La joven seguía aturdida por lo que acababa de suceder, pero no iba a permitir que aquellas personas que le habían hecho tanto daño, la vieran llorando. Se descontroló un segundo, y no planeaba que vuelva a suceder.Sentía que todo se rompía en ella, pero no podía darse el lujo de que la vean mal. Respiró hondo, y secó sus lágrimas, y salió caminando hasta donde todos estaban, con una sonrisa radiante en sus labios que sorprendió a todos. Leandro era uno de ellos.— La familia Belmont siempre me ha tratado mal, y hoy no es la excepción — dijo, mirando a su esposo y sonriendo —. Leandro, mi esposo, me dijo que aceptara esta herencia, pero antes de que empiecen a gritar como verduleros, déjenme decirles que no me importa. Sé lo que se siente no obtener lo que uno desea.— ¿A dónde quieres llegar, m*****a zorra? — gruñó la madre de Roberto. Jazmín realizó un gesto dramático.— Que boquita tan sucia señora, y dices tener educación. — Se burló —. Me haré cargo del dinero que dejó el abuelo
Camila se encontraba parada en medio del salón principal de la mansión Belmont, rodeada por los miembros de la familia y sintiendo el peso abrumador de las palabras que acababan de ser arrojadas sobre ella como dardos afilados. La propuesta de su suegra, de conquistar a Jazmín para asegurar la herencia había sido la gota que colmó el vaso de su paciencia.— ¡No! ¡Definitivamente no! — exclamó, mirando a Roberto, y pidiendo que se retracte ante aquello —. ¡Esto es una locura! ¡No puedo creer que estén planeando algo tan despreciable! ¿Cómo se atreven a tratarme de esta manera?Si su plan de ser la gran señora Belmont no funcionaba, debía buscar una salida, pero no lo haría siendo humillada como lo hicieron con su prima.Sus palabras fueron recibidas con risas burlonas y miradas de desdén por parte de sus cuñados, quienes se regocijaban en su incomodidad.— Oh, mira quién habla —dijo uno de ellos con sarcasmo— ¿La pequeña arrimada pretende tener algo que decir?Camila sintió un nud
La joven mujer se encontraba frente al espejo, observando su reflejo con una mezcla de emociones. Estaba mucho más delgada, pálida y las ojeras se marcaban bajo sus ojos, los cuales estaban cristalizados por el peso de la añoranza y la preocupación que pesaba sobre ella. Lo extrañaba demasiado, pese a verlo casi todos los días, pero las consecuencias de su venganza ridícula, estaban cayendo sobre ella. A pesar de su determinación por mantenerse firme frente a las adversidades, no podía evitar el dolor que la embargaba cada vez que pensaba en él. Extrañaba su presencia, sus palabras reconfortantes y el amor que habían compartido. Pero en medio de su tristeza, Jazmín había tomado una decisión importante: cuidar de su salud. El exceso de trabajo y el estrés habían comenzado a cobrar su peaje en su bienestar físico, y Jazmín sabía que necesitaba tomar medidas para protegerse a sí misma. Había concertado una cita en una clínica cercana para que le recetaran vitaminas y suplementos que pud
La luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas, bañando la habitación de Leandro en tonos dorados y suaves. El hombre se encontraba de pie junto a la ventana, con la mirada perdida en el horizonte mientras sus pensamientos vagaban entre preocupaciones y responsabilidades. Leandro se había sentido abrumado por una mezcla de emociones contradictorias. Aunque su orgullo herido y su resentimiento seguían separándolos, no podía evitar sentir una profunda preocupación por la salud y el bienestar de su esposa. La idea de enviar a Jazmín a una fiesta en las afueras de la ciudad, en la casa campo de un cliente potencial, le parecía arriesgada, pero ella debía ir. No le importaba nada solo que sufriera y al mismo tiempo, que demostrara lo capaz que era, porque pese a estar molesto, admitía que ella era buena en su trabajo. Con determinación en sus ojos, Leandro marcó a su esposa. — Jazmín — dijo con voz firme pero cargada de preocupación —, necesito que me escuches atentamente. —
El aire fresco de la noche acariciaba suavemente el rostro de Jazmín mientras se dirigía hacia el majestuoso salón del señor Emiliano, propietario del viñedo donde se celebraba la exclusiva fiesta. A medida que se acercaba al lugar, podía escuchar la música animada y el murmullo de la conversación flotando en el aire, creando una atmósfera de anticipación y emoción. Jazmín había sido invitada a la fiesta con un propósito claro en mente: convencer al señor de hacer negocios con su empresa. Sabía que esta era una oportunidad única para impresionar al importante dueño del viñedo y sellar un trato que podría ser crucial para el éxito de su empresa. Sin embargo, por alguna razón, las palabras de aquel hombre que conoció, le llenó de una vitalidad inigualable de disfrutar esa noche, queriendo así, olvidarse de los problemas que estaba atravesando. Al entrar en la fiesta, Jazmín se sintió abrumada por la elegancia y el lujo que la rodeaba. La casa campo estaba adornada con luces brillantes
El ambiente era alegre, mientras a joven conversaba con el anfitrión de trivialidades. El anciano se sentía a gusto con ella, y se sorprendía de las cosas que le contaba, pero, sobre todo, la creía. En uno de esos momentos, sus ojos se posaron detrás de ella, en una figura masculina que los observaba a ambos.— Creo que no se resistió a venir a verla, señorita Machado — comentó el hombre —. No voltee.— ¿De quién habla? — preguntó ella, con cierta confusión en su voz.— De su esposo. ¿De quién más? — respondió cortes.Leandro estaba cerca de ellos, y escuchaba parte de la conversación.— La última persona que querría ver, sería yo, Don Emiliano. Pero por ahí anda su ex novia — manifestó.Aquello le dolió oír a el empresario, pero se mantuvo firme.— Pero mis ojos solo están puestos en ti, belleza. — La espalda de la joven se irguió en ese momento, su piel se erizó, y sus ojos se abrieron como platos, mirando al anciano frente a ella, quien tenía una sonrisa dibujada en el rostro.— Us
La música resonaba en el aire mientras Leandro se retiraba de la bulliciosa fiesta en el viñedo. Con pasos seguros y decididos, caminó en dirección a la mansión donde se encontraba su esposa, descansando; aunque dudaba de que esa fuese la realidad. A medida que se acercaba a la entrada de la mansión, un sirviente se cruzó en su camino, bloqueándole el paso con expresión de disgusto. — Lo siento, señor, pero está prohibido entrar a las habitaciones si no es invitado — dijo el sirviente con tono autoritario. Sin embargo, Leandro no se dejó intimidar por la advertencia del sirviente. Con la mandíbula firme y la mirada decidida, se enfrentó al hombre con determinación. — Entiendo las reglas, pero necesito ver a mi esposa — respondió Leandro con voz firme. El sirviente pareció vacilar por un momento, pero luego frunció el ceño con desaprobación. No lo había visto en todo el día, y tenía órdenes estrictas de mantener en orden. — Lo siento, señor, pero no puedo hacer excepciones — dijo
El sol se filtraba a través de las cortinas entreabiertas, pintando de tonos dorados la habitación donde Jazmín despertó con una sensación de confusión. Parpadeó varias veces, tratando de orientarse en el entorno, mientras las últimas imágenes de su desmayo regresaban a su mente en fragmentos difusos.Se sentó en la cama, sintiendo un ligero mareo que la hizo sostenerse la cabeza entre las manos por un momento. Cuando finalmente logró estabilizarse, se dio cuenta de que estaba cambiada, con ropa más cómoda que la que había usado durante la fiesta en el viñedo.El sonido de una melodía suave proveniente del baño llamó su atención, y Jazmín se levantó con precaución de la cama, sintiendo cada músculo de su cuerpo protestar por el esfuerzo. Se dirigió hacia el baño, sintiendo una mezcla de curiosidad y aprensión mientras se acercaba a la fuente del sonido.Al abrir la puerta del baño, se encontró con una escena que la dejó sin aliento. Leandro estaba frente al espejo, concentrado en ajus