Santiago, un hombre de confianza y con años de experiencia, asintió con seriedad.— No se preocupe, señor. Haré todo lo necesario para asegurar la mansión.Finalmente, Leandro y Jazmín sabían que necesitaban ayuda. Reunieron a Santiago, su escolta, y a Daniel, el mejor amigo de Leandro, en la sala de estar.— Gracias por venir tan rápido — comenzó Leandro, mirando a sus amigos —. Hay algo muy importante que debemos contarles.Jazmín tomó la mano de Leandro, buscando su apoyo antes de hablar.— Julieta está viva — dijo con firmeza —. Y debemos encontrarla.La reacción de Santiago y Daniel fue de asombro total. Daniel, quien había sido un pilar de apoyo para Leandro durante todos estos años, fue el primero en romper el silencio.— ¿Cómo es posible? Pensábamos que había fallecido…— Santiago, sé que te pedí que te encargues personalmente de esto, pero Julieta es más importante y necesitamos encontrarla — dijo Leandro, miró a su esposa dándole la palabra.— Quisiéramos darle más explicació
El aeropuerto estaba lleno de gente apresurada, cada uno inmerso en sus propios asuntos. Sin embargo, cuando Julieta apareció, la atmósfera pareció cambiar. Con una elegancia impecable, su presencia no pasó desapercibida. Los hombres no podían evitar mirarla, admirando su porte y belleza, mientras que las mujeres la observaban con una mezcla de envidia y admiración. Julieta caminaba con seguridad, consciente del impacto que causaba a su alrededor.Vestida con un traje de diseñador que acentuaba su figura esbelta y con un par de gafas de sol que añadían un toque de misterio, Julieta avanzaba hacia la salida del aeropuerto. Cada paso que daba era una declaración de su determinación y su deseo de venganza.En su mente, solo había un objetivo: Leandro. No era simplemente por venganza, aunque ese era el pretexto que usaba para justificar sus acciones. Era una obsesión, un deseo profundo e incontrolable de poseer al magnate que había elegido a Jazmín en lugar de a ella. El odio que sentía po
Jazmín sonrió y se levantó nuevamente.— Bien, Juliet, sígueme. Te mostraré tu nuevo espacio de trabajo y te presentaré al equipo.Mientras caminaban por los pasillos de la empresa, Julieta no podía evitar observar cada detalle. Cada paso que daba la acercaba más a su objetivo. Aunque la presencia de Leandro y Jazmín juntos la incomodaba, sabía que debía ser paciente. Su plan requería tiempo y precisión.Llegaron a una oficina espaciosa y bien iluminada, justo al lado de la de Jazmín.— Este será tu espacio, Juliet. Si necesitas algo, no dudes en decírmelo. Estoy aquí para ayudarte a adaptarte.Julieta asintió y se sentó en su nueva silla, observando el entorno con aparente satisfacción.— Es perfecto, señora Jazmín. Muchas gracias.Pasaron las siguientes horas presentando a Julieta al equipo y explicándole sus responsabilidades. Jazmín notó que Julieta parecía competente y atenta, pero había algo en su mirada que no podía identificar del todo. Sin embargo, decidió no darle demasiada
Durante el almuerzo, Jazmín y Leandro se sentaron en su habitual mesa junto a la ventana, disfrutando de la vista del jardín. Jazmín estaba nerviosa, sabía que debía compartir la noticia del embarazo con Leandro, pero también sentía una inquietud que no podía ignorar. Finalmente, decidió que era el momento adecuado.— Leandro — empezó, tomando un sorbo de su agua —, hay algo importante que necesito contarte.Leandro levantó la vista de su plato y la miró con curiosidad.— ¿Qué ocurre, amor?Jazmín respiró hondo antes de hablar.— Hoy me hice una prueba de embarazo y salió positiva — respondió, conteniendo su respiración.Leandro la miró sorprendido, y luego una enorme sonrisa se dibujó en su rostro. La idea de ser padres nuevamente lo llenaba de ilusión.— ¡Eso es increíble, Jazmín! Vamos a ser padres de nuevo — manifestó —. Serás madre por segunda vez.Sin embargo, Jazmín no parecía compartir su entusiasmo. Leandro notó su expresión seria y la miró con preocupación.— ¿Qué pasa, bell
El trayecto al hospital se hizo eterno. Al llegar, Santiago la ayudó a bajar del coche y corrieron hacia la entrada de urgencias. Una enfermera los detuvo en la puerta, pero al ver la desesperación en los ojos de Jazmín, rápidamente la guio hacia la sala de espera.— Espere aquí, señora Belmont. El doctor vendrá a hablar con usted en un momento — dijo la enfermera con voz suave.Jazmín asintió, aunque apenas escuchó las palabras. Se hundió en una silla, sus manos temblando mientras intentaba controlar su respiración. Santiago se quedó a su lado, su presencia calmante, aunque silenciosa.Daniel llegó al hospital con el corazón en un puño. Había recibido la noticia del accidente de Leandro y había dejado todo para estar allí con su mejor amigo y su familia. Al entrar, vio a Santiago, quien estaba esperando en el pasillo, y se acercó rápidamente.— ¿Qué ha pasado, Santiago? — preguntó con voz urgente.Santiago suspiró, sabiendo que tendría que repetir la dolorosa historia.— Leandro tuvo
La noche había caído sobre la ciudad, envolviéndola en una capa de oscuridad y silencio. En una clínica supuestamente de alta seguridad, la madre de Roberto, conocida por su astucia y determinación, estaba lista para ejecutar su plan de escape. Su mente era una red intrincada de planes y estrategias, cada detalle calculado con precisión milimétrica. Sabía que esta noche era su oportunidad.La clínica era una fortaleza, pero incluso las fortalezas tienen sus debilidades. La mujer había pasado meses observando, estudiando a los guardias y al personal, buscando puntos débiles en la seguridad. Su aliada, una enfermera llamada Flavia, había sido fundamental en este proceso. Marta, una mujer de mediana edad con una historia complicada y un resentimiento hacia la administración de la clínica, había accedido a ayudarla a cambio de una generosa suma de dinero y la promesa de una vida nueva lejos de allí.Esa noche, Marta estaba especialmente nerviosa, pero también decidida. Había pasado los úl
Jazmín se encontraba aún en la sala de espera del hospital, su mente y su corazón atrapados en una espiral de preocupación y agotamiento. Daniel y Santiago intercambiaron una mirada de preocupación antes de acercarse suavemente a ella.— Señora Belmont, por favor, necesita descansar — dijo uno de los médicos de la familia, intentando ser comprensivo pero firme.— ¡No me pueden pedir que me vaya! ¡Es mi esposo! — respondió Jazmín, con lágrimas en los ojos y la voz quebrada por la desesperación.En ese momento, Daniel y Santiago se acercaron a ella, tratando de calmarla. Habían estado allí todo el tiempo, apoyándola y tratando de obtener información sobre el estado de Leandro.— Jazmín, tienes que descansar — dijo Daniel suavemente, colocándole una mano en el hombro —. No podemos hacer nada más aquí por ahora. Te prometo que me quedaré a vigilar todo. Leandro está en buenas manos.Santiago, siempre tan estoico, también intentó convencerla con una voz más calmada.— Jazmín, tu hijo te ne
Santiago despertó de repente al sonido de su teléfono vibrando insistentemente sobre la mesita de noche. La habitación estaba en penumbras, pero los primeros rayos del amanecer comenzaban a filtrarse por las cortinas. Miró a su lado y vio a Jessica, durmiendo plácidamente después de su apasionado reencuentro. No quería despertarla, así que se levantó con cuidado y contestó la llamada mientras comenzaba a vestirse.— ¿Sí? — respondió en voz baja, tratando de no alterar el silencio de la habitación.— Santiago, es urgente. La señora Belmont ha escapado de la clínica psiquiátrica — dijo la voz al otro lado de la línea, llena de tensión.Santiago sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Recordó de inmediato el pedido de su jefa, Jazmín, quien le había insistido en que se mantuviera vigilante. ¿Acaso ella sabía que esto podría suceder?— ¿Cuándo ocurrió esto? — preguntó, mientras se abotonaba la camisa apresuradamente.— Hace unas horas. La estamos buscando, pero quería que lo su