La Diosa Luna, irradia una furia deslumbrante. Su hermoso rostro, usualmente sereno y tranquilo, ahora está arrugado por la ira. Sus ojos, dos esferas de luz plateada, brillan con una intensidad que hace que todo el palacio se ilumine con una luz fría y dura.—No madre, la mujer lobo Gil, tenía su propio Arconte —dice ella sin dejar de unirse a Jan.—¡Imposible! —exclama alterada la Diosa Luna. —No permití que se reprodujeran los Arcontes dentro de mis hijos en la tierra, tienes que estar equivocada.—Ella ya estaba dentro de la Arconte Enver cuando fue castigada —explica la Arconte Ailit—, y cuando permitiste que la mujer lobo saliera embarazada de tu hija, ella desarrolló su embarazo. Enver tuvo a su hija Arconte Mayor igual que el afa Zorán.El palacio celestial, normalmente un lugar de paz y serenidad, ahora se siente tenso y cargado de energía. Los demás presentes se apartan, temerosos de la ira de la Diosa Luna. El aire se llena con el sonido de su furia, un rugido sordo que hac
Aren, el hombre lobo, observaba a su pareja, Gil, la mujer loba, sin comprender del todo lo que ella intentaba comunicarle.—¿Por qué lo preguntas? —le preguntó directamente, prefiriendo no hacer conjeturas sobre sus intenciones. —¿Acaso no deseas seguir con los arcontes?—No es eso, aprecio a la Arconte Gil, nos parecemos en ciertos aspectos, pero… Pero…Gil, la mujer loba, respondió con vacilación. Ruborizada y con la cabeza gacha ante Aren, no se atrevía a expresar plenamente sus sentimientos.—¿Qué ocurre, mi Luna? —preguntó Aren, aún confundido.—¡No quiero que te enamores de ella! Es indiscutiblemente más hermosa que yo —logró finalmente confesar.Gil, la mujer loba, estaba llena de emociones encontradas. Su corazón latía con fuerza en su pecho, como un tambor que retumbaba en su cabeza, marcando el ritmo de sus pensamientos agitados. Sus palabras se habían quedado atascadas en su garganta, como si estuvieran atrapadas en una red de miedo e inseguridad.El rubor en sus mejillas
La quinta hija de la luna miró a Jan y sonrió condescendiente al darse cuenta que en verdad él no tenía ni idea de cómo eran los dioses. —Creo que el Arconte Mayor en estos momentos está muy ocupado con Gil. Hazme caso y pídele a tu papá que nos teletransporte. Si lo hacemos nosotros mismos, mi madre podría atraparnos —explicó Luana con urgencia.Antes de que pudieran hacer algo, una voz poderosa resonó en el aire.—¡¿Así que aquí están?! —rugió la voz.—¡Papá…! —exclamó Jan, y en un instante, una nube los envolvió, desvaneciéndose junto con ellos.—¡Maldición! —gritó la Diosa Luna, su voz llena de furia y frustración al ver que se le habían escapado de nuevo— ¡No permitiré que se burlen de mí! ¿Me escuchan? ¡No lo permitiré! ¡Haré que el Arconte Mayor te atrape, ya lo verás! —amenazó, su voz resonando en el vacío que habían dejado Jan y Luana. Con estas palabras, la Diosa Luna se materializó frente a los hombres lobos Aren y Gil, quienes estaban compartiendo un momento de felicida
Después que la diosa Liyanni acusara a la diosa Luna, todos se quedan expectantes y miran incrédulos a la diosa Luna. Ella mira a todos y se pone de pie lentamente. El consejo de dioses antiguos la miran fijamente. Un silencio sepulcral se adueña de la sala. El antiguo mayor se pone de pie lentamente y se acerca despacio a la diosa Luna, que retrocede dos pasos, pero un halo de luz que él le lanza la hace detenerse.—Creo que no tenemos que interrogar a la diosa Liyanni. Vamos hacerlo directamente con la diosa Luna, me parece que esconde grandes secretos.—Yo… , yo no escondo nada —se defiende ella— todo el que me conoce sabe que siempre he defendido a todos mis hijos, tanto a los dioses como a los hombres lobos. Puedo decirlo todo sin necesidad que me interrogues con el rayo luminoso de la verdad.—Si es así, ¿por qué temes el rayo luminoso de la verdad?—No temo al Rayo, simplemente considero que no es necesario pasar por ello —respondió la Diosa Luna, su voz resonando con una dete
La Adivina Celestial, una figura enigmática y venerada, asintió lentamente, su mirada se endureció. Su apariencia era la de una mujer de edad indefinible, su belleza era atemporal y su aura, mística. Su piel tenía un tono pálido como la luna, y sus ojos eran de un azul profundo que parecían contener todas las constelaciones del universo. Su cabello largo y plateado brillaba con un resplandor etéreo, flotando a su alrededor como si estuviera en un estado perpetuo de gravedad cero.Vestía una túnica de seda blanca que fluía alrededor de ella como una nube, bordada con hilos de oro y plata que formaban intrincados patrones de estrellas y galaxias. En su cuello colgaba un amuleto en forma de media luna, hecho de un metal desconocido que parecía cambiar de color dependiendo de cómo incidiera la luz sobre él.Su presencia era calmada y serena, pero también imponente. A pesar de su aparente fragilidad, había una fuerza en ella que se podía sentir, una energía poderosa que parecía emanar de s
La trama se había complicado aún más, con la Diosa Luna manipulando a Zoran para que creyera que ella era su alma gemela. Todos siguieron observando lo que reflejaba la nube desplegada por el Antiguo Mayor del Concilio de los dioses, en la ciudad celestial.—Ja, ja, ja, deja de bromear Luna. Yo soy la mitad de alma de Enver. No quieras confundirme porque no lo lograrás. ¿Qué, etapas celosa porque no fuiste tú?—¡Qué soy tu mitad de alma Zoran, no te rías!—No, no mi querida amiga, debes estar confundida —respondió Zoran, su expresión suavizando su voz con comprensión, pero en un tono muy firme—. Yo tengo mi alma, es Enver. Te regalé las flores porque eres mi querida amiga, eso es lo que representan. Eres y siempre serás mi mejor amiga, nada más Luna.—Pero, pero... —la Diosa Luna tartamudeó, sus ojos llenos de incredulidad y decepción.—Ya me uní a Enver ayer, mi amiga —continuó Zoran, su voz llena de certeza—. Mis padres ya lo saben y hoy haremos el anuncio oficial.—Eso no puede s
La diosa Luna, con su risa estruendosa, se levantó de su asiento y comenzó a caminar por el salón celestial. Su mirada desafiante y su sonrisa burlona mostraban una enajenación que dejaba claro que se sentía sin salida.Los demás dioses y diosas observaban con incredulidad mientras ella se paseaba de un lado a otro, como si estuviera en un escenario propio, ajena a la realidad que la rodeaba. Algunos murmuraban entre ellos, intentando comprender qué le estaba sucediendo a la diosa Luna.La Adivina celestial, envuelta en un halo de luz dorada, se puso de pie con elegancia y se acercó a la diosa Luna. Cada paso que daba resonaba con un suave tintineo, como si estuviera caminando sobre un sendero de estrellas. Su vestido, tejido con hilos de plata y adornado con gemas resplandecientes, parecía moverse al compás de una melodía celestial. Mientras se acercaba, la Adivina extendió sus manos hacia la diosa Luna, emanando una energía mágica que envolvía el ambiente. Su voz resonó en el salón
Todos en la gran sala del juicio en el palacio celestial, donde se llevaba a cabo el juicio contra la diosa Luna, estuvieron de acuerdo con las palabras del arconte mayor Aoron. El arconte mayor Zoran se adelantó y dijo:—¡Cierto! —apoyó Zoran— Quiero saber qué pasó con mi semilla. Exijo que la diosa Luna lo revele todo o que sea interrogada nuevamente. Porque si la mujer loba Gil es mi hija, será una Arconte, pero si no lo es, debemos salvarla. ¿Dónde la has ocultado, diosa Luna?—¡No lo diré, no lo diré! ¡Ya conocen mi condición! —respondió la diosa Luna.Una vez más, el rayo de la verdad fue lanzado hacia la diosa Luna con mayor intensidad. Esta vez, se reflejó el inframundo donde el dios Yaldabot, esposo de Luna, tenía a Gil convertida en su loba Lúa. La mujer loba gruñía y no permitía que él se le acercara.La sala del juicio quedó en silencio mientras todos observaban el reflejo del inframundo en el rayo de la verdad. Las miradas de sorpresa y preocupación se cruzaron entre los