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CAPÍTULO 1: ELLA VUELVE

Marcello Corttonni, se encontraba en la sala de la mansión Corttonni con un vaso de wisky en sus manos, y sumido en sus pensamientos.

Habían pasado no cinco, ni seis como Chiara había prometido, sino ocho años desde que ella se marchara, ocho largos y difíciles años.

Al principio todo había marchado como ambos lo habían planificado, cuando Chiara estuvo instalada se dedicó a estudiar, todas las noches ella lo había llamado, al menos durante los dos primeros años, en las vacaciones ella había venido y juntos habían disfrutado de algunos días de amor y pasión. Pero todo aquello había cambiado después de dos años, Chiara había dejado de llamar, los correos y las cartas habían cesado, no respondía a las llamadas que él le hacía, su familia simplemente le había dicho que ella no quería saber nada de él.

-No vuelvas por aquí, Corttonni- le había dicho el padre de Chiara- mi hija no desea saber más nada de ti.

Después de aquello se había ido a su casa sintiéndose destrozado.

 ¿Qué había sucedido?

Chiara, se había alejado totalmente de él, de hecho había ido a buscarla a la residencia universitaria de Australia dónde se quedaba, pero sus amigas le dijeron que ella se había marchado. En la universidad tampoco logró ningún avance, la rectora le había dicho:

-Lo siento, la joven Chiara Lorretti, nos informó que no diéramos ningún tipo de información a nadie ajeno a su familia.

-¡Pero soy su prometido!- casi había gritado de frustración.

-Lo siento, señor Corttonni,  no puedo ayudarle.

Todo había sido inútil, era como si la tierra se la hubiese tragado, y allí estaba él, sumido en un amor que le corroía el alma, porque aunque ella hubiese desaparecido de su vida, Marcello Corttonni mantenía su promesa.

Aún la esperaba.

La puerta principal de la casa se abrió, Marcello bebió de su vaso y giró la vista para recibir a quién llegaba, que resultó ser su hermano Pietro.

-¿Perdido en tus pensamientos?- le preguntó.

-Si- respondió sincero- a ver Pietro, ¿cuándo dejarás la mala vida?, ¡mira nada más como vienes!

-Sólo son unos cuantos golpes- pero Pietro sabía que no era cierto, esta vez resultó más golpeado de lo normal y su rostro tenía muchas heridas, una ceja partida, un labio roto, era un desastre.

-Matarás a Marlo de un infarto- se quejó.

-Nuestro padre me conoce, Marcello- aseguró- nada me cambiará.

-Ser rebelde está bien por un rato, pero ya va siendo hora de que tomes la vida con seriedad.

-Nadie vive mejor que yo, querido hermano, ¡Mia vita e' meravigliosa!

Meravigliosa!, así será la furia de Marlo Corttonni en cuanto te vea- aseguró su hermano.

-Basta de dramas hermanito mayor- sonrió de medio lado, sentándose frente a él en el sofá- me beberé un trago contigo- sirvió su  propia copa para luego acomodarse de nuevo frente a él- y bien, ¿qué Chiara Lorretti ocupa tus pensamientos?

-Es que no lo entiendo, Pietro- bufó enojado- no entiendo nada.

-No hay nada que entender hermano, las mujeres están locas, todas lo están. No intentes comprenderlas. Búscate otra, Marcello, hay muchas mujeres en el mundo, muchas dispuestas a complacerte, muchas anhelando acompañar sus nombres del apellido Corttonni, no tiene sentido que sigas sufriendo por una que no quiere estar contigo, ella te ha abandonado, no te merece.

-¡Maldita sea, Pietro!. . . No quiero a muchas, la quiero a ella.

-Pero ella ya no está Marcello, han pasado ocho años, ocho malditos años desde que pusiste ese anillo en su dedo y seis desde que desapareciera, ¿ qué esperas?- lo miró frunciendo el ceño- ya basta, hermano, es suficiente.

-Esa mujer me va a volver loco- casi gimió.

-Yo lo certifico, hermano.

-Es que no puedo dejar de pensarla, no puedo Pietro, tengo las huellas de su amor sobre mi piel.

-A grandes males, grades soluciones, Fratello.

-¿ Y quién se supone que tiene grandes males?- preguntó su otro hermano apareciendo con el ceño fruncido.

-¡Qué mala educación Leandro!- se quejó Pietro- ¿desde cuándo husmeas las conversaciones?

-No husmeaba, evidentemente ustedes no susurraban- se sentó junto a Marcello.

-El de los grandes males soy yo- dijo este elevando una mano y bebiendo de su trago.

-No tienes grandes males, hermano, sólo uno.

-¡Chiara Lorretti!- aseguró Pietro bebiendo.

-¿Quién más?- ironizó Leandro- te dije que aún queda un cupo en el "club de solteros Corttonni"- el trió rió.-Debemos comenzar a casarnos pronto, o Marlo tendrá un infarto.

-Nada de eso, amo mi soltería- aseguró Pietro.

-Y yo la mía- intervino Leandro

-Por lo visto soy el único que desea una esposa. Bien, espero que Roscius esté de mi lado- sonrió Marcello de medio lado. Pietro frunció el ceño.

-¿Crees que haya una mujer en toda Italia que desee casarse con el bastardo de Marlo Corttonni?

-¡Pietro!- le exhortó Marcello- es ilógico que sigas con tontas disputas, ha pasado mucho tiempo ya.

-Me da igual el tiempo que pase- Pietro elevó una ceja- eso no lo hace menos bastardo.

-No le llames así- pidió Leandro.

-Es lo que es.

-¡Es tu hermano!- Marcello le recordó.

-¡Un bastardo!

-Sí, pero no menos hermano, ya le hemos aceptado, madre, le admitió- decía Leandro- Collette, le adora.

-Yo no puedo olvidar que Marlo engañó a mi madre.

- Roscius no tiene la culpa de eso- aseguró Marcello.

-Si es cierto, pero él es producto de la vergüenza de mi padre.

-No vives en la Italia del siglo XVIII, Pietro- Leandro lo miraba algo enojado.

-Soy como soy, y nadie logrará cambiarme.

-Son prejuicios absurdo- Aseguró Leandro.

-Me juzgan severamente, pero somos lo que somos ¿o no? Tú  Marcello, eres un tonto enamorado. Leandro, tú eres el lobo solitario que casi siempre evita correr con esta manada, yo soy la oveja negra de la familia, y Roscius, él es el bastardo y nada cambiará a ninguno de nosotros.

-Es nuestra sangre, y para nosotros la sangre está por encima de todo- sentenció Marcello. Pietro, no supo que agregar y guardó silencio frunciendo los labios y bebiendo un largo trago de su vaso.

Aquel incomodo silencio que se instaló en la sala fue interrumpido por la puerta principal que se abría nuevamente, esta vez para darle paso a la consentida de la casa.

-¡Collette!- Leandro le sonrió.

-Hey, con qué aquí están parte de mis hombres reunidos- entró y fue depositando un beso en cada uno de sus hermanos mayores- eso se ve muy mal Pietro- le sonrió y tomó asiento a su lado.

-Son heridas de guerra Principessa, y esas se llevan con orgullo.

-Claro- rió Collette divertida- por cómo te ves, yo diría que fueron todos contra ti, guapo.

-Pequeña diablilla- Pietro le sonrió- imagínate cómo quedó el otro.

-Ustedes los hombres siempre, siempre dicen lo mismo- volvió a reír- lástima que no puedo verlo, es posible que no tenga ni un rasguño- todos rieron felices- papá te va a matar.

-Afortunadamente no le tengo miedo a la muerte.

-¡Qué bien por ti!- le sonrió- ¿Dónde está Roscius?- para ella no pasó desapercibido que Pietro fruncía el ceño y las manos las volvía puños.

¡No entendía por qué lo odiaba tanto!

-Salió muy temprano y aún no vuelve- respondió Leandro encogiéndose de hombros.

-Bien. . . oye Cello, no creerás lo que tengo que decirte.

-¿De qué se trata, Piccola?

-Hoy me he topado con Camilla- dijo suavemente.

El corazón de Marcello dio un salto. Camilla, la hermana de Chiara.

-¿Y bien?

-Me ha dado una noticia que de seguro te gustará- otro saltó más poderoso.

-Collette, odio cuando te pones misteriosa, cara mía.

-Mañana Vuelve Chiara- aquellas palabras salieron de la boca de su hermana, y está vez su corazón no dio un salto, sino que por unos instantes dejó de latir. 

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