El decano Domínguez estaba a punto de enloquecer de rabia. Gritó de nuevo:

—¡Lo digo una vez más! ¡Cierra la boca ahora mismo! Si dices una palabra más, te quitaré la vida en este mismo instante!

Las palabras del decano Domínguez no eran una broma en absoluto. Si Xiomaro continuaba hablando sin parar, el decano Domínguez podría realmente atacarlo sin importar la ocasión.

Incluso si el decano Domínguez matara a Xiomaro, los demás no dirían nada, después de todo, Xiomaro era un alquimista del valle Umbra. Las palabras del decano Domínguez hicieron que Xiomaro recobrara la cordura de golpe y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. En efecto, se quedó sin palabras.

Pero el hecho de que no estuviera hablando no significaba que el asunto quedara en el olvido. Jubal, quien había estado en silencio todo el tiempo, abrió la boca y dijo:

—¡Ya han perdido!

Estas palabras se pronunciaron en un tono afirmativo, como si fueran un hecho. Fane levantó la cabeza en silencio y miró a Jubal. Sus mirad