La primera misión, es interrogar a Roberto, antes de entregarlo a las autoridades. Ya habían perdido el tiempo con eso, por un último deseo de su abuelo, pero lamentablemente, no había más solución además de involucrarlos. Entraron en la pequeña habitación, y ahí estaba Roberto, con las manos atadas, caminando de un lado a otro, como un animal enjaulado. Apenas los vio entrar, se apresuró a llegar a ellos, pero los hombres lo detuvieron. — ¿Qué sabes? — Esa fue la primera pregunta de Leandro, mientras miraba a su sobrino y en lo que se había convertido —. Entiendes que mi hijo tiene apenas horas de nacido, y puede estar en peligro. — Lo sé, pero tío… — Leandro, mi nombre es Leandro, y para ti soy señor Belmont — interrumpió. Ahora, deja de perder el tiempo, y dime todo lo que sabes. — ¿Por qué nos haces esto? — cuestionó Jazmín, intentando mantenerse fuerte. — Solo intentábamos hacerte daño a ti — confesó finalmente, mirando a su tío —, de ese modo ella estaría vulnerable y podrí
El aire en la habitación se volvió más denso cuando Jazmín pronunció esas palabras. La madre de Roberto miró el celular con sorpresa y temor, su mente trabajando a toda velocidad mientras procesaba la información. ¿Sus hijos estaban con Jazmín? ¿Cómo había ocurrido eso? — ¿Qué quieres decir con que están con tus hijos? — preguntó la madre de Roberto, su voz temblorosa con ansiedad. Jazmín mantuvo la calma, aunque por dentro sentía una mezcla de nerviosismo y determinación. Sabía que tenía que mantener la compostura si quería llegar a un acuerdo con esta mujer. — Significa exactamente lo que dije — respondió Jazmín con firmeza. Tengo a tus hijos, sanos y salvos. Pero quiero que entiendas que no quiero hacerles daño. Solo quiero que devuelvas a mi hijo. Sabía que Jazmín era una mujer noble, que no haría daño a sus hijos. Pero, aun así, no podía evitar preocuparse por su seguridad. — ¿Y qué garantía tengo de que me devolverás a mis hijos? — preguntó la madre de Roberto con cautela.
La madre de Roberto escuchó el ruido justo cuando estaba a punto de cerrar la puerta de la casa. Era un crujido apenas perceptible, pero suficiente para alertar todos sus sentidos. El corazón le latía con fuerza mientras miraba a su alrededor, tratando de identificar el origen del sonido. Era una noche oscura, iluminada solo por la luz de la luna que se filtraba entre las ramas de los árboles. La madre de Roberto sabía que no podía permitirse ser descubierta. Tomó una decisión drástica: tomaría al bebé y huiría hacia el bosquecillo cercano, donde esperaba encontrar refugio temporal. Con el bebé en brazos, la mujer salió de la casa en silencio, moviéndose con cautela para no hacer ruido. Cada chirrido de la puerta al cerrarse resonaba en sus oídos, como un eco de su decisión. El bosquecillo estaba oscuro y silencioso, lleno de sombras que se movían con el susurro del viento. Ella se adentró en él, sus pasos lentos y cautelosos mientras buscaba un lugar donde esconderse. El sonido de
Tenía las manos al frente, pidiéndole con ojos rojos en sangre e hinchados por el llanto, que no le hiciera nada a su bebé. Jazmín sentía que una electricidad recorría cada parte de su cuerpo, y no de las buenas; sino, todo lo contrario. El miedo la dominaba, pero también el cansancio de jugar al gato y al ratón. — Debes dejarlo, por favor. Apenas es un niño de días — musitó la joven, mirándola con súplica. — Solo quiero lo que me pertenece. No voy a aceptar que una escuincla, huérfana como tú, venga a apoderarse por lo que tanto he luchado. No lo mereces — graznó, sujetando al bebé con fuerza. — Pero, eres madre y sabes exactamente lo que estoy sintiendo. No te gustaría que tus hijos sepan y vieran en la mujer que te has convertido — dijo Jazmín, esperando convencerla —. Podemos llegar a un acuerdo. Sus ojos desorbitados se posaron en Leandro, y luego más atrás de él. Sabía que estaba rodeada y que salida no tenía, pero no se rendiría fácilmente. — Retiraremos los cargos si nos
La noche estaba envuelta en un velo oscuro cuando Leandro se encontraba en el asiento trasero de una ambulancia, con su esposa Jazmín inconsciente a su lado y su recién nacido llorando en brazos. La desesperación se reflejaba en su rostro mientras gritaba a los paramédicos que se apresuraran hacia el hospital más cercano.— !Pueden darse prisa! ¡Mi esposa necesita ayuda urgente! — exclamó Leandro, con voz angustiada, mientras miraba alternativamente a Jazmín y a su pequeño hijo.Los paramédicos trabajaban frenéticamente para estabilizar a Jazmín mientras la ambulancia avanzaba a toda velocidad por las calles iluminadas por las luces de la ciudad. Leandro se aferraba con fuerza a su bebé, sintiendo el corazón en un puño mientras rezaba en silencio por la salud de su esposa y su hijo.Era un momento raro, pero único. El momento en que finalmente conoció a su bebé, y aunque no era la forma, estaba feliz de oírlo llorar.— Señor, está sangrando — dice uno de los que están con él.— No imp
— No tengo buen corazón, ni soy débil, Leandro. Solo que he visto muchas cosas feas en el mundo, y no necesito convertirme en uno más del montón — manifestó Jazmín, con su esposo al frente, impidiéndole el paso para hablar con Roberto —. Me lastimó y lo sé. Lo viví, pero dice que está arrepentido y podría odiarlo… — Deberías hacerlo — gruñó. — Pero eso me convertiría en una mala persona, y ya hay muchas malas personas en el mundo para ser una más — Leandro soltó un suspiro resignado. — Te equivocas cuando dices que no tienes un buen corazón, belleza. Tienes el corazón más puro. Pero no te dejaré hablar con su madre. No lo haré. Roberto estaba sentado en una habitación pequeña, cuando la puerta se abrió y la presencia de Jazmín lo absorbió. No recordaba la belleza que poseía esa mujer que alguna vez fue su esposa. Se había dado cuenta de su error en varias ocasiones, y el arrepentimiento le atraviesa como daga en el pecho, robándole el aire que respira. — Hola — saludó la joven, to
Por otra parte, Leandro precisaba hablar con la mujer que no solo había acabado con la vida de su familia por ambición, sino con él, emocionalmente. La observaba desde un rincón mientras ella, caminaba de un lado a otro como una rata enjaulada, murmurando maldiciones, hasta que se percató de su presencia. Sus ojos eran dos faros iluminados en la habitación con poca luz.— ¿Qué haces aquí? — La mujer era consciente que había arruinado todo por lo que había luchado y no tenía intenciones de mostrar debilidad, a pesar de sus sentimientos —. Te sientes feliz de verme así.— Sí. — Esa respuesta desconcertó por una fracción de segundos a la mujer, pero finalmente, comprendió —. Disfruto verte desesperada como la rata que eres. Has arruinado tantas vidas, que finalmente tu hora de pagar llegó.— Solo quería el bienestar de mis hijos — graznó la mujer, con intenciones de atravesar la reja y ahorcarlo con sus propias manos —. Actué como cualquier madre lo haría.— Como una desquiciada asesina
La mujer se movía con sutileza dentro de los pasillos oscuros de la ciudad. Desde que saben su identidad y la policía la busca, su única opción desde entonces es moverse de noche. Sus cuentas han sido bloqueadas, pero ella ya se había adelantado a los hechos, pues sabía que su familia le daría la espalda, a excepción de una sola persona, capaz de quemar el mundo por ella.Erick.Tocó su puerta, y éste se abrió. El rostro del hombre se oscureció con solo mirarla, y con la intención de cerrarle la puerta en la cara, ella se interpuso y se abrió paso en el interior de su piso sin su consentimiento.— No puedes estar aquí — renegó con sátira.— Y tú, no puedes continuar molesto. Ya han pasado, ¿cuánto? Dos meses — gruñó la mujer, tomando asiento en el sofá —. Vamos Erick, nos amamos.— ¿Perdón? ¿Hablas de amor? Está claro que todo este tiempo me manipulaste, y aun sigues tan obsesionada con Leandro que no puedes aceptar que haya conseguido la felicidad con otra mujer que no seas tú — bram