El invidente, volvió a «La Perla» a desayunar. Se estaba volviendo un cliente asiduo, iba allí para «ver» a María que le había impactado muchísimo.
—Hola de nuevo, te estás convirtiendo en un cliente habitual, pero aún no sé tú nombre —dijo María cuando vio que el hombre se sentaba en el mismo sitio de siempre.
—Hola, mi nombre es Pablo, por cierto, yo tampoco sé el tuyo— respondió el invidente.
—Encantada, Pablo. Mi nombre es María. ¿qué te pongo, guapo? —preguntó ella.
—El gusto es mío, María. Ponme un café y un croissant a la plancha.
María le sirvió lo que había pedido y siguió atendiendo al resto de clientes que tenía en el local. Cuando el hombre terminó su desayuno, se despidió de ella y se fue.
La dueña de «La Perla» estaba muy sorprendida de lo bien que en dos días había sintonizado con aquel hombre. Le había maravillado la forma en que la había tratado y el detalle de la sonrisa le cautivó.
El día de la partida de Mon
Poco a poco la clientela de «La Perla» fue desapareciendo y tan sólo iban los clientes habituales que sabían que lo que ponían en esas críticas era falso, pero no sólo había desaparecido por eso sino también porque el nuevo restaurante había puesto precios con los que María no podía compartir.Pablo, el masajista invidente, tuvo una idea para ayudar a María. Como era amigo del periodista, Manolo Martín, le pidió que escribiera un reportaje sobre la esencia de «La Perla» para que hiciera ver a la gente que esas críticas eran totalmente injustas.—Hola María, ponme una cerveza y un pincho de tortilla —dijo Pablo cuando entró en «La Perla», que estaba vacía.—Hola Pablo, ahora te lo pongo, eres mi primer cliente — respondió ella mientras le servía.—Seguro que cu
María había preparado una gran fiesta para la reapertura de «La Perla» tras esos tres días cerrados, para celebrar que se había aclarado toda la verdad y que ella había quedado libre de toda sospecha. Preparó sus platos estrella y hasta había contratado una pequeña banda de Jazz para amenizar el ambiente. Pero ella también se iba a llevar una grata sorpresa. Estaba nerviosa, pues Pablo no había llegado todavía y le había dicho que iba a acudir, pero sus nervios estaban justificados ya que el invitado sorpresa se había retrasado. Cuando apareció por la puerta, María sonrió y quedó muy sorprendida cuando vio que había ido acompañado de Sergio, el famoso cocinero de la televisión. —Hola, no me pierdo ninguno de tus programas —dijo María dándole dos besos. —Sergio, esta es María, la propietaria del local y de la que te he hablado, perdona si la gente te mira demasiado—intervino Pablo, haciendo las oportunas presentaciones. —No te preocupes
Luis estuvo durante toda la noche pensando en la noticia que acababa de conocer, si ya le era difícil dormir en el hospital, esa noche le fue imposible. No podía creer que la vida le estuviera dando tantos palos, pero posiblemente estuviera pagando por sus pecados del pasado. —¿Qué te pasa, cariño mío? —le preguntó Montse al despertar. —Nada, mi princesa, simplemente estoy preocupado por ti y también estoy un poco cansado —dijo él para no preocuparla, pues ya tenía bastante con el tratamiento. —Sé que algo te pasa, te conozco y tu cara me dice que estás preocupado —insistió ella. —Se me pasará, recupérate y luego te explico todo —respondió él dándole un beso en la frente. En ese momento, llegó el médico y les dio una de las mejores noticias que les podían dar: esa misma tarde le darían el alta, pues el tratamiento había funcionado como ellos esperaban. Tras irse el médico, Luis dio un beso a Montse, le acarició la cabeza y se fue para
Como cada mañana, Pablo fue a desayunar a «La Perla» antes de entrar a trabajar y se sentó en el mismo sitio de siempre. María le sirvió un café y unas magdalenas caseras que había hecho para dárselas a sus sobrinos. —¡Que buenas están estas magdalenas! —dijo Pablo. —Son caseras y elaboradas por mí —respondió ella. —Pues están muy buenas, te lo digo de verdad. —¡TITAAAA, TITAAAA! —entraron los sobrinos de María corriendo en el bar. —Niños, con cuidado, que vuestra tía está trabajando —dijo Sofía que entró seguidamente en «La Perla». —Hola hermana, no te preocupes, son niños —dijo María mientras abrazaba a los niños. —Hola, perdónalos, estaban deseando venir a ver —respondió Sofía dando un abrazo a su hermana. —No pasa nada. Te quiero presentar a un amigo muy especial —dijo la dueña de «La Perla» acercando a su hermana hasta Pablo. —Pablo, esta es mi hermana Sofía —le dijo ella mientras le guiaba la mano hacia do
Sofía se quiso arreglar un poco más para ir a llevar a sus hijos, Estrella e Ismael, al colegio. Eso era un acto normal del día a día, pero esa mañana quería estar más guapa, posiblemente porque Jorge, el que fuera el tutor de su hijo, la iba a ver.—Mami, que guapa estás —dijo Estrella.—Gracias hija, muy normalita, princesa.—No mamá, estás fantástica y no me importaría ser tu novio — intervino Ismael dándola un abrazo.—Gracias hijos, sois estupendos. Vamos, que llegamos tarde.Les montó en el coche y partió en dirección al colegio. Llegó un poco antes para hablar con los tutores de sus hijos antes de que empezaran las clases.Primero fue a hablar con la tutora de Estrella que resultó ser una vieja amiga de hacía tiempo.—Hola Esmeralda, qué sorpresa, c
Jairo cumplió el encargo de Julio, su jefe, y robó el maletín a Sergio, para llevárselo a él, pero antes se pasó por «La Perla», pues había quedado con su hermano, ya que este le quería informar de una cosa que se había descubierto sobre Julio Fernández. —Hola Ricardo, perdón por la tardanza, pero tenía que hacer un encargo. —dijo Jairo cuando llegó y vio a su hermano. —Hola hermano, espero que no fuera nada ilegal —respondió el oficial Bautista. —Los negocios de Julio son totalmente legales, ¿qué quieres? —contestó Jairo, un tanto enfadado. —No te enfades, solo quiero avisarte que a tu jefe le va a vigilar el CNI y a nosotros nos va a tocar ayudarles. No voy a poder salvarte —dijo Ricardo. —No tengo miedo, estoy totalmente seguro de que no van a encontrar nada. —Bueno, hermano, me voy a trabajar y estás avisado. Jairo se fue a su trabajo para entregar el maletín a su jefe y para informarle de lo que le había dicho su hermano.
Cómo cada mañana, Sofía fue al colegio, para cumplir con su trabajo, pero ese día estaba un poco más nerviosa, pues había quedado a comer con Jorge y también porque ese fin de semana le había dicho que tenía una sorpresa para ella, no sabía por qué, pero le hacía muchísima ilusión. María, al verla irse tan contenta, estaba radiante, pues su hermana siempre había estado para todo y se merecía ser feliz y que alguien la quisiera como se merecía. —Hola niños, traigo esto para vosotros —dijo Pablo dándoles una piruleta a cada uno, pues se los cruzó cuando salían de «La Perla». —Gracias —respondieron Estrella e Ismael, al tiempo. —Hola Pablo, no tenías que haberte molestado —dijo Sofía. —Dentro de poco también serán mis sobrinos — respondió él guiñándola un ojo. —¿Tan en serio vas con mi hermana? —preguntó Sofía. —Sí, no he encontrado nunca una mujer así y me gustaría estar toda la vida con ella. —Me alegro muchísimo. Me ten
Cuando la inspectora Morales llegó para informar a Alicia que habían acabado se la encontró llorando en una esquina. La abrazó y la intentó consolar. —¿Qué te pasa Alicia? —preguntó Vanesa Morales. —En la última escucha he descubierto algo que no me ha gustado nada ni me esperaba— le contestó Alicia. —Cuéntame, si quieres, te escucho. —He descubierto que Julio Fernández es mi padre biológico. —Lo siento. Pero piensa que tu verdadero padre es quién te ha criado y ha estado a tu lado. —Pero me lo tenía que haber dicho. Me habría gustado enterarme por él. —Habla con él, seguramente tenga una explicación para no habértelo dicho. Vete a casa y descansa —dijo la inspectora Morales dándole una palmadita en la espalda. Se dieron un abrazo y se fueron las dos a su casa. Ricardo estaba esperando a Alicia, pero se había quedado dormido en el sofá y cuando oyó que se cerraba la puerta, se despertó sobresaltado. —Hola, cariñ