Luis de Santiago fue a la comisaría para hablar con su hija y explicarle lo que había pasado.
—Hola, querría hablar con la inspectora Alicia —dijo él.
—Hola, ¿Quién quiere verla? —respondió Encarna Carrasco.
—No te preocupes Encarna, es mi padre —intervino Alicia que acababa de salir de un interrogatorio— Papá, vamos a «La Perla» y hablamos más tranquilamente.
—Vale hija. Encantado de conocerla Encarna —dijo Luis besándola la mano.
—¡Qué caballeroso! El placer es mío —le respondió la oficial Carrasco.
Alicia y Luis salieron de comisaría y se dirigieron a «La Perla».
—Hola Alicia, ¿quién es este apuesto caballero? —preguntó María.
—Es Luis, mi padre, y no tienes nada que hacer con él — contestó la inspectora de Santiago guiñando un ojo.
—¿Qué queréis tomar?
—Yo mi café de siempre —dijo Alicia.
—Yo tomaré un cortado —pidió Luis.
—¡Un café con leche bien cargado y un cortado marchando! — gr
Anastasia Guevara se quedó muy tocada tras lo sucedido con Lorena García, pero no le quedaba otra que admitirlo, por lo que decidió hablar con ella. —Lorena, ¿podemos hablar un momento? —Dijo Anastasia, entrando en su despacho. —Por supuesto, dime —respondió Lorena. —Estoy muy rallada con lo que sucedió el otro día, no me quedé bien diciéndote lo que te dije. —No te preocupes, Anastasia, te entiendo. A mí también me ha pasado que me ha gustado alguien que no sentía lo mismo por mí y seguimos siendo tan amigos. —Eres mi mejor amiga y eso no quiero que cambie a pesar de todo, acepto que no te gusto y listo. —Entonces tan amigas —sentenció Lorena dándola un abrazo. Montse tenía revisión con Santiago Ocaña por el tratamiento y antes de ir a consulta se pasó por el despacho de Luis. —Hola, amor, ¿habíamos quedado aquí? —preguntó él al verla. —Habíamos quedado en la consulta del doctor, pero pasaba por aquí y pensé que podría
Alicia fue a desayunar a casa de Ricardo para decirle cuándo se iría a vivir con él. Llamó a la puerta y él le abrió. Tras un fuerte abrazo y un tierno beso de amor se pusieron a desayunar los «croissants» que ella había llevado.—Hola, amor. Gracias por el desayuno —dijo él.—Hola, cariño, te mereces mucho más pues me has demostrado que me quieres de verdad —dijo ella.—¿Por qué has decidido hacerme esta visita? Habíamos quedado en comisaría.—Me apetecía desayunar contigo y así aprovechar para decirte que cuando mi padre se vaya de viaje, me voy a mudar aquí.—Pensé que ibas a decir que no te ibas a venir a vivir conmigo, que yo era poco para ti.—¿Cómo no voy a querer vivir contigo si me haces mejor persona y policía? —respondi&o
El invidente, volvió a «La Perla» a desayunar. Se estaba volviendo un cliente asiduo, iba allí para «ver» a María que le había impactado muchísimo. —Hola de nuevo, te estás convirtiendo en un cliente habitual, pero aún no sé tú nombre —dijo María cuando vio que el hombre se sentaba en el mismo sitio de siempre. —Hola, mi nombre es Pablo, por cierto, yo tampoco sé el tuyo— respondió el invidente. —Encantada, Pablo. Mi nombre es María. ¿qué te pongo, guapo? —preguntó ella. —El gusto es mío, María. Ponme un café y un croissant a la plancha. María le sirvió lo que había pedido y siguió atendiendo al resto de clientes que tenía en el local. Cuando el hombre terminó su desayuno, se despidió de ella y se fue. La dueña de «La Perla» estaba muy sorprendida de lo bien que en dos días había sintonizado con aquel hombre. Le había maravillado la forma en que la había tratado y el detalle de la sonrisa le cautivó. El día de la partida de Mon
Poco a poco la clientela de «La Perla» fue desapareciendo y tan sólo iban los clientes habituales que sabían que lo que ponían en esas críticas era falso, pero no sólo había desaparecido por eso sino también porque el nuevo restaurante había puesto precios con los que María no podía compartir.Pablo, el masajista invidente, tuvo una idea para ayudar a María. Como era amigo del periodista, Manolo Martín, le pidió que escribiera un reportaje sobre la esencia de «La Perla» para que hiciera ver a la gente que esas críticas eran totalmente injustas.—Hola María, ponme una cerveza y un pincho de tortilla —dijo Pablo cuando entró en «La Perla», que estaba vacía.—Hola Pablo, ahora te lo pongo, eres mi primer cliente — respondió ella mientras le servía.—Seguro que cu
María había preparado una gran fiesta para la reapertura de «La Perla» tras esos tres días cerrados, para celebrar que se había aclarado toda la verdad y que ella había quedado libre de toda sospecha. Preparó sus platos estrella y hasta había contratado una pequeña banda de Jazz para amenizar el ambiente. Pero ella también se iba a llevar una grata sorpresa. Estaba nerviosa, pues Pablo no había llegado todavía y le había dicho que iba a acudir, pero sus nervios estaban justificados ya que el invitado sorpresa se había retrasado. Cuando apareció por la puerta, María sonrió y quedó muy sorprendida cuando vio que había ido acompañado de Sergio, el famoso cocinero de la televisión. —Hola, no me pierdo ninguno de tus programas —dijo María dándole dos besos. —Sergio, esta es María, la propietaria del local y de la que te he hablado, perdona si la gente te mira demasiado—intervino Pablo, haciendo las oportunas presentaciones. —No te preocupes
Luis estuvo durante toda la noche pensando en la noticia que acababa de conocer, si ya le era difícil dormir en el hospital, esa noche le fue imposible. No podía creer que la vida le estuviera dando tantos palos, pero posiblemente estuviera pagando por sus pecados del pasado. —¿Qué te pasa, cariño mío? —le preguntó Montse al despertar. —Nada, mi princesa, simplemente estoy preocupado por ti y también estoy un poco cansado —dijo él para no preocuparla, pues ya tenía bastante con el tratamiento. —Sé que algo te pasa, te conozco y tu cara me dice que estás preocupado —insistió ella. —Se me pasará, recupérate y luego te explico todo —respondió él dándole un beso en la frente. En ese momento, llegó el médico y les dio una de las mejores noticias que les podían dar: esa misma tarde le darían el alta, pues el tratamiento había funcionado como ellos esperaban. Tras irse el médico, Luis dio un beso a Montse, le acarició la cabeza y se fue para
Como cada mañana, Pablo fue a desayunar a «La Perla» antes de entrar a trabajar y se sentó en el mismo sitio de siempre. María le sirvió un café y unas magdalenas caseras que había hecho para dárselas a sus sobrinos. —¡Que buenas están estas magdalenas! —dijo Pablo. —Son caseras y elaboradas por mí —respondió ella. —Pues están muy buenas, te lo digo de verdad. —¡TITAAAA, TITAAAA! —entraron los sobrinos de María corriendo en el bar. —Niños, con cuidado, que vuestra tía está trabajando —dijo Sofía que entró seguidamente en «La Perla». —Hola hermana, no te preocupes, son niños —dijo María mientras abrazaba a los niños. —Hola, perdónalos, estaban deseando venir a ver —respondió Sofía dando un abrazo a su hermana. —No pasa nada. Te quiero presentar a un amigo muy especial —dijo la dueña de «La Perla» acercando a su hermana hasta Pablo. —Pablo, esta es mi hermana Sofía —le dijo ella mientras le guiaba la mano hacia do
Sofía se quiso arreglar un poco más para ir a llevar a sus hijos, Estrella e Ismael, al colegio. Eso era un acto normal del día a día, pero esa mañana quería estar más guapa, posiblemente porque Jorge, el que fuera el tutor de su hijo, la iba a ver.—Mami, que guapa estás —dijo Estrella.—Gracias hija, muy normalita, princesa.—No mamá, estás fantástica y no me importaría ser tu novio — intervino Ismael dándola un abrazo.—Gracias hijos, sois estupendos. Vamos, que llegamos tarde.Les montó en el coche y partió en dirección al colegio. Llegó un poco antes para hablar con los tutores de sus hijos antes de que empezaran las clases.Primero fue a hablar con la tutora de Estrella que resultó ser una vieja amiga de hacía tiempo.—Hola Esmeralda, qué sorpresa, c