Naomi se quedó congelada por unos instantes, incapaz de procesar el beso de Sergio. Su mente intentaba encontrar lógica en lo que acababa de suceder, pero su cuerpo había reaccionado antes que sus pensamientos. Con un movimiento rápido, se apartó de él, su respiración agitada y sus ojos fijos en los de Sergio, llenos de una mezcla de confusión, deseo, y hasta irritación hacia sí misma por haber reaccionado de esa manera. Iba a protestar, pero Sergio la interrumpió.—Antes de que digas algo. Te respeto más de lo que crees —continuó Sergio, su expresión sería por primera vez desde que comenzó la conversación—. Este acuerdo... este matrimonio... no es un juego para mí. Quizás bromeo para aligerar la tensión, pero te aseguro que mis intenciones son sinceras.Naomi lo estudió en silencio, buscando algún indicio de engaño en sus ojos. Pero solo encontró una intensidad que la desconcertó. Sergio extendió una mano, dudando por un momento antes de rozar suavemente la mejilla de Naomi con sus
Naomi, con una sonrisa tenue, intentó dejar a un lado sus preocupaciones mientras seguía a Alejandro y a Alexandre por los pasillos del hospital. Las palabras de Sergio aún resonaban en su mente, especialmente esa despedida tan apresurada y el misterio detrás de "algo i1mportante qué hacer." Sabía que debía concentrarse en Alexandre y en la visita sorpresa a Anaís, pero no podía evitar sentirse inquieta. “¿Me estará poniendo los cuernos?”, se preguntó.El pasillo hacia la habitación de Anaís estaba silencioso, excepto por los murmullos ocasionales de las enfermeras y el sonido distante de los equipos médicos. Naomi podía sentir la tensión en el ambiente, sobre todo porque sabía que la pequeña Anaís estaba a punto de someterse a una operación delicada.Alejandro tomó la mano de Alexandre con una calidez que hizo que Naomi se sintiera agradecida. Cuando finalmente llegaron a la puerta de la habitación, Alejandro se giró hacia Naomi con una sonrisa.—¿Listos? —preguntó en un susurro, co
Naomi miró a Amelia con los ojos muy abiertos, una mezcla de sorpresa y nerviosismo reflejándose en su rostro.—¿Seducirlo? —repitió en voz baja, como si temiera que alguien más pudiera escucharlas. —Pero Amelia, yo... yo no sé cómo hacer eso. Nunca he...Amelia sonrió con ternura, entendiendo la inseguridad de su amiga. —Naomi, escúchame bien, yo tampoco sabía… pero aprendí —dijo inclinándose hacia ella. —Déjate llevar por tus instintos… la seducción no es solo sobre el acto físico. Es sobre crear un ambiente, una tensión, un deseo. Y créeme, todas las mujeres tenemos ese poder innato, solo hay que despertarlo.Naomi escuchaba atentamente, sus mejillas tiñéndose de un suave rubor.—Pero, ¿cómo empiezo? —preguntó con voz temblorosa.Amelia se reclinó en su silla, una sonrisa enigmática jugando en sus labios.—Comienza con pequeños detalles. Una mirada sostenida por un segundo más de lo necesario. Un roce "accidental" al pasar junto a él. Usa ropa que te haga sentir hermosa y segura.
Sergio se incorporó lentamente, sus ojos recorriendo el cuerpo de Naomi con una intensidad que la hizo estremecerse. El silencio entre ellos se volvió casi tangible, cargado de tensión y expectativa.—Yo... yo pensé... —balbuceó Naomi, luchando por encontrar su voz. Las palabras se le atascaron en la garganta, rehusándose a salir.Sergio extendió una mano hacia ella, sus dedos rozando suavemente el encaje de su lencería. Naomi contuvo la respiración, su corazón latiendo tan fuerte que temía que él pudiera escucharlo.—Eres hermosa —susurró Sergio, su voz ronca por el deseo—. Pero, ¿por qué ahora? ¿Por qué así?Naomi sintió que las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos. ¿Cómo explicarle el miedo que la consumía, de que se buscara a otra, y la hiciera a un lado y eso la había impulsado a ese acto desesperado?—Tenía miedo —confesó finalmente, su voz apenas audible, aunque sincera—. Miedo de que busques en la calle… lo que no tienes en la casa.Sergio la miró con una mezcla de ternu
Naomi sintió el calor del sol filtrarse por las cortinas antes de abrir los ojos. Los rayos suaves acariciaban su rostro, invitándola a salir del sueño profundo en el que había caído. Al mover ligeramente su cuerpo, un pequeño quejido escapó de sus labios. Su cuerpo entero estaba adolorido, cada músculo recordándole la intensa noche que había compartido con Sergio. Sin embargo, al girarse hacia el lado de la cama, la realidad golpeó.El espacio junto a ella estaba vacío. Sergio no estaba. No había ningún rastro de su presencia, ni una nota, ni un leve indicio de que se hubiera despedido.Con una mezcla de confusión y malestar, Naomi se incorporó, envolviéndose en las sábanas al sentir el frío de la habitación. La búsqueda de Sergio comenzó con la esperanza de que solo estuviera en el baño, pero al asomarse no lo encontró.¿Dónde estaba Sergio? Quizás estaba en la otra habitación o en la cocina, preparándole el desayuno... Pero tras revisar cada rincón de la suite, la respuesta fue ev
Las horas parecían alargarse interminablemente mientras Naomi, Amelia, Alejandro y Alexandre esperaban noticias de la cirugía de Anaís. Cada uno estaba sumido en sus propios pensamientos, el ambiente en la sala de espera era pesado y lleno de tensión. Alexandre, con su inocencia infantil, no dejaba de moverse inquieto, mientras los adultos intentaban mantener la calma.—¿Cuándo va a salir? Ya yo quiero verla.—Debemos tener paciencia, pronto va a salir —dijo Alejandro tratando de calmar al pequeño que se veía visiblemente inquieto.Entretanto, Naomi observaba a su hijo, tratando de concentrarse en su energía y mantener la compostura por él. Sin embargo, su mente seguía divagando hacia Sergio, su ausencia inexplicable después de la noche que habían compartido y la confusión que eso le había causado. Amelia, por su parte, caminaba de un lado a otro de la sala, mordiéndose las uñas, algo que normalmente no hacía. La angustia por su hija era evidente en cada movimiento nervioso.—Tranq
El silencio que siguió fue interrumpido por el sonido estridente del teléfono de Naomi. Ella miró la pantalla con una mezcla de ansiedad y esperanza, pero su expresión se ensombreció al ver el nombre de Sergio.—Tengo que contestar —murmuró, alejándose del grupo.Amelia la siguió con la mirada, preocupada. Alejandro, notando la tensión en su esposa, la abrazó con más fuerza.—¿Crees que esté bien? —preguntó en voz baja.—No lo sé —respondió Amelia, mordiéndose el labio—. Pero algo me dice que esa llamada no traerá nada bueno.Mientras tanto, Alexandre se acercó a la ventana de la sala de espera, presionando su nariz contra el cristal. Sus ojos brillaban con curiosidad infantil, ajeno a la tensión que crecía a su alrededor.Naomi atendió su celular, con manos temblorosas.—Sergio... —empezó a decir, pero una voz que no era la de él la interrumpió.“Señorita Naomi, soy el chofer, la llamaba para decirle que la voy a recoger a la clínica en media hora”.—¿Y mi esposo dónde está? —pregun
Naomi se despertó un par de horas después en el estrecho sofá, con un dolor intenso en su cuello y espalda. Se incorporó lentamente, estirando los músculos adoloridos, y miró a su alrededor. Sergio seguía sin aparecer. El vacío la hizo sentir una mezcla de frustración y tristeza.—Eres una tonta, Naomi —se dijo a sí misma en un susurro amargo—. ¿De verdad creíste que ese hombre se iba a enamorar de ti? Se casó contigo porque Alexandre no aceptaría quedarse solo con él, y ni siquiera te mira como a una esposa. Además, no eres su tipo ni de su clase, aunque estudiaste en colegio de elite, es porque fuiste becada. Te pusiste en bandeja de plata para que se burlaran de ti ¡Eres una tonta!Las lágrimas comenzaron a correr por su rostro sin que pudiera evitarlo. Con rabia, se las limpió rápidamente.—¡Vete a la mierd4, Sergio! —dijo en voz baja alzando el dedo del medio, con la esperanza de expulsar el dolor que sentía—. No voy a sufrir por ti.En ese momento, el sonido de pasos pequeños re