Alejandro apretó su mandíbula con rabia, pero antes de que pudiera hablar la conversación se vio interrumpida por la llegada de Manuela, quien irrumpió de golpe.Su rostro reflejaba una expresión extraña, hasta nerviosa mientras miraba a Alejandro y luego a Amelia.—Alejandro... —dijo Manuela con voz entrecortada, casi como si hubiera corrido para llegar hasta allí—. Necesito decirte algo importante. Algo que Amelia nunca te ha contado.El silencio en la sala se intensificó. Amelia cerró los ojos brevemente, ya anticipando lo que vendría. Su corazón latió con fuerza, y un nudo de ansiedad se formó en su garganta, al saber que al fin le iba a dar un rostro al padre biológico de Anaís, sin embargo, las siguientes palabras cayeron en ella como un balde de agua helada.—¿Qué tienes que ver tú en todo esto? —preguntó Alejandro, su tono seco, casi impaciente.—Soy la prima de Sergio. Y quiero decirte que el padre de la hija de Amelia... —Manuela tomó una profunda respiración antes de conti
El eco de las palabras de Manuela aún resonaba en la cabeza de Amelia mientras se sentaba en el comedor, completamente desmoronada. “¿Por qué dijo eso? ¿Sería que la muestra que usaron era de Sergio? ¿Cómo lo hicieron? ¿Sería el cómplice?”, esas preguntas revolotearon en su mente y ella se partía la cabeza pensando en las respuestas, pero no llegaban. Quería contarle la verdad, pero para ella era difícil hablar de ese tema, porque había tratado de mantenerlo oculto en lo más recóndito de su mente, solo así había sobrevivido.En su mente, mientras esperaba a su hija, se imaginaba que se había enamorado de un hombre maravilloso y que con amor habían concebido a su hija, y él se había ido de viaje. Se repitió esa mentira una y otra vez, y decidió que era lo que le contaría a su pequeña, para que ella nunca supiera su origen, porque su prioridad era la felicidad de su pequeña y no quería que nada ni nadie pudiera dañarla, porque ella no tenía la culpa de lo que le había pasado.Sin emb
El detective se quedó en silencio por un momento al otro lado de la línea, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.“Señora Esmeralda” comenzó con un tono cauteloso, “la investigación ha tomado algunos giros inesperados. He hablado con algunas personas que estudiaron con Amelia en el colegio, pero todos se niegan a hablar”.Esmeralda frunció el ceño, su impaciencia creciendo. —No me importa qué giros inesperados haya tomado, necesito que me envíes la información que si tú no puedes avanzar lo haré yo. El detective suspiró audiblemente. “Muy bien. Le haré llegar la información”.Mientras esperaba que el detective le enviara la información, tamborileó los dedos sobre el escritorio, su mirada fija en el reloj de pared. El tiempo parecía moverse más lento de lo habitual.Finalmente, recibió la información, la leyó con rapidez, decidió hacer unas anotaciones en una libreta y decidió a salir a buscar la verdad. Vio los nombres enviado por el detective y sus direcciones Jo
—¿Viste a papá? ¿Estás contenta ahora? —le preguntó a la niña, moviendo sus manos con ternura.Anaís asintió con entusiasmo, sus pequeñas manos moviéndose rápidamente para expresar su alegría. —Sí, mami. Papá dijo que volverá pronto y que me traerá un regalo —respondió la niña con una sonrisa radiante.Amelia sintió que se le encogía el corazón al ver la inocente alegría de su hija. Anaís no tenía idea de la tormenta emocional que estaba ocurriendo entre sus padres. Por un momento, Amelia se permitió perderse en la sonrisa de su pequeña, agradecida de que al menos ella pudiera mantener su felicidad intacta.—Me alegro mucho, mi amor —respondió Amelia en el lenguaje de su hija, forzando una sonrisa—. ¿Qué te parece si vamos a jugar con tus muñecas?Anaís asintió con entusiasmo y tomó la mano de su madre, tirando de ella hacia la puerta. Sin embargo, mientras caminaban al interior de la casa, venía saliendo don Valente con su asistente.Ella se detuvo en seco al ver al anciano, con un
Amelia respiró hondo, tratando de encontrar algo de paz en medio de la tormenta que sentía en su interior. Sabía que no podía quedarse cruzada de brazos mientras su presencia en la casa era motivo de conflicto, pero también estaba decidida a proteger a Anaís y a sí misma. No podía permitir que el control del abuelo Valente sobre Alejandro, destruyera eso que estaba logrando construir por su hija, defendería su posición allí con unas y dientes, porque nunca más la separarían de su lado."Esto tiene que terminar," pensó con firmeza, mientras acariciaba suavemente el cabello de Anaís, que poco a poco dejó de sollozar. La pequeña se había quedado dormida en sus brazos, exhausta por las emociones que había recibido.Amelia decidió que, en cuanto Alejandro regresara, tendrían que hablar seriamente con él. Había aceptado ese matrimonio de conveniencia, pero de acuerdo a lo que habían hablado, era serio, duradero, y por esas razones ella no podía seguir ocultándose como un ratón de bibliotec
Esmeralda entró al despacho de su hijo y marcó su número. Después de varios tonos, finalmente contestó, era la voz de una mujer."Aló, ¿quién habla?", preguntó la voz al otro lado de la línea.Esmeralda se quedó en silencio por un momento, sorprendida al escuchar una voz femenina al otro lado de la línea ¿Quién carajos era esa? ¿Se equivocó? Se preguntó."¿Hola? ¿Hay alguien ahí?", insistió la voz.—Sí, disculpe. ¿Me estoy comunicando con la habitación 1030? —respondió Esmeralda finalmente, recuperando la compostura—. Estoy buscando a Alejandro Valente. ¿Está él ahí?Hubo una pausa antes de que la mujer respondiera."Lo siento, en este momento no está disponible ¿Quiere dejarle algún mensaje?"Esmeralda frunció el ceño, sintiendo que algo no cuadraba en toda esa situación.—Dígale que su madre llamó y que es urgente que hable conmigo —dijo, tratando de mantener la calma—. ¿Podría decirme quién es usted?La mujer dudó un momento antes de responder.“Hola Esmeralda, soy Roma… por casual
Esmeralda había llegado a la misma ciudad y al hotel donde estaba su hijo.—¿Me comunica con Alejandro Valente? Soy su madre.—Lo siento, señora, pero él no se encuentra. Salió muy temprano en la mañana y dijo que estaría unos días fuera.Esmeralda frunció el ceño, frustrada por no poder encontrar a su hijo. Sin embargo, no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente.—Entiendo. ¿Podría decirme si la señorita Romaira Santamaría está hospedada aquí también?La recepcionista dudó por un momento antes de responder.—Lo siento, señora. No puedo dar información sobre otros huéspedes.Esmeralda suspiró, pero mantuvo la compostura.—Muy bien. Gracias por su ayuda.Terminó hospedándose en el hotel para esperar a su hijo, tenía muchas explicaciones que darle, porque no se movería de allí hasta que no obtuviera ninguna respuesta.****Entretanto, Amelia tomó la mano de Anaís y juntas salieron de la mansión. El sol de la mañana iluminaba el sendero que conducía al bosque cercano, y el aire fresco
Alejandro se quedó en silencio por un momento, sorprendido por la pregunta directa de su madre. Respiró hondo antes de responder.—Mamá, ¿Por qué te escuchas molesta? Además, no es Roraima es Romaira ¿Cómo sabes que estuvo en mi habitación?"¡No te hagas el tonto conmigo, Alejandro! Me importa un pepino como se llama la mujer esa” La voz de Esmeralda sonaba furiosa. "Llamé a tu habitación y ella contestó. ¿Qué está pasando? ¿Acaso te olvidaste que estás casado con Amelia? ¿Qué clase de juego estás jugando, Alejandro? ¿Qué hacía ella allí? ¿Te estás revolcando con ella?” la voz de Esmeralda estaba cargada de decepción y enojo.Alejandro se pasó una mano por el rostro, frustrado. —Mamá, no es lo que piensas, no pasó nada entre esa mujer y yo. Según ella dejó su cartera y la tarjeta de su habitación en su auto y le permití entrar a mi suite a hacer una llamada, mientras yo me fui al baño de mi habitación. Esmeralda soltó una risa sarcástica.“¿Esperas que crea eso? Y que dices de las f