GOLPE DE SUERTE
PERSONAJES:
IVANA
JUAN
JOVEN
VECINA
POLICÍA I
POLICÍA II
TRANSEÚNTE
ACTO ÚNICO
Son las nueve de la mañana de un domingo cualquiera en una ciudad tercermundista. Toda la acción transcurre en la sala-recibo de una vivienda ubicada en algún lugar de dicha ciudad. El recinto, aunque no es lujoso, está sobriamente decorado, insinuando que quienes viven allí, no son personas pobres, pero tampoco adineradas. Una puerta conduce al exterior de la casa; otra, da paso a los diferentes espacios de la misma. En el centro del escenario hay un sofá, un pequeño velador y un bolso de viaje negro de gran tamaño. IVANA se encuentra sentada en el diván; tiene una cartera sobre sus piernas. Se muestra ansiosa, cualquiera diría, por su corporalidad, que tiene mucha prisa por llegar a algún sitio. Repique telefónico. IVANA coge rápidamente el artefacto, que hasta ahora estaba sobre el velador.
IVANA: (Fastidiada. Al público) Mi jefe. ¡Un verdadero dolor de cabeza! (Contesta la llamada. Habla con tono sumiso) ¡Buenos días, jefe! ¿Cómo está, cómo amanece? (Pausa breve) Ah, claro, de mal humor, como de costumbre. (Pausa breve. Ansiosa) Sí, sí, ya casi estoy lista: termino de ordenar algunas cosas y salgo para allá… (Suena el timbre de la puerta) Sí, jefe, yo sé que debí ordenar todo anoche. Pero es que tengo fatiga acumulada. Anoche me acosté muy tarde adelantando el trabajo de la oficina… ¿Cómo? (Pausa breve) Yo sé, jefe, yo sé que no me paga para que me queje. (Suena el timbre de la puerta) No se preocupe, le aseguro que no volverá a ocurrir… (Pausa breve) Como usted diga. Nos vemos en un rato entonces. (Cuelga la llamada. Suplicante) ¡Dios mío, dame paciencia para soportar a ese señor, o resistencia para no mandarlo a freís espárragos! Él como que no sabe que la esclavitud fue abolida hace muchísimo tiempo. (Suena el timbre de la puerta, esta vez de manera prolongada) ¡Voy, voy! (Se dirige hasta la puerta, pero no la abre. Recelosa) ¿Quién es…?
JUAN: (Desde afuera. Irónico) ¿Quién más? ¡Juan! Tu ángel de la guarda… Tu policía estrella… ¿A quién más esperabas, a Santa Claus o al Hada de los dientes?
IVANA: (Para sí misma) ¡Al fin! (Al público) Es Juan: mi novio. Le dije que estuviera aquí bien temprano y miren la hora en que se dignó a aparecer. Cuando me estaba cortejando ahí sí era puntual, dedicado, caballeroso... ¡No tenía ni que pedirle las cosas! ¿Ahora? ¡Ahora ni que me le arrodille tiene la piedad de hacerme un detalle! Sinceramente, ¡todos los hombres son iguales! Pero déjenlo quieto que después yo me las cobro (Abre la puerta).
JUAN: (Irritado) ¿Se puede saber por qué tardaste tanto en abrir? ¡Se me iba a caer el dedo de tanto presionar ese timbre!
IVANA: (Molesta) ¡Pensé que no vendrías! Ya estaba punto de irme; y sola.
JUAN: ¡Ivana, no seas malagradecida! Sabes muy bien que me gusta dormir hasta tarde. Ni te imaginas lo que me costó levantarme de esa cama; tuve que programar como cinco alarmas. ¡Para que después no andes diciendo por ahí que uno no te quiere! En lugar de regañarme, deberías felicitarme por semejante proeza… Solo un amante consagrado es capaz de semejante sacrificio. Pero bueno, no importa, me conformo con un beso (La besa. IVANNA apenas responde. Transición) Turroncito, y ahora sí puedes decirme qué piensas hacer en casa de tu jefe. ¡Hoy es domingo! ¿No se supone que es tu día libre?
IVANA: Lo sé, Juan. ¿Pero qué querías que hiciera? Mi jefe es extremadamente maniático. Sin embargo, no me conviene negarme a satisfacer sus caprichos.
JUAN: Toda una joyita ese jefe tuyo… Ajá, ¿pero qué piensas hacer en su casa tan temprano? Anoche me llamaste para pelear conmigo por enésima vez. Después de que nos reconciliamos, comenzaste a balbucear y a decir incoherencias. Al final solo entendí la parte en que me dijiste que te acompañara, y después colgaste la llamada.
IVANA: (En tono misterioso) Juan, no te conté bien porque es un asunto muy delicado. Esto debía contártelo personalmente. Qué sé yo si alguien estaba interviniendo nuestros teléfonos.
JUAN: (Ríe) ¡Qué paranoica estás últimamente, turroncito! A ver, ¿por qué tanto misterio? ¿Qué puede ser tan importante?
IVANA: Mira… (Le muestra un bolso de viaje grande de color negro) Ayer me pidió que recogiera este bolso para que se lo llevara hoy personalmente hasta su casa. Es una fuerte suma de dinero que le debía uno de sus clientes. Como eres policía, decidí llamarte para que me acompañaras. No quiero ir sola, y menos con esta fortuna encima. Uno nunca sabe con qué lobo puede toparse en el camino.
JUAN: (Para sí mismo) Y con esa cara de Caperucita que tienes cualquiera te clava el diente. (Transición. Molesto) Un momento… Turroncito, ¿me hiciste levantar tan temprano solo porque te da miedo ir sola a casa de tu jefe?
IVANA: (Tajante) Sí. ¿Por qué? ¿Algún problema? (Irónica) ¿O tenías algo mejor que hacer; aparte de dormir hasta el mediodía? (Digna) Si no quiere no vayas. Yo voy sola. (Agarra su cartera e intenta salir). Qué importa si me pase algo malo en la calle, igual esas cosas siempre suceden.
JUAN: (La detiene. Complaciente) Está bien, Turroncito, yo te acompaño…
IVANA: (Finge molestia) ¡Suéltame, Juan! En serio, no es necesario que me acompañes. Igual yo nací sola y me moriré sola.
JUAN: (Pícaro) Ya, pues, no te pongas así. (IVANA guarda silencio) Tranquila, amor mío, ¡aquí está su macho para que la represente! ¡Nada más que alguien se equivoque contigo para que conozca quién es Juan Martínez!
IVANA: Cualquiera cae…
JUAN: Turrón, tú sabes que cuentas conmigo en las buenas y en las malas. ¡Por ti yo me enfrento a lo que sea y con quien sea! ¿Cómo no te voy a defender? Si tú eres mi media naranja, mi Reina Pepeada, mi dulce de lechosa, mi arroz con leche, mi conserva de coco, mi mango con adobo, mi turrón, mi…
IVANA: Ya entendí, Juan.
JUAN: Así me gusta, que sepas darme el puesto que me merezco. (Mira el bolso, se dirige hasta él y lo levanta) Pero qué pesado está esto…
IVANNA: (Irónica) ¿Acaso existe algo más pesado que el dinero?
JUAN: A ver… (A medida que abre el bolso, las luces de la sala descienden un poco. Una luz desde el interior del bolso ilumina su cara. Pasmado) ¿¡Dólares!? ¡Y en billetes de a cien! ¡Ese señor está loco o no lee las noticias! ¿Cómo se le ocurre tener tanto dinero rodando por ahí? ¡Cualquier avispado le puede hacer una jugarreta! (Cierra el bolso y lo coloca donde estaba. Las luces vuelven a la normalidad).
IVANA: Ni me lo digas… ¡La delincuencia anda desatada! (Afectada) Precisamente ayer una colega me contó que la robaron en una buseta. Según ella, ¡le quitaron hasta la virginidad!
JUAN: (Atónito) ¡Cómo así!, ¿la violaron en la camioneta? (Se persigna) ¡Santísimo! ¡Hasta dónde hemos llegado!
IVANA: Amor, solo es un decir. O sea, le quitaron todas sus pertenencias.
JUAN: (Aliviado) Bueno, qué te puedo decir… Ese es el pan nuestro de cada día en esta ciudad. ¡La gente anda como loca! ¡Yo no sé en qué va a parar todo esto! Lo que más me molesta de esta situación, es que lo hacen trabajar a uno en exceso con tantas quejas y denuncias… (Mofándose) “Señor policía, me robaron el teléfono”, “Señor policía, mi marido me pega”, “Señor policía, el dueño de la carnicería es un especulador”, “Señor policía, señor policía, señor policía…” ¡Bah! ¡Como si uno no tuviera problemas por resolver! Solo me mantengo en este oficio porque es muy lucrativo. Uno resuelve monopolizando la seguridad en las calles. (Transición. Reticente) Un segundo… ¿Y por qué tu jefe te encargó precisamente a ti que le llevaras el dinero hasta su casa, y además en efectivo? ¿No era más sencillo una transferencia o un depósito? Ivana, no será que… ¡Ay, mucho cuidado con ese viejo verde!
IVANA: (Ríe) Tranquilo, amor, no hay malas intenciones en este asunto. Me pidió este favor porque, a parte de mí, no confía en ninguno de sus otros empleados. Él piensa que soy una persona de confianza, con una integridad moral intachable; ¡cosa que no es mentira! Por otra parte, él cree que los bancos solo sirven para estafar a la gente, por eso siempre guarda su dinero en efectivo. No se cansa de repetir: (Imitándolo) “¡Yo me he esforzado mucho como para permitir que alguien recoja el fruto de mi trabajo!”.
JUAN: ¡Un viejo avaro es lo que es ese señor! (Indignado) Es que ni siquiera a ti, Ivana, que eres su empleada de confianza, es capaz de pagarte un sueldo digno. ¡De verdad que a ese tipo no lo paso ni con saliva! (Sin perder la molestia) Y cambiando de predicado, pero no de sujeto: ¿qué te dijo el viejo ese sobre el préstamo?
IVANA: (Aturdida) ¿Sobre el préstamo?
JUAN: Sí, Ivana, sobre el préstamo para lo de la operación de tu mamá. Supongo que ya te dio el dinero. (Sarcástico) Es lo mínimo que puede hacer por ti después de usarte como burro de carga a tiempo completo.
IVANA: ¡El préstamo! (Evasiva) Bueno… Me dijo… Me dijo… (Mira su reloj) ¡Ay, Juan, mira la hora que es! ¡Salgamos ya que voy a llegar tarde!
JUAN: Ivana…
IVANA: ¿Qué?
JUAN: ¿Qué te dijo?
IVANA: ¿Qué me dijo de qué?
JUAN: ¿Sobre el préstamo?
IVANA: ¿Sobre el préstamo?
JUAN: (Serio) Sí, Turrón, sobre el préstamo… No me quieras ver la cara de tonto, Ivana. ¿Qué te dijo?
IVANA: (Vencida) Ay, Juan, me dijo… Me dijo que lo pensaría.
JUAN: ¡“Que lo pensaría”! (Indignado) Ya va, déjame respirar antes de que me dé un infarto por culpa de ese mequetrefe (Respira) ¿Ivana, es en serio? (Ivana asiente) ¡De verdad que esto es el colmo! ¡Pero qué se cree ese viejo miserable! ¡Menos mal que no tengo en frente a ese mamarracho, porque soy capaz de partirle la cara de burro con sueño que tiene! Ivana, ¿por qué no renuncias de una vez por todas a ese trabajo de porquería? ¿Es que no te das cuenta que ese señor lo que hace es explotarte? No sé, si quieres buscamos la manera de operar a tu mamá por otros medios.
IVANA: ¿Amor, estás loco? Si me quedo sin empleo, y justo en este momento, ¿cómo vamos a sobrevivir? La cosa está muy dura como para apostarle a la dignidad. (Optimista) Tranquilo, de alguna manera convenceré a mi jefe para que me preste el dinero, y después de que se lo paguemos, te juro que renuncio y busco algo mejor. (Se acerca a JUAN, lo mima para calmarlo) Entiende, ¿sí? Déjame resolver esto a mi manera. En el fondo ese señor no es una mala persona.
JUAN: (Sarcástico) ¡Pero será muy en el fondo, porque en la superficie es toda una rata, y con las pulgas incluidas! (Con forzada resignación) Está bien, Ivana. Si lo que quieres es satisfacer las ridiculeces de ese tipo, hazlo. ¡Allá tú!
IVANA: (Contenta) Confía en mí. ¡Con un poco de suerte convenceré a mi jefe!
JUAN: Y ese es el problema, Ivana: no deberías recurrir a la suerte para eso… (Mira el bolso con embeleso. Al público) ¿Están pensando lo mismo que yo? Creo que ha llegado la hora de darle su merecido a ese viejo roñoso. (A IVANA) Turrón, y cambiando de tema… Es bastante grande ese bolso, ¿no crees? ¿Cómo cuánto dinero hay adentro?
IVANA: (Mirando el bolso. Suspira) Lo suficiente como para borrar la palabra “necesidad” de nuestro vocabulario. (Evocativa) ¿Qué injusta es la vida, verdad? Algunos tienen tanto dinero que pueden tener el mundo a sus pies; y otros, en cambio, tienen tan poco, que no les queda más remedio que llevarlo cargado sobre sus espaldas. A veces creo que la sociedad funciona al revés, que todo está diseñado para mantener a la humanidad sumida en la desdicha.JUAN: (Sorprendido) ¿Y hasta hora es que te das cuenta de eso? Cómo se nota que nunca has padecido por culpa de la pobreza.IVANA: No tuve una infancia llena de lujos, pero tampoco me quejo. Y eso de no saber qué es la pobreza habrá sido antes, porque ahorita pobreza es lo que sobra. ¿Y tú, Juan? &i
JUAN: ¿Ivana, y tú? (IVANA Se detiene) ¿No estás cansada? ¿Tan poco amor sientes por ti misma?IVANA: (Voltea) ¿A qué te refieres?JUAN: ¿Que si no estás cansada de obedecer? ¿Qué si no estás harta de complacer a todos? ¿No estás cansada de recibir migajas por tu trabajo? ¿De verdad te sientes conforme con todo eso? ¡Yo no! Yo quiero algo mejor para mí… Perdón, para ambos.IVANA: ¡Cállate, Juan! ¡Estás diciendo puras tonterías! ¡Salgamos ya! JUAN: ¡Eso! ¡Salgamos! Salgamos y continuemos con todo esto… con este patético t
JUAN: (Extrañado. Aprovechando la distracción para quedarse) ¿Y eso? ¿Quién será? ¿Le dijiste a alguien más que viniera a esta hora?IVANA: No. Qué raro… ¿Pero quién podrá ser? ¡Ah, ya! ¡Pero qué inoportuna es esa señora! (Al público) Debe ser mi vecina. Seguramente viene a pedirme algo “prestado”. La vez pasada me pidió dinero, no era mucho, pero según ella, me lo pagaba en menos de una semana. ¿A qué no adivinan? Esa semana se ha estirado por más de ocho meses. ¡Pero un día de estos me va a agarrar con el apellido atravesado y le diré sus cuatro cosas!Suena de nuevo el timbre.JUAN: ¡Pero qué vieja tan fastidiosa!
JOVEN: ¡Ahora sí les interesa Dios, descarriados! ¡Me dan todo lo que tienen o los quiebro aquí mismo!JUAN: (Aterrado) ¡Por favor, hermano, no nos haga daño!JOVEN: Ah, ahora sí me hablas, verdad… ¡Ahora sí soy tu hermano! ¡A qué te doy un plomazo para que seas serio y leas la biblia! (Ríe a carcajadas. Saca un cable que llevaba escondido y se lo entrega a IAVANA) ¡Toma, átale las manos! (IVANA obedece, actúa con torpeza) ¡Muévete, pues! ¡Muévete que ya estoy perdiendo la paciencia, y cuando pierdo la paciencia me dan ganas de disparar mi pistola!IVANA: (Nerviosa) ¡Está bien, joven, pero tranquilícese!, ¡no se le vaya a escapa
JUAN: ¡No es lo que usted piensa, joven, solo estábamos…!JOVEN: (Escandalizado) ¡Qué el señor los reprenda! ¡Libidinosos, puercos, sátiros, pervertidos, hijos del pecado!IVANA: (Tartamudeando) Yo… Yo solo… Yo solo le estaba limpiando una mancha que tenía en el bolsillo del pantalón.JOVEN: ¡Silencio, hijos de la concupiscencia! ¡No quiero escuchar sus pecaminosas voces! Es más, ya me cansé de ver sus lujuriosas caras. (Los apunta con el arma) ¿Tienen algo más de que arrepentirse antes de partir al infierno?Hablan muy rápido, los textos se montan unos encima de otros. JUAN: ¡N
IVANA: ¡Vaya susto hemos pasado! ¡Ya uno no está seguro ni en su casa!VECINA: Si lo sabré yo, mija. ¡Esta mañana me resbalé saliendo del baño! ¡Qué peligro!IVANA se muestra desorientada. Efecto de sonido de sirenas y de persecución, seguido de disparos. La VECINA corre hacia la puerta. Desde afuera se escucha la siguiente discusión: POLICIA I: ¡Agárrenlo que se escapa!PLICIA II: ¡No huyas cobarde!JUAN: ¡Cuando te agarre la pagarás caro, miserable!JOVEN: ¡Agárrenme si pueden, policías de pacotilla!&nb
PERSONAJES:PACIENTEDOCTORBOTICARIOPOLICÍAEl autor considera indispensable que los personajes sean interpretados, únicamente, por dos actores: uno de ellos interpretará al PACIENTE, el otro a los restantes. ESCENA I (CONSULTORIO)En escena el DOCTOR. Está sentado en su escritorio, haciendo anotaciones y tachones en una pequeña revista. Su actitud es severa y sugiere un prolongado esfuerzo mental. En algún momento profiere con notable emoción: “¡Por fin! ¡Este crucigrama sí que estaba difícil!”. Guárdala revista y mira su reloj. Su expresión facial cambia a la de profundo fastidio. Descuelga la bocina de un teléfono, presiona una de las teclas del mismo y profiere con acentuada apatía: “Siguiente&rd
ESCENA IIFARMACIADurante el transcurso de esta escena, el PACIENTE comienza a mostrar leves síntomas de la enfermedad: sudoración intensa y una que otra mueca y movimiento involuntario. En escena el BOTICARIO, este se encuentra detrás de un mostrador, de espaldas al público, ordenando algunas cajas repletas con medicamentos. Entra el PACIENTE, viene fatigado, al llegar al mostrador, coloca bruscamente el récipe sobre este. BOTICARIO: ¡No hay!PACIENTE: (Sorprendido) ¿Disculpe?BOTICARIO: (Aun está de espaldas. Satisfecho) ¡Que no hay!PACIENTE: Pero si ni siquiera le he dicho qu&eacut