Después que la diosa Liyanni acusara a la diosa Luna, todos se quedan expectantes y miran incrédulos a la diosa Luna. Ella mira a todos y se pone de pie lentamente. El consejo de dioses antiguos la miran fijamente. Un silencio sepulcral se adueña de la sala. El antiguo mayor se pone de pie lentamente y se acerca despacio a la diosa Luna, que retrocede dos pasos, pero un halo de luz que él le lanza la hace detenerse.—Creo que no tenemos que interrogar a la diosa Liyanni. Vamos hacerlo directamente con la diosa Luna, me parece que esconde grandes secretos.—Yo… , yo no escondo nada —se defiende ella— todo el que me conoce sabe que siempre he defendido a todos mis hijos, tanto a los dioses como a los hombres lobos. Puedo decirlo todo sin necesidad que me interrogues con el rayo luminoso de la verdad.—Si es así, ¿por qué temes el rayo luminoso de la verdad?—No temo al Rayo, simplemente considero que no es necesario pasar por ello —respondió la Diosa Luna, su voz resonando con una dete
La Adivina Celestial, una figura enigmática y venerada, asintió lentamente, su mirada se endureció. Su apariencia era la de una mujer de edad indefinible, su belleza era atemporal y su aura, mística. Su piel tenía un tono pálido como la luna, y sus ojos eran de un azul profundo que parecían contener todas las constelaciones del universo. Su cabello largo y plateado brillaba con un resplandor etéreo, flotando a su alrededor como si estuviera en un estado perpetuo de gravedad cero.Vestía una túnica de seda blanca que fluía alrededor de ella como una nube, bordada con hilos de oro y plata que formaban intrincados patrones de estrellas y galaxias. En su cuello colgaba un amuleto en forma de media luna, hecho de un metal desconocido que parecía cambiar de color dependiendo de cómo incidiera la luz sobre él.Su presencia era calmada y serena, pero también imponente. A pesar de su aparente fragilidad, había una fuerza en ella que se podía sentir, una energía poderosa que parecía emanar de s
La trama se había complicado aún más, con la Diosa Luna manipulando a Zoran para que creyera que ella era su alma gemela. Todos siguieron observando lo que reflejaba la nube desplegada por el Antiguo Mayor del Concilio de los dioses, en la ciudad celestial.—Ja, ja, ja, deja de bromear Luna. Yo soy la mitad de alma de Enver. No quieras confundirme porque no lo lograrás. ¿Qué, etapas celosa porque no fuiste tú?—¡Qué soy tu mitad de alma Zoran, no te rías!—No, no mi querida amiga, debes estar confundida —respondió Zoran, su expresión suavizando su voz con comprensión, pero en un tono muy firme—. Yo tengo mi alma, es Enver. Te regalé las flores porque eres mi querida amiga, eso es lo que representan. Eres y siempre serás mi mejor amiga, nada más Luna.—Pero, pero... —la Diosa Luna tartamudeó, sus ojos llenos de incredulidad y decepción.—Ya me uní a Enver ayer, mi amiga —continuó Zoran, su voz llena de certeza—. Mis padres ya lo saben y hoy haremos el anuncio oficial.—Eso no puede s
La diosa Luna, con su risa estruendosa, se levantó de su asiento y comenzó a caminar por el salón celestial. Su mirada desafiante y su sonrisa burlona mostraban una enajenación que dejaba claro que se sentía sin salida.Los demás dioses y diosas observaban con incredulidad mientras ella se paseaba de un lado a otro, como si estuviera en un escenario propio, ajena a la realidad que la rodeaba. Algunos murmuraban entre ellos, intentando comprender qué le estaba sucediendo a la diosa Luna.La Adivina celestial, envuelta en un halo de luz dorada, se puso de pie con elegancia y se acercó a la diosa Luna. Cada paso que daba resonaba con un suave tintineo, como si estuviera caminando sobre un sendero de estrellas. Su vestido, tejido con hilos de plata y adornado con gemas resplandecientes, parecía moverse al compás de una melodía celestial. Mientras se acercaba, la Adivina extendió sus manos hacia la diosa Luna, emanando una energía mágica que envolvía el ambiente. Su voz resonó en el salón
Todos en la gran sala del juicio en el palacio celestial, donde se llevaba a cabo el juicio contra la diosa Luna, estuvieron de acuerdo con las palabras del arconte mayor Aoron. El arconte mayor Zoran se adelantó y dijo:—¡Cierto! —apoyó Zoran— Quiero saber qué pasó con mi semilla. Exijo que la diosa Luna lo revele todo o que sea interrogada nuevamente. Porque si la mujer loba Gil es mi hija, será una Arconte, pero si no lo es, debemos salvarla. ¿Dónde la has ocultado, diosa Luna?—¡No lo diré, no lo diré! ¡Ya conocen mi condición! —respondió la diosa Luna.Una vez más, el rayo de la verdad fue lanzado hacia la diosa Luna con mayor intensidad. Esta vez, se reflejó el inframundo donde el dios Yaldabot, esposo de Luna, tenía a Gil convertida en su loba Lúa. La mujer loba gruñía y no permitía que él se le acercara.La sala del juicio quedó en silencio mientras todos observaban el reflejo del inframundo en el rayo de la verdad. Las miradas de sorpresa y preocupación se cruzaron entre los
La sala se llena de tensión mientras las miradas se entrecruzan entre los presentes. La Adivina Divina se acerca al Arconte Zoran y al Arconte Mayor Divino Aren, buscando calmar la situación.La sala se llena de tensión mientras las miradas se entrecruzan entre los presentes. La Adivina Divina se acerca al Arconte Zoran y al Arconte Mayor Divino Aren, buscando calmar la situación. Pero antes de que pueda decir algo, se gira al escuchar a la aterrada nueva Arconte, que hasta hace poco era una mujer loba.—¡Pero... pero... yo no quiero ser Arconte! ¡Quiero ser una mujer loba y irme con mi mitad, Aren y Oto! ¡Vámonos, mi Alfa, llévame de aquí! —grita Gil, corriendo a los brazos de Aren en su forma humana, quien la estrecha fuertemente.—¡Silencio! —gritan desde el estrado de los dioses.Todos obedecen, mirándose sin saber qué hacer ante la confusión que los embarga. En ese momento, se oye un estruendo sobrenatural y la puerta se abre de par en par, dejando paso a Yaldabot, el temido dios
El humano Aren mira con tristeza a su mitad convertida en una linda arconte, quien ahora está siendo abrazada por sus padres felices, ajena a todo lo que ocurre a su alrededor. Por eso, cuando la actual diosa Luna, Luana le pregunta a él.—¿Aren, quieres convertirte en Arconte?—No, señora —, solo atina a responder.—¿No? ¿Y qué es lo que quieres entonces?—¡Devuélveme a mi Luna!Se hace un silencio, todas las miradas se dirigen a las dos Gils, que ahora son muy difíciles de identificar, no así para el Arconte Mayor, quien va y toma a la suya, mientras lleva la otra hacia el humano Aren.—Aren, podemos convertirte en uno de nosotros. ¿Por qué te rehúsas? —le pregunta el Arconte Mayor.—Nunca abandonaré a mi lobo.—¿Qué pasó con mi loba Lúa? —pregunta la nueva Arconte Gil, con cara de terror, mientras toca su cuerpo.—Ella se convirtió en un espíritu de lobo, se le otorgará a otra mujer loba —explica el gran maestro Serafín.—¡No quiero! ¡Quiero ser una mujer loba! ¡Devuélvanme a mi lo
Todos salen felices de la sala de reunión, excepto Aren, el hombre lobo, y Gil, la nueva arconte, quienes no logran comprender lo que acaba de suceder. Se toman de las manos, mirándose tristemente. El Arconte Mayor se acerca a ellos.—¿Por qué están tristes? ¿No escucharon lo que tu papá, Gil, pidió? —pregunta el Arconte Mayor.—Sí, pero no entendemos de qué hablaron —responden ambos.El Arconte Mayor explica: —Aren y Oto seguirán siendo hombres lobo. Crearemos una mujer loba para ti, Gil, y otra para Lúa, a tu semejanza.—No quiero que Aren esté con otra mujer —protesta la arconte Gil.—No será otra mujer, serán duplicados de ustedes —explica el Arconte Mayor.—¿Nosotras? ¿Cómo es eso? —ahora las dos arcontes muestran interés.—Su papá se los enseñará. Estas duplicadas tendrán todas sus memorias y se comportarán, amarán a Aren y Oto como ustedes. Además, ahora que Gil de Aren es una Arconte y no una mujer loba, nosotros permaneceremos siendo Arcontes y humanos. No interferiremos en s