Capítulo 86. Verdades dolorosas.

Alejandro y Amelia se miraron uno al otro sin poder contener esa expresión de preocupación en su mirada, se tomaron de las manos y dirigieron al cuarto de juego donde estaba Anaís jugando con Alexandre, sintiendo el corazón acelerado.

Sabían que la conversación que estaban a punto de tener era muy importante para todos, y en cierta medida les preocupaba la reacción de la niña.

Lo que había ocurrido recientemente con Manuela y sus primas había sido una situación difícil para Alejandro, la tormenta de emociones, las traiciones reveladas, lo habían dejado impactado.

Ahora, su prioridad era Anaís, la pequeña que había adoptado como su hija, pero ahora por un giro de los acontecimientos, y a las manipulaciones de la que fue objeto resultaba ser de su propia sangre.

Y por supuesto que a él le gustaba la idea de ser su padre biológico, estaba contento y orgulloso de la pequeña, sin embargo, no podía evitar sentirse triste al darse cuenta de que su pequeña debió vivir sola en un orfanato
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