Kareelle:
Comenzaba el sexto semestre de instituto y como era la costumbre, cada año los grupos se reacomodaban.
Este semestre también estaría junto a Scarlett y Viola, mis dos mejores amigas de la infancia. Al entrar al aula, algo o más bien alguien, llamo mi atención; un chico caucásico, de cabello castaño claro, alto y flaco, más bien complexión normal y unos hermosos ojos grises; es bastante apuesto; pero no es su físico lo que me llama la atención, sino el hecho de que está sentado al final del salón y... está solo. Todos los chicos parecen conocerse, pero parece que él es un desconocido, cosa extraña, porque al menos uno de los chicos debería conocerlo.
Siempre he sido muy curiosa, sin contar que siempre me ha gustado llevarme bien con todos y este año no sería la excepción. Comienzo a caminar en dirección al misterioso chico, cuando la maestra entra. Me quedo parada en aquel lugar.
- Sean bienvenidos, para los que no me conocen, soy Elehonor Russell. Espero que no se hayan puesto cómodos, porque ahora les voy a asignar sus asientos –dice con una gran sonrisa. Todos mis compañeros comienzan a quejarse; la maestra no le da importancia y comienza a nombrarnos y asignarnos un pupitre. Estoy segura que mi lugar será de los últimos, sino es que el ultimo por mi apellido.
- Van Gogh Kareelle, tu asiento es el veintinueve –me cuelgo bien la mochila y camino hasta mi asiento, que se encuentra en la última fila (viéndola de forma horizontal, claro); y me siento. Puedo notar que el chico no se ha movido y ocupa el asiento treinta–, y Wildember... tú ya estás en tu asiento; ahora vamos a comenzar con la clase. Hoy comenzaremos con la historia del arte, así que presten atención.
» La historia del arte, es una disciplina de las ciencias sociales que estudia la evolución del arte...
Wildember... ese es su apellido, ¿cuál será su nombre? Cuando la clase termine, hablare con él.
- Muy bien, esto es todo por hoy, mañana continuamos –dice comenzando a borrar los apuntes del pizarrón.
Todos se levantan para reunirse con sus amigos, excepto él; así que me volteo y me presento.
- Hola, soy Kareelle Van Gogh, pero puedes llamarme Kareelle –digo con una pequeña sonrisa. Al verlo de cerca, me percato que más que blanca, su piel es pálida.
- Hola, soy Daied Wildember, puedes llamarme Daied –dice, su voz suena vacía. Sus hermosos ojos grises no reflejaban nada, es como si también estuviesen vacíos; a cualquier persona le hubiesen dado miedo, pero no a Kareelle Van Gogh; a mí me dio tristeza y curiosidad.
- ¿Te encuentras bien? –pregunto con preocupación en un tono amable.
- Sí, ¿por qué la pregunta? –pregunta sin ningún sentimiento reflejado en su voz.
- Estas muy pálido –digo, casi una obviedad.
- Este es mi color natural de piel –dice en tono tranquilo.
- Entiendo. ¿Por qué no te juntas con otros chicos? –pregunto viéndolo a los ojos, antes de que pueda responder, Marcus me llama.
- Kar, ven por favor –dice con amabilidad.
- Claro, ahora voy. Me permites unos minutos –digo suave mientras me pongo de pie.
- Adelante –dice haciendo un ademan con la mano. Me levanto y me dirijo donde Marcus y sus amigos se encuentran.
- ¿Qué ocurre? Estaba platicando con Daied –digo tranquila, aunque un poco molesta.
- Ese es el problema –dice de forma escueta, lo observo sorprendida.
- ¿Daied? –pregunto muy confundida, ¿cómo un chico puede ser un problema?
- Wildember es un bicho raro, es muy, muy raro... tanto que asusta –dice en tono bajo.
- Daied me parece alguien agradable –digo con sinceridad.
- Tú encuentras a todo el mundo agradable –dice él en tono burlesco.
- No, lo que ocurre es que ustedes no se dan la oportunidad de conocer a la gente; además Marcus, yo soy libre de hablarle a quien se me dé la gana y si me permites, voy con Daied –digo antes de darle la espalda. No entiendo cuál es su problema, que él no quiera hablarle, no le da derecho a decirles a los demás con quien pueden y no pueden hablar.
- Hola otra vez –digo con tono tranquilo.
- Hola –dice su voz es suave, pero cargada con un tono de tristeza. Una sensación extraña se aloja en mi estomago; me parece que se trata de una señal de alerta.
- Ahora puedo entender que no te quieras juntar con los chicos –digo sin pensar lo que pensaba al caminar hacia él.
- Disculpa, ¿no te entiendo? –pregunta, hay confusión en su voz.
- Marcus, el de cabello negro; dice que no debo hablar contigo porque eres raro y asustas, pero a mí... –su suave voz corta mi frase.
- Y lo soy –dice con una certeza espeluznante.
- Para mí te ves bastante normal y si te sirve de algo, no me asustas ni un poco –digo segura, y no estaba mintiendo, si algo me caracterizaba, era mi sinceridad.
- Pues deberías –dice con un semblante serio. Al pronunciar esa oración, la extraña sensación se retuerce en mi estomago y se dirige a mi espina dorsal.
- ¿Por qué debería? –pregunto confundida, ignorando por completo esa extraña sensación.
- Soy peligroso –dice de forma escueta.
- Claro, tu mirada es muy peligrosa... jaja... no me hagas reír. Te ves más indefenso que un cachorrito -digo riendo bajo, a decir verdad, eso se me acababa de ocurrir.
- ¿Cachorrito? –pregunta; su cara muestra perplejidad y sus ojos... bueno, sus ojos muestran curiosidad. Una nueva cara, muy interesante me pregunto, ¿cuántas tendrá y?, ¿cuántas podre descubrir?
- Me refiero a que... bueno no es que te veas como un cachorro, sino que... bueno, un cachorrito está indefenso y necesita que le cuiden y lo protejan y así... no sé si me explique –termino bajo, buen momento para la diarrea verbal.
- Si te entiendo, pero a mí no me queda esa descripción –dice serio más no enojado.
- Para mí, es la que mejor te pega –digo con una sonrisa de lado, intentando ocultar mi vergüenza.
- Tienes ideas muy raras. Pero recuerda algo, las cosas no siempre son lo que parecen –dice con semblante serio; sus ojos muestran diversión y precaución. Que chico tan raro.
No podemos seguir platicando, ya que el profesor entra.
- Buenos días jóvenes, para los que no me conocen, soy el profesor Charles Calvert, he imparto la clase de cálculo, así que presten atención.
¡No! ¡Cálculo otra vez no! No me gustaba en quinto semestre, no me gusta ahora y no me va a gustar nunca. Si pase fue de milagro y lo peor, con siete; a mis padres casi les da un infarto al ver la calificación, ya que era bastante notoria la diferencia con las demás, «nueve en dos clases, es pasable, pero un siete, el próximo año quiero un nueve o mínimo un ocho». Ahora tenía que sacar como mínimo un ocho, pero era tan mala que lo veía imposible.
- Para el miércoles quiero que me entreguen estos ejercicios resueltos, sólo son diez, así que no empiecen a quejarse –dice el profesor mientras pasa las hojas; cuando veo la mía, siento que son jeroglíficos, resolverlos para el miércoles...
- ¿Podemos hacerlo en binas? –pregunta Kate.
- Sí, pero cada uno debe entregarme su trabajo, lo quiero presentable –dice Charles, y después continúa con su clase hasta que la campana suena.
- Hasta mañana –dice el profesor. Me llevo la mano a la frente, ¡no-puede-ser! Estoy muerta.
- Kareelle, ¿estás bien? –pregunta Daied con una voz suave, que me regresa a la realidad.
- Sí... bueno no, bueno, en general, soy muy buena en todas las materias, excepto matemáticas, son mi dolor de cabeza –digo bajo, sentía sudor frío bajar por mi nuca.
- Yo soy bastante bueno en matemáticas y si tú quieres, puedo ayudarte –dice con expresión seria; sus ojos profundos, es algo hechizante, siendo sincera.
- ¿En verdad? Te lo agradecería mucho –digo con alivio.
- ¿Te parece después de clases en la biblioteca? –sugiere con tono amable.
- Me parece perfecto –digo poco antes de que entre el profesor Jeremian.
- Buenos días jóvenes –es un profesor ya grande, pero bastante bueno–. Para los que no me conocen, soy el profesor Jeremian Evan; vamos a comenzar con longitud y latitud, así que pongan atención. La longitud...
Los sesenta minutos se pasan volando; después de geografía, tengo clase de física con Alexandra Michel’s, ella tiene un mellizo, el profesor Alexander, y no pueden ser más opuestos, ya que él enseña literatura y le encantan las obras de teatro.
- Buenos días jóvenes, para los que no me conocen, soy Alexandra Michel’s su profesora de física. Vamos a comenzar con refracción de la luz, así que presten atención.
No me explico cómo es que habían escogido sus carreras, lo más lógico es que ella hubiese escogido literatura y él física, pero bueno, yo que sé de la vida.
- Bien chicos, esto es todo por hoy –dice guardando sus cosas. Pff... por fin.
- Hora del almuerzo, ¿no vienes Daied? –pregunto antes de levantarme de mi silla.
- No gracias, prefiero tomar mi almuerzo aquí, en el salón –dice en tono condescendiente.
- Claro, te veo al rato –digo poniéndome de pie. En la puerta están Scarlett y Viola, esperándome como siempre.
- ¿No te da miedo? –pregunta Scarlett.
- Es algo raro, ¿no? –pregunta Viola después que Scarlett.
- No Viola, no le tengo miedo, es muy amable. Después de clases va a ayudarme con los ejercicios de cálculo; y no Scarlett, no es raro, sólo que le gusta su privacidad, como a cualquiera, además los chicos, empezando por Marcus; son todos idiotas.
- A mi no me da buena espina –dice Scarlett en tono serio.
- Dejemos a Daied en paz, vamos a la cafetería –digo para cambiar de tema.
Caminamos hasta el edificio uno. Cuando llegamos, nos formamos en la fila, escogemos la comida, pagamos y buscamos una mesa donde sentarnos. Comenzamos a hablar de los ejercicios; la que también es muy buena para mates, es Viola, pero Scarlett siempre la elige primero.
Daied:
La observo entrar al salón. Ella ríe junto con sus amigas, las señoritas Stamford y Lakewood.
Llevo dos años investigándola, recolectando información, aunque claro, todo a cierta distancia.
Había descubierto que le gusta la comida italiana, el color azul; leer y las películas de terror. Le gusta casi toda la música. Y lo más importante, que es una persona amable de corazón.
Estos últimos meses, había decidido acercarme a ella.
Kareelle entra y me observa, su rostro denota sorpresa, aunque no sé por qué. Camina en mi dirección, hasta que la maestra entra, y ella se detiene en seco volteando a ver a la maestra.
- Sean bienvenidos, para los que no me conocen, soy Elehonor Russell. Espero que no se hayan puesto cómodos, porque ahora les voy a asignar sus asientos –dice con una gran sonrisa. Todos comienzan a quejarse; pero la maestra no le da importancia y comienza a nombrar y asignar los pupitres. Yo no me muevo de lugar, puesto que no es necesario.
- Van Gogh Kareelle, tu asiento es el veintinueve –dice la maestra; ella se acomoda la mochila y camina hasta su asiento, que se encuentra a mi lado; toma asiento. Ella me voltea a ver, es obvio que noto que no me moví–, y Wildember... tú ya estás en tu asiento; ahora vamos a comenzar con la clase. Hoy comenzaremos con la historia del arte, así que presten atención.
» La historia del arte, es una disciplina de las ciencias sociales que estudia la evolución del arte...
Dejo de verla, y comienzo a prestarle atención a la maestra; no es que su clase aporte algo a mi conocimiento, pero sería grosero no hacerlo.
- Muy bien, esto es todo por hoy, mañana continuamos –dice guardando sus cosas.
Todos se levantan para reunirse con sus amigos o conocidos. Ella se voltea hacia mí y se presenta.
- Hola, soy Kareelle Van Gogh, pero puedes llamarme Kareelle –dice con una pequeña sonrisa. A decir verdad, no sé si hacer lo mismo.
- Hola, soy Daied Wildember, puedes llamarme Daied –digo, y me arrepiento al instante del tono de voz que he usado. Me veo reflejado en sus hermosos ojos avellana.
- ¿Te encuentras bien? –pregunta sacándome de mi ensimismamiento.
- Sí, ¿por qué la pregunta? –pregunto no dejando escapar la sorpresa que su pregunta me causa.
- Estas muy pálido –dice ella con preocupación.
- Este es mi color natural de piel –digo intentando calmarla.
- Entiendo. ¿Por qué no te juntas con otros chicos? –pregunta viéndome a los ojos. Antes de que pueda responder, Morrison la llama.
- Kar, ven por favor –dice con amabilidad hacia ella, pero con mirada asesina hacia mí.
- Claro, ahora voy, ¿me permites unos minutos? –pregunta, como si creyera que voy a ir a algún lado.
- Adelante –digo haciendo un ademan con la mano. Se levanta y se dirige donde Morrison y compañía se encuentran.
La observo platicar con él. Puedo ve como frunce el ceño ante, lo que supongo yo; es una pregunta. Su rostro se contrae, como si estuviera enojada, acto seguido, mueve la cabeza negando, se da la vuelta y comienza a caminar. Se ve molesta.
- Hola otra vez –dice con una pequeña sonrisa.
- Hola –digo, y esta vez, espero que mi voz no sea tan seca, pero creo que fallo, porque siento que acabo de reflejar la tristeza de mi alma.
- Ahora puedo entender que no te quieras juntar con los chicos –dice de repente, logrando sorprenderme.
- Disculpa, ¿no te entiendo? –pregunto un tanto confundido.
- Marcus, el de cabello negro; dice que no debo hablar contigo porque eres raro y asustas, pero a mí... –la interrumpo intentando no ser descortés.
- Y lo soy –le aseguro.
- Para mí te ves bastante normal y si te sirve de algo, no me asustas ni un poco –dice y no puedo escuchar duda en su voz
- Pues deberías –digo con semblante serio, que desee acercarme a ella, no quiere decir que no deba prevenirla de la verdad, de mi verdadera naturaleza.
- ¿Por qué debería? –pregunta confundida, y creo, que un poco asustada.
- Soy peligroso –digo con simpleza, pero con demasiada verdad en esas dos palabras.
- Claro, tu mirada es muy peligrosa... jaja... no me hagas reír. Te ves más indefenso que un cachorrito –dice con una enorme sonrisa. Algo que me desarma.
- ¿Cachorrito? –pregunto lo más serio que puedo, evitando mostrar lo gracioso que me ha parecido su descripción.
- Me refiero a que... bueno, no es que te veas como un cachorro, sino que... bueno, un cachorrito está indefenso y necesita que le cuiden y lo protejan y así... no sé si me explique –dice un poco avergonzada; puedo ver el leve rubor en sus mejillas.
- Si te entiendo, pero a mí no me queda esa descripción –digo escondiendo la sonrisa.
- Para mí, es la que mejor te pega –dice con una sonrisa de lado.
- Tienes ideas muy raras. Pero recuerda algo, las cosas no siempre son lo que parecen –digo a modo de advertencia. No quiero alejarla, pero tampoco que se quede tan cerca de mí.
Ella se detiene cuando el profesor entra.
- Buenos días jóvenes, para los que no me conocen, soy el profesor Charles Calvert, he imparto la clase de cálculo, así que presten atención –dice con tono agrio. Observo que a Kareelle se le descompone el rostro–. Para el miércoles quiero que me entreguen estos ejercicios resueltos, sólo son diez, así que no empiecen a quejarse –dice mientras pasa las hojas; Kareelle se pone pálida al verla.
- ¿Podemos hacerlo en binas? –pregunta la joven Darkwood.
- Sí, pero cada uno debe entregarme su trabajo, lo quiero presentable –dice Calvert, para después continuar con su clase, hasta que la campana suena.
- Hasta mañana –dice el profesor. La observo llevarse la mano a la frente, y me pregunto si estará enferma.
- Kareelle, ¿estás bien? –pregunto con voz suave; ella voltea a verme y sonríe, como si pidiera disculpas.
- Sí... bueno no... bueno, en general, soy muy buena en todas las materias, excepto matemáticas, son mi dolor de cabeza –dice en tono afligido.
- Soy bastante bueno en matemáticas y si tú quieres, puedo ayudarte –digo sin pensarlo; ella me observa con, ¿emoción? No sabría decir con qué.
- ¿En verdad? Te lo agradecería mucho –dice con una enorme sonrisa.
- ¿Te parece después de clases en la biblioteca? –ya que me he ofrecido, al menos que sea en un lugar público, donde no corra peligro.
- Me parece perfecto –dice poco antes de que entre el profesor Evan.
- Buenos días jóvenes –es un profesor de edad avanzada, muy bueno en su materia. Si no mal recuerdo, aun vivirá otros diez años–. Para los que no me conocen, soy el profesor Jeremian Evan; vamos a comenzar con longitud y latitud, así que pongan atención. La longitud...
Los siguientes sesenta minutos se pasan demasiado rápido, lo deduzco al ver las caras de todos; después de geografía, hay clase de física con Alexandra Michel’s; si no me equivoco, ella tiene un mellizo, el profesor Alexander; que enseña literatura.
- Buenos días jóvenes, para los que no me conocen, soy Alexandra Michel’s su profesora de física. Vamos a comenzar con refracción de la luz, así que presten atención –dice comenzando a dibujar mientras explica, hago un pequeño dibujo sobre el tema–. Bien chicos, esto es todo por hoy –dice guardando sus cosas, hace un ademan con la mano de despedida. Kareelle me observa.
- Hora del almuerzo, ¿no vienes Daied? –pregunta a forma de invitación. La cual, por obvias razones; voy a declinar.
- No gracias, prefiero tomar mi almuerzo aquí, en el salón –digo sin que suene grosero.
- Claro, te veo al rato –dice poniéndose de pie. En la puerta están las jóvenes Stamford y Lakewood; esperando a que su amiga deje de perder el tiempo con el chico raro.
La observo detenerse frente a ellas, veo que mueven los labios, y me observan; ella se tensa, y después se relaja. Las tres salen del salón.
Me pongo de pie y me dirijo a la azotea, necesito hablar con Vapula.
Kareelle: Después del almuerzo, nos toca clase de deportes con Belle; después biología con Jim, en seguida literatura con Alexander y por último, química con el profesor Reginald. El día transcurre normal; cuando podía, platicaba con Daied. Cuando las clases terminan, me despido de mis amigas y me voy con Daied a la biblioteca. Después de un buen rato de estar explicándome, Daied me pone a realizar los dos primeros ejercicios. Es sorprendente como los respondo sin problemas, él sí que es bueno explicando; aunque claro, en lo que yo resuelvo uno, el resuelve cuatro. Para los ejercicios tres y cuatro, vuelve a explicarme; después de la explicación, comienzo a resolverlos. La forma en que me explica, lo hace ver todo tan fácil. Intento resolver el quinto por mí misma, pero me equivoco en una variante x, así que Daied comienza a explicarme como puedo resolver los ejercicios cinco, seis y siete. Como ya es tarde,
Kareelle:Dos meses se pasaron volando y llego la temporada de exámenes; yo estudie mucho, sobre todo cálculo.La noche previa a los exámenes de cálculo y biología, yo estaba estudiando; cuando Scarlett me llamo y me invito al cine.- Lo siento, pero estoy estudiando –digo colocando el auricular entre mi oído y hombro.- Anda, te servirá distraerte –dice ella convenciéndome, o intentándolo.- En serio no puedo, te agradezco mucho la invitación, pero no puedo –digo anotando algunas formulas de mi libro- Anda, no te puedes perder esta película, dice Mandy que está muy buena, se llama: Hasta que la muerte nos separé. Trata de una chica que al salir de su trabajo un día, nota al otro lado de la acera a un chico muy apuesto; intercambian miradas coquetas, pero sólo eso. Después llega
Kareelle:Estoy atenta a los lados de la calle en espera de verlo; al volverme a la izquierda, mi corazón se detiene con la imagen, ahí está él, usando unos jeans negros deslavados estilo pitillo, unas botas negras estilo militar, una camisa blanca con las mangas dobladas y con los dos primeros botones desabrochados y sin fajar; en las manos trae una cazadora de cuero negra y su cabello esta alborotado; se ve tan guapo, parece que lo hubiesen esculpido los ángeles, o bueno, también pudieron sacarlo de una revista de moda. Me alegro de la ropa que he escogido, así no desentonare con él.- Hola Kareelle, ¿llevas mucho tiempo esperando? –sonríe y eso logra darme un pequeño infarto al corazón.- No, recién llegue, te ves muy bien –digo, y espero no estar babeando.- Lo mismo digo, te ves muy guapa –dice, lo que provoca que me
Kareelle:Tomo mi bolso y salimos; durante un buen rato, Daied no dice nada, y yo no hago el esfuerzo por romper el silencio. A punto de llegar a mi casa, Daied habla.- Siento mucho lo del restaurante –dice en tono preocupado- No te preocupes, la verdad es que no entendí nada de lo que dijiste –digo con sinceridad.- ¿En verdad? –pregunta, la esperanza filtrada en su suave voz.- Sí, lo siento –digo apenada.- Esta bien, es mejor que no supieras lo que quise decir –dice con alivio. Estoy más confundida que al principio, pero si no saber es la clave para que Daied esté tranquilo, entonces no continuare con el tema.Sin darme cuenta, hemos llegado a mi casa.- Muchas gracias por todo –digo con una pequeña sonrisa.- Gracias a ti –dice con una sonrisa. Saco mis llaves y me pongo a jugar con ellas, no q
Kareelle:Me despierto sobresaltada, acabo de tener una pesadilla, en ella, veo como Daied se desvanece con lentitud. Observo el reloj en mi mesita de noche, el cual marca las cinco cuarenta, me acuesto, incapaz de dormir. Después de diez minutos, me levanto y me dirijo a la regadera para un baño rápido.Ahora más que nunca, necesito estar tranquila, ya han pasado dos meses, y estamos en exámenes y trabajos finales.Al salir me siento en mi escritorio y comienzo a escribir; el escrito es una carta para Daied. Lágrimas comienzan a brotar, con el dorso de la mano comienzo a retirarlas. Cuando termino, bajo y desayuno con mis padres.- ¿Tan pronto se marcharán? –pregunto en tono triste, hacía una semana que habían vuelto de Leeds.- Sí, es una venta importante –dice mi madre con una sonrisa conciliadora.- Entiendo, ¿a qu&ea
Kareelle: Abro los ojos nada más sonar la alarma, esta noche no he tenido pesadillas. Me levanto y corro a la regadera; me baño y cambio con rapidez. Estoy cepillando mi cabello, cuando noto el sonido de algo al caer contra mi ventana, me acerco y levanto la cortina, observo que está lloviendo, de una forma muy leve. Tomo una chamarra y me la coloco por encima del uniforme, bajo y desayuno con mis padres. - Me alegra que me dejen en el instituto –digo antes de morder mi tostada con mermelada. - Lo hubiésemos hecho aunque no nos tuviéramos que ir –dice mi padre tomando un sorbo de su café. - Gracias –digo con una pequeña sonrisa. Al terminar de desayunar, ayudo a mis padres a subir las maletas. A los diez minutos estoy frente al Truro. - Ten cuidado al volver a casa –dice mi padre con preocupación. - Claro, que tengan un buen viaje –digo con una sonrisa, que espero que los tranquilice.
Kareelle:Un suave agarre en el hombro me despierta, bizqueo hasta que puedo ver quién es la sombra negra.- ¿Daied? –pregunto al notar su indiscutible porte.- Siento despertarte pero, dirás que es una niñada pero... le temo a los truenos... sé que es mucho pedir pero... ¿podría dormir contigo? –dice, su voz me revela que no miente, no puedo imaginar que él le tenga miedo a algo, pero el hecho de que lo haga, provoca más que risa, ternura.- Claro, después de todo, tú me ayudaste con la rata –digo moviéndome a un lado para que pueda acostarse.- No diría que te ayude –susurra mientras se mete bajo mis sabanas–, sólo te avise cuando la rata se fue.- Eso fue bueno, si hubiese estado sola, habría hecho el tonto –digo bajo, algo apenada.- No creo, buenas noches – di
Kareelle:Me despierto muy agitada, otra pesadilla inunda mi mente, esta vez, no sólo está Daied, también están mis padres. Escucho una voz ronca que me da a escoger una opción: Daied o mis padres. Lo bueno, es que sólo es un mal sueño y no tengo que escoger a nadie, por el momento los tengo a los tres.Me levanto y me baño rápido, bajo a la cocina y tomo un poco de cereal. Al terminar, enjuago el tazón y me encamino a la parada.Mientras espero, recuerdo lo que ha ocurrido ayer, tengo que pensar en algo para evitar que Daied tenga otro accidente. Subo al autobús y me concentro en un plan, la única solución es: no separarme ni un segundo de él.Al bajar, corro al salón para buscar a Daied, pero él no se encuentra ahí; corro de regreso a la entrada, esperare con paciencia hasta que él llegue, s&eac