El peso del pasado

Alberto terminó la llamada y guardó el teléfono en su bolsillo. Justo cuando se volteaba para salir del hospital, una voz familiar lo detuvo.

—Alberto…

Se giró rápidamente y ahí estaba ella.

Camila

El mundo pareció detenerse en el instante en que nuestros ojos se encontraron. Durante un año me repetí que lo había superado, que su ausencia no me dolía, que ya no significaba nada para mí. Pero al verlo de nuevo… todo se derrumbó.

Mi corazón latió con fuerza, traicionándome. ¿Cómo podía seguir teniendo ese efecto en mí después de tanto tiempo?

Sonreí, una sonrisa grande, sincera, que reflejaba lo mucho que lo había extrañado. Antes de que pudiera decir algo más que un sorprendido:

—¿Qué haces aquí…?

Me lancé a sus brazos.

El contacto con su cuerpo fue como volver a casa. Casi pude engañarme a mí misma y pensar que todo estaba bien, que nada había cambiado. Pero entonces, noté algo.

No me abrazó de vuelta.

Su cuerpo se mantuvo rígido, sus brazos inmóviles. Un escalofrío recorri
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