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Llegó lo más rápido que el taxi pudo hasta la casa de Martin, tocó varias veces el timbre hasta que él apareció.

—Carajo, vas a romper el timbre—dijo el chico en un tono molesto pero con una sonrisa divertida en el rostro—. ¿Tanto me extrañas?

—Me gusta Billie.

—Wow—dijo Martin—. Estoy sorprendido, es que sí, completamente sorprendido—dijo sarcástico, Adam frunció el ceño.

—Hablo en serio, me gusta Billie.

—Yo también hablo en serio—respondió—. Por dios, dime algo que no sepa ya. Te dije, Freud no se equivoca. Lo que

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