Toronto, Canadá, pista privada, Aeropuerto Internacional Pearson.Recogí mi bolso, audífonos y mis lentes de sol, John se había acercado para informarme que el auto estaría esperando para irme a dejar a mi departamento, miré hacia el pasillo y mi jefe iba saliendo de la habitación que estaba al final del pasillo, de la última conversación él se había encerrado de nuevo y apenas es que volví a verlo.—Hasta el lunes, señor Ashgar. —hizo un gesto con su barbilla y luego se puso a hablar por el celular, John se dio cuenta de mi gesto de dolor cuando me giré demasiado rápido hacia él.—Tiene que tener más cuidado, señorita Sánchez, —solo asentí y noté que me estaba siguiendo a la salida, al ver que me había percatado, me sonrió.—La escoltaré hasta la puerta—me ayudó a bajar en uno de los últimos escalones del avión y luego le hizo señas a uno de los hombres para que llevara mi maleta a la camioneta blindada que estaba a unos metros de distancia de nosotros, la pista estaba despejada, no ha
ZaidEstaba dentro del auto esperando entrar a mi casa. John se había quedado inquieto cuando le dije que iría a casa de Isabella a dejar yo mismo el medicamento, que no necesitaba seguridad, solo iría y vendría de regreso rápido, pero había solo pasado tan rápido esas dos horas con una conversación trivial, conocí más de la familia de ella, hasta que la vi contener un bostezo, que fue cuando decidí irme. Había antes pasado por una tienda donde solía comprar algunas cosas como el chocolate, así que aproveché comprar un poco más y llevarle, mis manos se quedaron en el volante de mi Ranger, pensando detenidamente en el impulso que me había llevado a ese departamento. ¿Por qué ese arrebato de la nada? ¿Por qué estaba haciendo esto de forma espontánea? Yo nunca he sido espontáneo. —¿Está todo bien, señor?—escuché la voz de John quien estaba de pie al otro lado de mi puerta, con el ceño arrugado, pero por la preocupación. Miré hacia él y asentí. Bajé del auto y le entregué las llaves para
IsabellaHabía dormido como bebé el día de ayer, el medicamento me había relajado y calmado el dolor, finalmente me hizo descansar como debía desde hace mucho no lo hacía. A lo lejos escuché la llamada entrante y por el tono debe de ser Julio, uno de mis hermanos. Estiré la mano para tomar mi celular que estaba siendo cargado en la mesa auxiliar a lado de mi cama y miré la pantalla.—Vamos, Isa, termina con esto. —tenía mucho que contarles a mis hermanos, pero a como era Julio, que era el hermano mayor, era capaz de venir por mí y sacarme arrastras de Canadá. Deslicé el botón para contestar. —Buenos días, hermanito…—Hasta que te dignas en contestar, ¿Sabes lo preocupados que hemos estado todos aquí?—cerré mis ojos y me acomodé para escuchar la regañada que me iba a meter.—Espera, antes les informé que la señal era difícil por donde andaba.—Dubái está más adelantado que todos los demás países, ellos serían los últimos en tener dificultades para que una llamada internacional entre, —
Isabella Había pasado un par de semanas desde que la señora Bruce había estado en reposo por lo de su alergia, sorprendente lo que la nuez puede hacer para aquellos que son alérgicos, es perjudicial y mortal, me pregunto: ¿Qué no se ha fijado lo que iba a comer? Luego negué, había estado tan tranquila trabajando que hoy había llegado y estaba al otro lado del pasillo mirándome de vez en cuando con aquella mirada de odio puro, ¿Qué acaso yo fui la culpable como para que me mire de esa manera? Está loca esa señora. El teléfono de mi escritorio sonó y por el nuevo identificador que me habían instalado hace días atrás, era mi jefe. Ahora que estaba la señora Bruce, se la había llevado encerrado en su oficina, debe de tener pleito pagado con esa mujer, y es imposible de no creer que es una saboteadora. —¿Sí, señor?—contesté la llamada. —Ven a la oficina y bloquea tu equipo. —arrugué mi ceño y sentí la mirada de la señora Bruce. —Sí, señor. —al colgar, miré la pantalla de mi computado
Isabella Después de elegir la propiedad y sin decir nada más, me retiré para asegurarme que el lugar estuviese todo lo necesario para darle la bienvenida a la prometida de Zaid, y el primo, este último se llamaba Ibrahim Ayad. La señora Bruce sonreía cuando me vio recoger mis cosas para marcharme, pensé en mi interior que ella estaba al tanto de la llegada de la prometida y al verla, podría jurar que estaba disfrutándolo. Pero le regresé la sonrisa, no quería que notara ni una pizca de que esto podría inquietarme. —Buenas noches, señora Bruce. —le sonreí más y con eso, pude quitarle la sonrisa malévola de su boca. —¿a dónde es que vas? Aún falta media hora para tu salida. —Hará diligencias para mí, señora Bruce—dijo Zaid apareciendo por el pasillo y deteniéndose a lado de la señora Bruce.—Así que por favor, mande los correos faltantes, —él le entregó una lista y luego sin mirarme, se retiró de nuevo a su oficina, miré a la señora Bruce quien hizo una mueca de fastidio. —Si no
ZaidJohn me había avisado que Zahara e Ibrahim estaban subiendo el elevador hacia acá, me tensé de solo imaginar el plan manipulador por el cual ellos están aquí en Canadá, y llegaría al fondo de todo. Aún no se me quitaba de la cabeza que Ibrahim podía estar involucrado en el atentado, tenía información de que si la boda no se celebraba, él tendría el poder que me estaba ofreciendo el padre de Azahara, el control total de todos sus negocios, en caso de no llegar a casarnos, pasaría a él. Así que si estaba aquí, era por algo. —Buenas noches, Zaid—escuché la voz de Ibrahim, vestía casual, traje de dos piezas y un abrigo, Azahara, su ropa tradicional. —Espero hayan tenido un buen viaje, —saludé a Azahara y luego extendí mi mano a él. —¿Qué hacía Isabella aquí, a solas contigo?—preguntó Azahara en un tono que no me gustó para nada. —Vamos llegando, Aza, no pongamos a la defensiva a Zaid. —el tono de burla de Ibrahim era obvio en su tono de voz. —La señorita Sánchez fue quien se ha
Isabella Entré al departamento tan rápido que casi tropiezo, el ver a Zaid dentro de su auto afuera de mi edificio me dejó con el corazón latiendo a toda prisa. —Respira, Isabella. Respira…—me aferré a las bolsas de compras contra mi pecho y luego entré a la cocina a dejarlas sobre la superficie de la mesa. El calor me había invadido de pies a cabeza olvidando por primera vez el frío actual, me retiré la gabardina y la colgué en el gancho detrás de la puerta principal. Me llevé las manos a mis mejillas y las toqué, las tenía hirviendo, —¿Qué es lo que te pasa con Zaid, Isabella? —luego una mano bajó a mi corazón, lo sentí latir apresurado, esta inquietud se intensificó. Esto ya no estaba bien, estaba sintiendo algo que no debía. No estaba bien. Era un hombre de otro nivel y tenía una prometida. ¡Se va a casar, Isabella! Negué intentando distraerme y dejar de pensar en como me sentía respecto a él. Empecé a preparar la pasta de lasaña que iba a cenar, había pasado media hora de mi e
Isabella Los ojos se Zaid se habían abierto más cuando escuchó mis palabras, pude notar en su mirada oscura, el debate interno que tenía. Ahora que sabía lo que me estaba pasando con él, es que finalmente entendí que tenía que controlarme, y poner una línea entre los dos, por más que me hiciera sentir como lo había hecho, tenía que respetar a su prometida, ¿Qué me esperaba de él si pasara algo más? No confiaría en un futuro, por qué temeré que le pase lo mismo con otra mujer y ocuparía el puesto de Azahara, negué para mí misma, no quería ser la otra y menos, romper un compromiso de años y bajo muchas costumbres a las que yo no sé si podría adaptarme, ¿Se imaginan su familia? Si siendo asistente me odiaron desde el primer día, no me quería imaginar si pasara algo más, podrían tacharme el resto de mi vida por arruinar el compromiso que les había costado mantener por años, es más, me desaparecerían en un cerrar de ojos. ¿Quieres eso, Isabella? No. Rotundamente no. Me aclaré la garganta