Isabella Había pasado un par de semanas desde que la señora Bruce había estado en reposo por lo de su alergia, sorprendente lo que la nuez puede hacer para aquellos que son alérgicos, es perjudicial y mortal, me pregunto: ¿Qué no se ha fijado lo que iba a comer? Luego negué, había estado tan tranquila trabajando que hoy había llegado y estaba al otro lado del pasillo mirándome de vez en cuando con aquella mirada de odio puro, ¿Qué acaso yo fui la culpable como para que me mire de esa manera? Está loca esa señora. El teléfono de mi escritorio sonó y por el nuevo identificador que me habían instalado hace días atrás, era mi jefe. Ahora que estaba la señora Bruce, se la había llevado encerrado en su oficina, debe de tener pleito pagado con esa mujer, y es imposible de no creer que es una saboteadora. —¿Sí, señor?—contesté la llamada. —Ven a la oficina y bloquea tu equipo. —arrugué mi ceño y sentí la mirada de la señora Bruce. —Sí, señor. —al colgar, miré la pantalla de mi computado
Isabella Después de elegir la propiedad y sin decir nada más, me retiré para asegurarme que el lugar estuviese todo lo necesario para darle la bienvenida a la prometida de Zaid, y el primo, este último se llamaba Ibrahim Ayad. La señora Bruce sonreía cuando me vio recoger mis cosas para marcharme, pensé en mi interior que ella estaba al tanto de la llegada de la prometida y al verla, podría jurar que estaba disfrutándolo. Pero le regresé la sonrisa, no quería que notara ni una pizca de que esto podría inquietarme. —Buenas noches, señora Bruce. —le sonreí más y con eso, pude quitarle la sonrisa malévola de su boca. —¿a dónde es que vas? Aún falta media hora para tu salida. —Hará diligencias para mí, señora Bruce—dijo Zaid apareciendo por el pasillo y deteniéndose a lado de la señora Bruce.—Así que por favor, mande los correos faltantes, —él le entregó una lista y luego sin mirarme, se retiró de nuevo a su oficina, miré a la señora Bruce quien hizo una mueca de fastidio. —Si no
ZaidJohn me había avisado que Zahara e Ibrahim estaban subiendo el elevador hacia acá, me tensé de solo imaginar el plan manipulador por el cual ellos están aquí en Canadá, y llegaría al fondo de todo. Aún no se me quitaba de la cabeza que Ibrahim podía estar involucrado en el atentado, tenía información de que si la boda no se celebraba, él tendría el poder que me estaba ofreciendo el padre de Azahara, el control total de todos sus negocios, en caso de no llegar a casarnos, pasaría a él. Así que si estaba aquí, era por algo. —Buenas noches, Zaid—escuché la voz de Ibrahim, vestía casual, traje de dos piezas y un abrigo, Azahara, su ropa tradicional. —Espero hayan tenido un buen viaje, —saludé a Azahara y luego extendí mi mano a él. —¿Qué hacía Isabella aquí, a solas contigo?—preguntó Azahara en un tono que no me gustó para nada. —Vamos llegando, Aza, no pongamos a la defensiva a Zaid. —el tono de burla de Ibrahim era obvio en su tono de voz. —La señorita Sánchez fue quien se ha
Isabella Entré al departamento tan rápido que casi tropiezo, el ver a Zaid dentro de su auto afuera de mi edificio me dejó con el corazón latiendo a toda prisa. —Respira, Isabella. Respira…—me aferré a las bolsas de compras contra mi pecho y luego entré a la cocina a dejarlas sobre la superficie de la mesa. El calor me había invadido de pies a cabeza olvidando por primera vez el frío actual, me retiré la gabardina y la colgué en el gancho detrás de la puerta principal. Me llevé las manos a mis mejillas y las toqué, las tenía hirviendo, —¿Qué es lo que te pasa con Zaid, Isabella? —luego una mano bajó a mi corazón, lo sentí latir apresurado, esta inquietud se intensificó. Esto ya no estaba bien, estaba sintiendo algo que no debía. No estaba bien. Era un hombre de otro nivel y tenía una prometida. ¡Se va a casar, Isabella! Negué intentando distraerme y dejar de pensar en como me sentía respecto a él. Empecé a preparar la pasta de lasaña que iba a cenar, había pasado media hora de mi e
Isabella Los ojos se Zaid se habían abierto más cuando escuchó mis palabras, pude notar en su mirada oscura, el debate interno que tenía. Ahora que sabía lo que me estaba pasando con él, es que finalmente entendí que tenía que controlarme, y poner una línea entre los dos, por más que me hiciera sentir como lo había hecho, tenía que respetar a su prometida, ¿Qué me esperaba de él si pasara algo más? No confiaría en un futuro, por qué temeré que le pase lo mismo con otra mujer y ocuparía el puesto de Azahara, negué para mí misma, no quería ser la otra y menos, romper un compromiso de años y bajo muchas costumbres a las que yo no sé si podría adaptarme, ¿Se imaginan su familia? Si siendo asistente me odiaron desde el primer día, no me quería imaginar si pasara algo más, podrían tacharme el resto de mi vida por arruinar el compromiso que les había costado mantener por años, es más, me desaparecerían en un cerrar de ojos. ¿Quieres eso, Isabella? No. Rotundamente no. Me aclaré la garganta
Isabella Sentí su calor a mi espalda. ―Sí, señor―dije esperando a que retrocediera y pusiera espacio, cuando ya no lo sentí, me volví lentamente hacia él, sentí como mi corazón se aceleró al verlo a menos de dos metros de distancia de mí. ―Toma asiento, por favor. ―señaló un sillón, acepté y fui a sentarme, al hacerlo, él se acercó a tomar dos botellas de agua, me ofreció una y le agradecí, di un sorbito a toda prisa antes de que prestara atención hacia mí, él tomó el teléfono del escritorio y marcó: ―Por favor, que nadie nos interrumpa. ―y luego colgó, ya me veía a la señora Bruce pasando el chisme a la madre de Zaid. O a Azahara, su prometida, que aún seguía en la ciudad. Zaid se sentó en el otro sillón para quedar frente a mí, cruzo su rodilla y noté como sus dedos se aferraron a la botella de agua. —El dinero que se le depositó fue un bono extra por su empeño y por parte de su trabajo en Dubái. —de solo recordar lo de hace meses me hizo tensarme.—Gracias, pero no era necesario,
Isabella Condominios Ashgar Había pensado durante el camino, que realmente era una mala idea, yo, la asistente y luego, Azahara, la prometida. Entonces apareció, estaba cubierta de pies a cabeza, solo mostrando parte de su rostro, caminó y se detuvo delante de mí. —Buenos días, señorita Sánchez. —me tensé en la forma que me había saludado, era claramente incómodo para ella como para mí, hice una inclinación en breve saludo. —Buenos días, señorita Ayad. —Puedes decirme, Azahara, —dudé de si debía de hacerlo. —Creo que sería más educado llamarla por su apellido—ella soltó un suspiro, pero lo sentí más como de frustración que intentó ocultar. —Aprovecharemos antes de que me empieces a llamar «Señora Ashgar»—ese comentario fue innecesario por el tono con el que lo acompañó, esa ceja arqueada y la mejilla alzada, como si estuviese ocultando su sonrisa malévola. «Dios perdóname por pensar mal» —Sí, está bien. —esperó a que la llamara—Azahara. —era bonito nombre, y más como se pronun
Zaid Ashgar Export Había caminado de un lado a otro por toda mi oficina queriendo imaginar que es lo que podría estar pasando en estos momentos con Isabella y Azahara, ¿Estarían hablando de mí? ¿Azahara estaría siendo amable con ella? Me detuve frente al gran ventanal que estaba en una esquina de mi oficina, no sé por qué cedí a este capricho de Azahara. Recapitulé esa noche que besé a Isabella, había algo en mí que me abrumó, algo que nunca había sentido y había entrado en acción, había llamado de la nada a Azahara y le dije que adelantáramos la boda, ella estaba sorprendida por mi decisión, ahora no me casaría en diez meses, ahora sería un mes. Me centraría en mudar mi empresa y estar en terreno de Dubái para hacer mi vida, lo que está trazado desde años, tenía una promesa que cumplir y sin darme cuenta, estaba a nada de romperla, ¿Qué era esto que me estaba pasando? Había pedido perdón a Alá por mi falta de honor al besar unos labios que no eran de mi futura esposa, unos labios