Una grúa se llevó al Bentley destrozado por el choque mientras Isabella era llevada en contra de su voluntad al hospital.—¡Estoy bien, necesito hablar con el detective Tobar! —gritaba.No pasó mucho hasta que le inyectaron un calmante, así pudieron revisar sus lesiones con detenimiento. Un golpe en la cabeza, una fractura en la clavícula. Tendría que quedar en observación. 〜✿〜La calidez de unos suaves dedos entre los suyos sacó a Isabella de su letargo en la camilla del hospital. —Matilde...Le pareció ver claramente a su hija parada a su lado y le aferró la mano. Ya no la dejaría ir nunca más.—Es probable que al inicio esté confundida, de a poco se le irán pasando los efectos del calmante —le explicó la enfermera a Emilia.—Hija... te dije que no sacaras el bolso Pr4da...Emilia le acarició la mano.—No vuelvas a irte de mi lado...En poco más de treinta minutos, la vista de Isabella se aclaró y la hermosa visión de su hija a su lado se desva
Luego de un día en observación en el hospital, Isabella fue dada de alta. Emilia fue a buscarla.—Sí que están mal las cosas, Oliver ni siquiera vino por ti.—La cabeza de Oliver está en cualquier parte, menos donde debe.Y eso ella podía llegar a entenderlo: las deudas, el miedo a perder su poder, su estatus, las comodidades y los privilegios, tenía sus prioridades trastocadas, ¿pero qué había de su corazón? ¿Dónde estaba su corazón? —Dile a mamá que estoy bien, no quiero que vaya a visitarme. Lo que menos necesito ahora son sus sermones.—Lo intentaré.—Mi prioridad es Matilde. No voy a estar detrás de Oliver. Si él quiere componer nuestra relación, que él se acerque.—¿Estás segura?—Fuiste tú la que dijo que él volvería. —Pues sí —le dio una breve mirada—. Aunque eso no significa que debas descuidarte. Ir al salón de belleza no te haría mal, tu pelo luce horroroso.Isabella se miró en el espejo del parasol. Su hermana no exageraba, parecía haber envejecido varios años, Matilde se
Dos millones y medio era el monto adeudado con la compañía de electricidad. Era Oliver el encargado de pagar las cuentas de suministros básicos, Isabella hacía lo propio con el internet, el teléfono y la televisión satelital. Y sin siquiera avisarle, él había dejado de pagar.—No quiero ni imaginar cuánto debemos de agua. —Revisa, Isabellita o nos la van a cortar también —decía Mary. La cuenta también era alta y se debían dos meses. Isabella las pagó al instante.—¡Qué vergüenza, Mary! No le vayas a contar a nadie.—¿A quién voy a contarle? Además, no tiene nada de malo, a todo el mundo le ha pasado.A Isabella jamás y eso la asustaba.A las diez de la mañana se reunió con David, el ex contador de la inmobiliaria. Lucía ojeroso bajo sus gafas, cansado.—¿Qué pasó con Oliver? ¿Cómo llegó la inmobiliaria a estar tan mal?—Malas decisiones, gastos desmedidos. El Oliver de los últimos meses no era el que conocí todos estos años, parecía... un chiquillo inmaduro apresurado por tenerlo to
—Puedes quedarte aquí durante el día si quieres —le dijo Jacob a Isabella por la mañana—. Tendrás que ordenar el almuerzo porque no he ido de compras y la despensa está casi vacía.—No me quedaré.Pasado el shock de descubrir que su esposo le era infiel, Isabella pudo meditar mejor sobre todo lo que estaba ocurriendo. —¿Nos vemos en la noche entonces?Ella tomó distancia, evidentemente incómoda. —Escucha, Jacob. Que mi esposo sea infiel no significa que yo deba pagarle con la misma moneda.—Pero nosotros no tenemos una relación todavía, sólo estamos "explorando".Su cinismo la hizo reír. —Entonces deberías buscar a alguien más para explorar, yo estoy llena de problemas y no necesitas eso. Una muchacha soltera, sin hijos, que tenga todo su tiempo para dedicártelo a ti, eso necesitas.—¿Qué sabes tú lo que yo necesito? Tienes ese terrible defecto de creer que lo sabes todo y de que la gente debe hacer lo que tú quieres, pues no. En mi vida mando yo.—¿Lo ves? Ni siquiera tenemos una r
Mientras más alto se lograba llegar, más dolía la caída y ahora, luego de los últimos acontecimientos, Isabella no estaba en el suelo, sino en una fosa submarina, ahogándose en un dolor inimaginable.—Tantos años trabajando para él y me despide así nada más. Me dolió mucho, Isabellita.—Ay, Mary. Ni te imaginas. —Pero ya estoy aquí, no llores.Isabella siguió llorando mientras comía, mientras se paseaba como un espectro por los pasillos de su casa. La hermosa mansión de sus sueños tenía la nostalgia de un cascarón vacío. En el salón se sentó frente al piano. Ella había recibido clases desde niña, una mujer educada y de sociedad debía dominar por lo menos un segundo idioma y ser diestra en algún instrumento. Acarició con suavidad las teclas, sin llegar a sacarles un sonido, y recordó las veladas donde, junto a sus amigos, disfrutaban del talento que su hija había heredado. Se atrevió a pulsar una tecla, y otra. A cada nota iban brotando las memorias, que acompañaban momentos maravil
Luego de lamentarse, llorar y pensar en la vida de pesadilla que se le venía por delante, Isabella se sintió lista para enfrentar a su esposo. Se vistió con un traje de dos piezas, diseñado a la medida por una exclusiva casa de modas italiana. El corte elegante realzaba su clase y refinada belleza. Volvió a maquillarse, ocultó sus ojeras y trató de disimular sus ojos hinchados. Le dio volumen y movimiento a su cabello, tal cual como se lo peinaban en el salón de belleza. Se veía hermosa aunque por dentro se moría.Llegó a la inmobiliaria sin aviso previo, la temblorosa asistente le dijo que Oliver estaba en la sala de reuniones y hacia allá fue. No llamó a la puerta para entrar. —¡¿Qué haces aquí?! —masculló Oliver por lo bajo, con expresión desencajada al verla.Había dos hombre más con él.—Ya que te fuiste y no contestas mis llamadas, no me dejaste más opción que venir aquí.—Estoy ocupado, espera afuera —ordenó, con los labios apretados.Qué feo se veía cuando estaba enojado.
Sábado por la mañana, Isabella despertó en la cama de Jacob, envuelta en su aroma y con la sensación de sus besos y caricias todavía cubriéndole la piel.Vaya hombre. No quería caer en comparaciones, pero era inevitable. Todo lo que sabía respecto a la intimidad lo había aprendido con Oliver, su único y precario marco de referencia (PRECARIO con mayúsculas).Se había cansado, tenía varios músculos medio entumecidos y eso ya era decir mucho, y no se había aburrido para nada. Y agradeció que Jacob no estuviera en la cama con ella, no estaba muy segura de lo que seguiría a continuación, casi sentía como si hubiera perdido la virginidad por segunda vez. Metió la cabeza bajo la almohada y cerró los ojos.Un repentino beso en la espalda la sobresaltó. El calor del cuerpo de Jacob tuvo un efecto inmediato y empezó a tener calor también.—¿Me traes el desayuno a la cama? —Tendría que ser el almuerzo, van a ser las cuatro de la tarde.Imposible, ella sentía que apenas y había dormido algo dur
Las cuatro muchachas desaparecidas sobre las que Isabella leía no tenían mucho en común, salvo una cosa. Pertenecían a diferentes clases sociales y se perdieron sin dejar rastro en distintos contextos: de camino a la escuela, luego de un paseo, tras una discusión con un familiar o al salir con amigos. Aparentemente nada que relacionara lo casos. Sin embargo, lo que ellas compartían era lo que tenía a Isabella armando puzzles en su cabeza: todas eran chicas hermosas. En dos de los casos había sospechosos involucrados por su supuesta participación en los hechos: un ex novio y el propio padre.Isabella se sobresaltó y le dio unos golpes con los nudillos al estante de madera a su lado, costumbre de Mary para espantar la mala fortuna.¿Cómo un padre podría lastimar a su hija? Jamás lo entendería.En los otros casos no había ninguna pista, aun cuando el más antiguo era de hace tres años. Matilde llevaba poco más de un mes desaparecida y se le hacía una eternidad, no imaginaba que se extend