El aire fresco de la noche acariciaba suavemente el rostro de Jazmín mientras se dirigía hacia el majestuoso salón del señor Emiliano, propietario del viñedo donde se celebraba la exclusiva fiesta. A medida que se acercaba al lugar, podía escuchar la música animada y el murmullo de la conversación flotando en el aire, creando una atmósfera de anticipación y emoción. Jazmín había sido invitada a la fiesta con un propósito claro en mente: convencer al señor de hacer negocios con su empresa. Sabía que esta era una oportunidad única para impresionar al importante dueño del viñedo y sellar un trato que podría ser crucial para el éxito de su empresa. Sin embargo, por alguna razón, las palabras de aquel hombre que conoció, le llenó de una vitalidad inigualable de disfrutar esa noche, queriendo así, olvidarse de los problemas que estaba atravesando. Al entrar en la fiesta, Jazmín se sintió abrumada por la elegancia y el lujo que la rodeaba. La casa campo estaba adornada con luces brillantes
El ambiente era alegre, mientras a joven conversaba con el anfitrión de trivialidades. El anciano se sentía a gusto con ella, y se sorprendía de las cosas que le contaba, pero, sobre todo, la creía. En uno de esos momentos, sus ojos se posaron detrás de ella, en una figura masculina que los observaba a ambos.— Creo que no se resistió a venir a verla, señorita Machado — comentó el hombre —. No voltee.— ¿De quién habla? — preguntó ella, con cierta confusión en su voz.— De su esposo. ¿De quién más? — respondió cortes.Leandro estaba cerca de ellos, y escuchaba parte de la conversación.— La última persona que querría ver, sería yo, Don Emiliano. Pero por ahí anda su ex novia — manifestó.Aquello le dolió oír a el empresario, pero se mantuvo firme.— Pero mis ojos solo están puestos en ti, belleza. — La espalda de la joven se irguió en ese momento, su piel se erizó, y sus ojos se abrieron como platos, mirando al anciano frente a ella, quien tenía una sonrisa dibujada en el rostro.— Us
La música resonaba en el aire mientras Leandro se retiraba de la bulliciosa fiesta en el viñedo. Con pasos seguros y decididos, caminó en dirección a la mansión donde se encontraba su esposa, descansando; aunque dudaba de que esa fuese la realidad. A medida que se acercaba a la entrada de la mansión, un sirviente se cruzó en su camino, bloqueándole el paso con expresión de disgusto. — Lo siento, señor, pero está prohibido entrar a las habitaciones si no es invitado — dijo el sirviente con tono autoritario. Sin embargo, Leandro no se dejó intimidar por la advertencia del sirviente. Con la mandíbula firme y la mirada decidida, se enfrentó al hombre con determinación. — Entiendo las reglas, pero necesito ver a mi esposa — respondió Leandro con voz firme. El sirviente pareció vacilar por un momento, pero luego frunció el ceño con desaprobación. No lo había visto en todo el día, y tenía órdenes estrictas de mantener en orden. — Lo siento, señor, pero no puedo hacer excepciones — dijo
El sol se filtraba a través de las cortinas entreabiertas, pintando de tonos dorados la habitación donde Jazmín despertó con una sensación de confusión. Parpadeó varias veces, tratando de orientarse en el entorno, mientras las últimas imágenes de su desmayo regresaban a su mente en fragmentos difusos.Se sentó en la cama, sintiendo un ligero mareo que la hizo sostenerse la cabeza entre las manos por un momento. Cuando finalmente logró estabilizarse, se dio cuenta de que estaba cambiada, con ropa más cómoda que la que había usado durante la fiesta en el viñedo.El sonido de una melodía suave proveniente del baño llamó su atención, y Jazmín se levantó con precaución de la cama, sintiendo cada músculo de su cuerpo protestar por el esfuerzo. Se dirigió hacia el baño, sintiendo una mezcla de curiosidad y aprensión mientras se acercaba a la fuente del sonido.Al abrir la puerta del baño, se encontró con una escena que la dejó sin aliento. Leandro estaba frente al espejo, concentrado en ajus
Jazmín y Leandro se preparaban para comenzar un nuevo día. Se encontraban en la cocina, compartiendo un desayuno rápido antes de partir hacia sus respectivos trabajos.Estaba ocupada revisando su teléfono cuando, de repente, recibió una llamada que la hizo sonreír con emoción. Era Don Emiliano, a quien intentó convencer respecto a los negocios, pero ni siquiera habían hablado del tema.— ¡Jazmín, querida! — exclamó Don Emiliano con entusiasmo —. Tengo excelentes noticias para ti. He decidido firmar el contrato contigo. ¡Estoy emocionado de trabajar juntos!— ¡¿De verdad?! — cuestionó, poniéndose de pie. Su esposo curioso, la observó desde la cabecera de la mesa —. Eso es fantástico. Gracias, Gracias.— Estaré esta semana por la ciudad, para encontrarnos y firmar esos papeles — comenta —, porque ahora estaré fuera.— Avísame y ahí estaré. O si prefieres, te invito a cenar en la casa.— Eso es una muy buena idea — respondió el anciano.La emoción se apoderó de Jazmín mientras escuchaba
— Jazmín… Jazmín, despierta. — Sin embargo, la mujer no reaccionaba. Inmediatamente, la cargó en sus brazos, y salió con ella a gran velocidad. Santiago al verlo, se alarmó, y rápidamente abrió la puerta del coche. — ¿A la clínica, señor? — Sí, Santiago. Rápido — respondió. Entonces, se percató, que había rastros de sangre detrás de su cabeza —. ¡Maldito hijo de puta! Una vez en la clínica, rápidamente pide que alguien atienda a su esposa embarazada. La desesperación era notable en su voz, y no podía creer que su propio sobrino se atreviera a tanto. Más tarde su amigo Daniel llegó. — Vine apenas me dijiste. ¿Cómo es que el hombre estaba allí? — Lo más seguro es que nos estuviera siguiendo desde el principio. Con lo de la herencia, estoy seguro que hará cualquier cosa por intentar recuperarla — manifestó el magnate. — Eso tenlo por seguro. Te mandó preso, pero lo bueno es que eso está solucionado — respondió —; sin embargo, no encuentro lógica con lastimarla. — No quiere lastima
La ira bullía en el pecho de Leandro mientras salía del lujoso hotel donde había tenido una breve reunión con su sobrino. Sus pasos resonaban en el vestíbulo, cada uno cargado de una rabia contundente que amenazaba con desbordarse en cualquier momento. La conversación con Roberto había sido el colmo, una muestra más de la mezquindad y la arrogancia que parecían haberse arraigado en su joven sobrino.Patrañas.A ese mocoso lo tenía en el suelo, bajo sus pies, como era debido; pero, aun así, la ira estaba allí. Había intentado mantener la compostura durante un tiempo, recordándose a sí mismo que debía ser paciente y diplomático, pero la arrogancia de su sobrino había logrado erosionar su paciencia hasta el límite. No debió tocar a su esposa. No tenía el derecho de hacerlo.— ¿Quién se cree este mocoso para tocar a mi esposa? — pensó Leandro con amargura y en voz alta —. Debí haberlo matado. No sabe nada sobre el mundo real, sobre el trabajo duro y la integridad. Mucho menos el respeto.
La madre de Roberto irrumpió en la lujosa habitación de hotel con una expresión de furia en el rostro. No había tiempo para sutilezas ni formalidades. Su hijo había cruzado una línea y ella estaba decidida a hacerle entender las consecuencias de sus acciones. El joven Roberto, con una mirada de sorpresa y confusión, intentó preguntar algo a su madre, cuando la vio al abrir la puerta. Sin embargo, antes de que pudiera decir una palabra, su rostro fue alcanzado por una abofeteada fuerte y resonante. El sonido de la bofetada resonó en la habitación, seguido de un silencio tenso. — ¡¿Qué demonios estabas pensando, Roberto?! — gritó su madre, con los ojos llenos de ira —. ¡Te dije que conquistar a Jazmín era tu única tarea, y en lugar de eso, la atacas físicamente! ¿En qué estabas pensando? Roberto se frotó la mejilla adolorida, sintiendo la quemazón del golpe. A pesar del dolor físico, su rostro reflejaba más confusión que arrepentimiento. — Pero mamá, ella me provocó — balbuceó, trata