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CAPÍTULO 2: ¿QUÉ DEMONIOS QUIERES?

Marcello creyó que moriría, que su corazón no bombearía nuevamente. Pero de pronto allí estaba, latiendo desenfrenado y recordándole que seguía vivo.

Tres pares de ojos fijos en él, esperando su reacción.

-¿Es. . .Estás segura de lo que dices, Collette?

-Si Macello, Camilla estaba feliz, dice que después de tanto tiempo sin ver a su hermana, está más que dichosa de recibirla nuevamente. Al parecer el señor Lorretti la recogerá en el aeropuerto. . . ¿ qué. . .qué piensas hacer?

-Buscarla, reclamar una explicación, exigir que me dé la cara por la humillación a la que me ha sometido. ¿Qué otra cosa podría hacer?- bebió todo el contenido de su vaso y se levantó, sin decir nada más se marchó, dejando a sus hermanos un poco aturdidos.

Collette se sintió mal, su hermano estaba irremisiblemente enamorado de la hija mayor de los Lorretti, desde que ella había desaparecido sin ninguna explicación, Marcello, no había vuelto a ser el mismo. No sonreía con frecuencia y por lo general estaba taciturno y ensimismado, siempre con la compañía de un trago.

-Ese hombre me preocupa- las palabras de Pietro, la sacaron de sus pensamientos.

-Lo sé- agregó Leandro- no quiero ni imaginar qué sucederá cuando Chiara Lorretti, pise nuevamente tierra italiana.

-Hermanos, no sé cómo pero debemos ayudarlo, algo hay que hacer por él. Marcello, es de los hombres que sólo se enamoran una vez. Ya está destrozado al tener que vivir con su ausencia, esperemos que puedan solucionar las cosas- dejó escapar un suspiro- porque si no es así, Marcello la llorará de por vida. Jamás podrá amar a otra mujer que no sea Chiara.

Marcello, entró a su habitación con el corazón desbocado, cerró la puerta con fuerza y se sentó en la amplía y cómoda cama.

¡Chiara volvía!

¡Después de tantos años, ella volvía!

Su corazón se aceleraba vehementemente, volvería a verla, moría por verla, abrazarla, por besarla, por sentir el calor que emanaba su piel. ¡La necesitaba tanto!

No entendía qué había ocurrido, ni por qué ella se había alejado de la forma en que lo hizo, lo único que sabía es que ahora obtendría las respuestas que continuamente le impedían el sueño, provocándole perturbadoras noches de insomnio.

¡Chiara volvía y tendría que darle una explicación!

Aquella noche le pareció la más larga de toda su vida, el insomnio se hacía presente nuevamente. Su mente le hacía recordar los besos de Chiara, su cariño, las huella de su amor presente en su piel parecían emanar calor, haciendo que su cuerpo ardieran. La pasión y el amor por ella no se habían apagado.

El tiempo no lo cura todo. Las personas suelen mentir en eso. Al menos, tiempo no era igual a olvido para él, sino equivalente a añoranza, anhelo y profunda desesperación por tenerla, la seguía amando como el mismo día en que se marchó.



Después de una larga noche sin dormir, Marcello se levantó, se duchó, se vistió y se fue a la oficina sin desayunar. Tenía muchos asuntos que atender, si quería ver a Chiara antes del anochecer debía enfocarse en resolver los asuntos de la empresa, mientras más pronto solucionara todo, más pronto podría marcharse a casa de los Lorretti.





Chiara bajaba las escaleras que la llevarían a la sala central del aeropuerto, debía conseguir alguien que le ayudara con las maletas y debía conseguir también un taxi que la llevara hasta su casa.

Estaba muy nerviosa por su regreso. Había extrañado tanto su país, a su familia, sentir el calor de Italia acariciando su piel, esas dulces manos sobre su piel era lo que realmente extrañaba.

¡Basta Chiara!

Se reprendió a sí misma. No debes pensar en él, Marcello Corttonni es soylo parte de un pasado que ella no quiere recordar.

No te quiero en mi vida, Marcello Corttonni.

-¡Chiara, Chiara!

Aquel llamado la obligó a abandonar sus pensamientos. Su padre se encontraba de pie con los brazos extendidos. Corrió hacia él abrazándolo con fuerza.

-¡Papito!- exclamó con un gran nudo en la garganta y sin poder evitarlo algunas lágrimas resbalaron por sus mejillas.

-Mi princesa, mi hermosa hija, mi orgullo- su voz se quebraba a la vez que sus brazos la rodeaban con fuerza- te fuiste siendo una jovencita, ahora eres toda una mujer, te fuiste siendo una estudiante, ahora eres una gran profesional.

-Te extrañé tanto, Papi- le besó la mejilla.

-Y nosotros a ti, mi amor. Estamos ansiosos con tu regreso, tu hermana está feliz y tu madre ha cocinado todo lo que alguna vez señalaste como tu comida favorita- rieron juntos.

-Los amo muchísimo.

-Y nosotros a ti princesa, ahora vamos por tus maletas y volvamos a casa.

Después de un caluroso recibimiento y comer un poco de todo lo que su madre le había preparado, se fue a la cama, aquella habitación que tantos recuerdos le traía, allí donde alguna vez había conocido la felicidad en brazos de Marcello, aquella cama en la que tantas veces había sido suya y lo había sentido tan de ella. Pero no, eso era pasado, y ella odiaba vivir sintiendo el pasado como si fuese un presente. Observó su dedo anular y rodó aquel hermoso anillo que enviaba hermosos destellos por toda la habitación, luego dejó escapar un gemido de frustración.

Volver a casa estaba resultando más difícil de lo que ella hubiese pensado.

Se había duchado, se puso una ligera pijama, dejó su larga y abundante cabellera negra suelta y se metió bajo las sábanas.

No supo cuántas horas durmió, pero la despertaron unos fuertes gritos que llegaban desde el recibidor.

¿Qué ocurría?

En su casa nunca habían gritos. ¿Qué era lo que estaba ocurriendo?

Sin siquiera pensarlo saltó fuera de la cama, pasó una mano por sus alborotados cabellos y se dirigió corriendo a las escaleras.

-¡No me iré sin verla!

-¡No la verás, márchate de una vez!

-¡He dicho que no me iré y si no la llama ahora mismo me instalaré en su sala, o a la puerta de su casa hasta que Chiara Lorretti se digne a recibirme!

¡Era él! ¡Era Marcello!

¿Cómo se atrevía?

Su padre se escuchaba cada vez más agitado, corrió en su ayuda, si Marcello quería verla no debió llegar gritando como un troglodita.

-¡Vete, Marcello Corttonni!

-No me iré, maldición he dicho que no me iré hasta ver a Chiara.

-Aquí estoy - dijo ella llegando- ¿qué diablos te ocurre?, no puedes venir a mi casa gritando y dando espectáculos, si no lo sabes, no es necesario gritar para entenderse.

Marcello la vio y de inmediato enmudeció, ella estaba furiosa y realmente hermosa enfundada en esa pijama, su cabello alborotado, su cara con marcas de la sábanas, su rostro no tenía ni un rastro de maquillaje, estaba descalza y muy bella.

Ella cruzó los brazos sobre su pecho, cosa que él agradeció porque aquella pijama dejaba entrever la redondez de sus senos. Sus ojos le miraban furioso.

-¿Qué diablos quieres, Marcello?

-Tenemos que hablar.

-No hay nada de qué hablar- respondió ella firme.

-Chiara, debemos hablar y no me iré hasta que lo hayamos hecho- se miraron en silencio largamente.

-Muy bien- ella se giró hacia su padre- papito, déjame a solas un momento con. . .

-No, no te dejaré con él.

-Por favor- le suplicó en tono cariñoso. Su padre dudó largo rato, pero luego accedió.

-De acuerdo, cariño. Pero deberías vestirte, estas medio desnuda frente a él.

-Nada que no haya visto o tocado antes, señor.

-¡Te romperé la cara!- gritó Gio Lorretti pero su hija le detuvo, su rostro un poco ruborizado.

-No padre, déjame sola con él, solo serán un par de minutos.

-Pero. . .

-Padre, por favor.

-Muy bien- se giró hacia Marcello- pero después te marchas de mi casa y no vuelves.

-Ya decidiré si volver o no, señor- su tono frío no hacía más que provocar a su advenedizo, pero eso no le preocupaba en lo más mínimo, había dicho la verdad. No se iría de esa casa sin hablar con Chiara.

El padre de ella se marchó, dejándolos en su profundo silencio, ella lo encaró mirándolo fijamente.

-Muy bien, Marcello Corttonni. ¿Qué demonios quieres?

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