando las manos por mis senos. Arqueo la espalda.

— No sé si creerle ¿sabes? – miro hacia arriba para verle el rostro —. Es todo tan… doloroso – sollozo de nuevo.

— Pues deberías creerle porque dice la verdad – besa de nuevo mi cabeza —, vi fotos, videos, conversaciones. Nada bonito – baja las manos de mi pecho hacia el abdomen y de allí a mi sexo —, de hecho no me agradaría que las vieras, yo no las dejaría libres, son unas delincuentes – acaricia mi sexo enajenándome con su propio deseo —. Necesitas terminar de escuchar la historia

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