No tan simple

—Pues no me gusta —respondió de inmediato sin la menor duda, esa reacción causó una mirada de intriga en él, quien alzó las cejas y la comisura de su boca se curvó en lo que pareció una risa reprimida—, qué forma absurda de hacerlo.

»Casada sin saber, esto tiene un protocolo y todo se supone que primero debe ir en un proceso muy cuidadoso para llegar a tal cosa como el matrimonio, ¿cómo podría sentirme tranquila solo sabiendo que llego a trabajar y me voy de regreso estando casada sin haberme enterado.

—¿Un protocolo, hablas de salidas, regalos y un anillo para proponerlo? —Él entornó sus ojos y la miró con cautela mientras ella se detenía a mantener la expresión de inconformidad.

—No podría pedir una boda de cuentos ni un romance en matrimonio de películas como solo algunas pueden, pero al menos me gustaría que mi vida la fuera a pasar con la persona quien yo elija y que me diera la oportunidad de aceptar su propuesta tras que me hubiera dado un anillo.

»No esperar a que lo deba pasar solo así y encima con mi propio jefe.

Herman la siguió observando de la misma manera que tenía momentos atrás y después de un momento cuando ella terminó de hablar le contestó.

—Para que sepas, por si no sabías, aunque creo que es obvio que no —señaló mientras buscaba en su bolsillo y dejaba una caja pequeña sobre la mesa—, en el acuerdo estaba reflejado que todo eso se iba a realizar, pero que tal acto solo sería llevado a cabo una vez se tuviera plena confirmación de que ambas partes estaban de acuerdo. Sería útil que hubieras leído el contrato.

Agnes se perturbó de nuevo y miró con impaciencia la pequeña caja, él notó su mirada de intriga y por hacerle aumentar ese gesto a decidió abrir, mostrando un anillo en ella, por tan solo un instante antes de cerrarla y volver a guardar la caja.

Agnes casi dijo algo a modo de decepción, pero solo instantes después lo evitó, ese corto segundo fue demasiado breve para apreciar aquella alianza y la piedra en la cima que la coronaba.

Herman sonrió con descaro y la miró fruncir el ceño ante él para luego voltear a un rincón y desviar su atención.

—Pero viendo las cosas mejor y resultando en el tema de que ha habido tal confusión talvez no sea necesario apegarse a los protocolos y destinar lo que hubiera sucedido a que quede guardado ya que no será esta la ocasión. Será mejor que lo guarde.

Agnes lo miró con duda y comprendió el motivo por el cual era posible que ya tuviera la reservación hecha desde la mañana como había indicado, él pensaba darle el anillo en ese momento como muestra entre ellos de que el compromiso había sido aceptado.

La habría llevado allí esa noche para hablar con ella, pero el imprevisto de que todo eso fuera una confusión había hecho cambiar sus planes y ahora estaban allí hablando de un asunto completamente diferente, no un acuerdo de matrimonio juntos, sino todo lo contrario.

—Veo que tal cosa no hará falta —habló nuevamente al ver que ella estaba pensativa observándolo.

—No… —contestó al volver a poner su mente centrada—, porque no habrá tal cosa.

—Bueno —suspiró—, pasemos a eso. Ya está claro que nada de esto es lo que se pensaba. El asunto es que ya estamos casados. —Se dejó la frente entre sus manos, su cabeza le daba vueltas por tan complicada situación, de hecho lo hacía estar en blanco—. Estamos casados y por desgracia fue un error —susurró—, estamos en un dilema.

»Por equivocación terminó siendo un conflicto, fue una metida de pata monumental y menudo rollo el que ha causado, estamos en un matrimonio por error, uno que por tu lado no sabías y que por el mío creí estabas de acuerdo.

Suspiró pesado con desagrado, esa situación le dejaba un mal sabor de boca.

—¿Cómo podría?, no soy de las que se casan solo porque sí. Nunca. —Él entornó sus ojos y tras un rato reflexionando a bastante consciencia la situación le terminó por responder después de una pausa.

—La solución a esto no es tan simple…, seguro pensaste que había una salida obvia que lo resuelve rápido, posiblemente dirás “si no estamos a lo acordado y no queremos seguir como estamos ni tú ni yo por igual, lo que deberíamos hacer sería separarnos, desde el punto de vista del contrato porque entre tú y yo no somos nada”. Algo así, ¿verdad?

Él le sostuvo la mirada con escrutinio.

—No sé si diría las palabras como las ha hecho sonar, pero sí me gustaría deshacer el haber firmado ese matrimonio.

—Como lo dije no es tan sencillo. —Cerró los ojos y bajó un poco la cabeza—. Pero sí, dada la reciente y confusa situación, lo que debemos ver es cómo resolverlo de modo que lo pueda zanjar de una vez, tratando que se haga lo más discreto y después aparentar que no ocurrió nada.

—Lo dice como si fuera algo sencillo, pero su cara me pone en duda ese pensamiento.

—Todo es sencillo si solo es dicho, hacerlo es otra cosa. Será complicado, mucho, además será un proceso demasiado largo de llevar a cabo, podría tardar algo.

—¿Cuánto?

—Unos meses.

—¿Unos meses? —chilló descolocada casi levantándose de la silla y mirando que las personas se la quedaban viendo para después tratar de fingir que no pasó nada y volviendo a sentarse—. ¿Cómo puede ser tanto?

—El asunto es, que el contrato está bastante reforzado, no es tan fácil como solo decir que firmamos una recesión y ya. Eso no funciona tan simple como parece, aunque ambas partes digan terminarlo, hay otras cosas además de eso que no lo va a hacer tan fácil.

—Eso no puede ser más que una broma.

—No lo es —respondió extrañamente calmado y concentrado en la conversación—. Tal cual he dicho, será demorado, pero si queremos resolverlo y salir ilesos, lo que podemos hacer es separarnos de una manera en que podamos silenciarlo, como si nada hubiera pasado.

Aunque lo decía con una mirada muy seria, extrañamente no parecía estar tan convencido de ese resultado.

—Sí, bueno… Supongo que es mejor así —habló quedándose pensativa—, no me gustaría saber cómo se podrían las cosas de incómodas en el trabajo si alguien de la oficina se enterara que me casé con el jefe.

—¿Le has dicho a alguien más al respecto?

—¿Qué?, no. Apenas me entero hoy, no he hablado con nadie, además si ni sabía antes de ahora ¿cómo podría haber hablado de eso con alguien? Tampoco quisiera decirle a nadie, sería una burla para quien se enterara cómo fue que pasó.

Él frunció la boca y respiró.

—Okey, por lo tanto, tan solo tú y yo estamos enterados del tema y por ahora se debe quedar así, al menos por ahora, mientras no resolvamos este tropiezo somos legalmente un matrimonio. Así que, bueno, habrá que planificar nuestra “separación” —destacó haciendo comillas en sus dedos.

—Recuerdo que mi madre me decía que era tan arisca y tan anticuada que quien se casara conmigo me pediría el divorcio la primera semana, pero no creí que lo fuera a hacer en la primera noche. —Ese comentario y la voz de ironía al expresarlo, hizo que él alzara las cejas para verla con curiosidad ante la repentina broma que ella había hecho para burlarse de la situación.

Lo pensó un momento después de que lo haya puesto a modo de conclusión. Si se separaban dejaría de serlo, pero por el momento mientras no lo hubiera hecho, esa mujer irónica y con comentarios un tanto peculiares y algo inesperados, era su esposa.

—En serio ¿cómo fue que sucedió? —resopló mientras volvía a respirar pesado y decidió poner algo de atención en que los atendieran en su mesa.

Agnes aprovechó un momento de la interrupción en que los atendían para pensar en algo sobre la tarde en cuestión. Cuando se terminó yendo el mesero, esperó que estuviera lejos para hacer su pregunta.

—¿Por qué aceptó darme ese contrato para que yo lo firmara si estaba en cuenta de lo que pasaría una vez lo hiciera? Sabía que sería su esposa al firmarlo, ¿por qué aceptó que fuera yo?

Él le sostuvo la mirad de manera seria.

—Porque habías sonado bastante decidida, sonabas convincente aunque no lo fueras, recuerda lo que te dije, no me pareces la más convincente, pero sin embargo que me podría equivocar. Pero sin embargo no podría esperar que tal equivocación fuera a desembocar en este resultado.

—Oh, ya veo.

—No hay nada especial porque te eligiera, simplemente me pareciste una opción no tan mala, después de haber estado tres días mirando a prospectas cuyas entrevistas me las hacían parecer opciones incluso menos convincentes que tú. El escogerte no pareció tan malo.

—No sé si eso suena halagador o es una manera suave de insultar. —Una duda saltó a su cabeza a raíz de eso—. ¿Por qué estaba buscando esposa?

Él entornó el semblante y se mostró amenazador ante esa pregunta.

—Esa es una pregunta que no te puedo responder, ya dijiste que no estabas de acuerdo y como esto fue un malentendido hace eso un asunto que no te puedo comentar.

Ella lo miró descolocada ante su repentina reserva a hablar de eso, ante esa línea que delimitaba en medio de los dos para evitar decir la razón para hacerlo.

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