ENCUENTRO 2

ALASKA

Abel deja su mano en mi cintura dejándome a su lado y frente a su mejor amigo poniéndome peor. Está a un paso de mí, su perfume me llega y siento como los pezones se me ponen duros, calando profundo con su aroma viril. No sé qué perfume utiliza, pero opaca al resto.

—Te presento a mi novia Alaska—lo dice con un tono lleno de orgullo —es la mujer de mi vida. 

El hombre me ofrece la mano que tomó debilitándome las piernas. El calor de su mano desencadena un millón de sensaciones que recorren todo mi cuerpo y pone mi rostro como un fogón, su mirada sigue en mí, no la aparta formando un agujero en mi estómago.

—Alaska—el tono de su voz rasgado y varonil me estremece—Abel me ha hablado mucho de ti. 

—Lo mismo de ti Bruno. 

Creo que voy a desmayarme. Suelto su mano y su calor queda en mi piel. Mi novio como el caballero que es, me ofrece la silla dejándome frente a su amigo. 

Es muy mala idea en estos momentos, al menos de perfil no me distraería con su belleza. Es más atractivo de lo que pensaba, más que en foto y el impacto que me ha generado siento que me tiene pendiendo de un hilo. Al filo del abismo.

Parpadeo varias veces ignorándolo, no quiero mirarlo mientras habla de cosas con mi novio quien me acaricia la mano. El mesero nos trae la carta y me concentró en mirar el nombre de los platos, pero no me logro concentrar. Siento una mirada encima de mí y levanto los ojos de la carta hacia el hombre que tengo al frente y se me forma un agujero en el estómago cuando me doy cuenta que está mirándome fijamente. 

Me quedo prendado de sus ojos por unos segundos desapareciendo todo a mi alrededor. El tono es hermoso, y el portador mucho más. ¿Qué hace? ¿qué hago? no deberíamos seguir mirándonos, pero el hechizo es poderoso. 

—¿Cariño que piensas pedir?

Vuelvo en sí con las palabras de mi novio, carraspeo para concentrarme, pero me es casi imposible, tengo la mente en blanco. 

Termino pidiendo pastas, es la mejor opción y el almuerzo transcurre normal, pero conmigo llena de nervios. 

Habla, el tono es rasgado, característico, grueso y podria jurar que se distingue entre la multitud. Miro a otro lado, hay un par de chicas que hablan mirándolo y es normal, de reojo lo miro, pero parece no importarle nada a su alrededor.

Platica con mi novio que intenta hacerlo entrar en razón dándole consejos que estoy segura le entra por un oído y le sale por el otro porque no lo conozco lo suficiente, pero podria jurar que es el tipo caprichoso que hace lo que se le da la gana.

—Sabes que no me interesa nadie en estos momentos, estas igual que mi madre aconsejándome cosas que no pido.

Es un grosero, no tiene por qué responder de esa manera. No obstante, miro a Abel y no parece molestarle su actitud. Al parecer esta acostumbrado a su mala actitud.

—Por Dios amigo, ya tienes 25 años y deberías ya sentar cabeza, tener una relación estable, pensar en la compañía de una mujer que te valore, te quiera y te ayude a crecer hermano, has tenido a muchas, sabes lo bueno y lo malo, ya es hora que busques a una que te haga feliz.

No creo que sea ese tipo de hombres.

—¿Tú tienes eso que me dices? —pregunta Bruno mientras me llevo la copa a la boca. 

—Alaska es la mujer perfecta—Abel toma mi mano dejando un beso en mis nudillos—por eso te digo que el amor existe y que hay personas que te hacen sentir especial y te ayudan a mejorar, a ser mejores personas. 

—No exageres mi amor. 

Siento que no hay aire a mi alrededor con la mirada que me dedica. Por un breve momento lo observó y es que parece que me desnuda con los ojos. 

—No lo hago princesa, soy la envidia de muchos al tener a una mujer que además de hermosa, es inteligente e independiente, no se consiguen mujeres como ella. 

Me idolatra tanto que me avergüenza y debo pasar el cúmulo de sensaciones bebiendo de la copa. Quisiera que esto se terminará de inmediato, su mirada encima de mí no la soporto. 

—Si me imagino—contesta con desánimo—la mujer perfecta. 

Alza varias cejas en un gesto desinteresado.

—Pará mí si lo es, y cuando la conozcas me darás la razón, pero ten cuidado, ella es solo para mí. 

—Descuida amigo, no me gusta meterme con cosas ajenas. 

El tono que emplea no me gusta. Sin embargo, no digo nada para no tensionar el ambiente. No se si soy yo quien noto el ambiente pesado, pero no puedo respirar bien. 

No hablamos de negocios aún, a medida que pasa los minutos siento que las cosas se relajan por unos minutos antes de prepararnos para lo que viene. 

—¿Quieres postre mi vida? —Abel me conoce muy bien, amo mucho los postres—¿mora?

No miro al sujeto que tengo al frente.

—Estoy bien así, deberíamos avanzar y hablar de la verdadera razón que nos trae aquí.

—Por fin alguien habla algo interesante—por mas que quiera evitarlo, es imposible hacerlo todo el tiempo—porque no mejor empezamos con lo importante, y entréguenme la propuesta que me tienen.

Bebo vino antes de hablar, comienzo explicándole que es lo que hacemos en la empresa, metas y proyectos, Es una tortura, mi cabeza esta ardiendo, sus ojos siguen puestos en mi y me duelen los pezones de lo duro que se encuentran. Parecen dos esferas y temo que se puedan notar por encima de la tela de mi vestido.

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